Una crisis inesperada

Los americanos ponen misiles en Polonia y Chequia. A Rusia no le gusta un pelo

En España apenas nos enteramos de estas cosas, pero la iniciativa norteamericana de colocar sistemas antimisiles en Polonia y Chequia –aparentemente, para prevenir un ataque iraní- ha soliviantado los ánimos de Moscú. No, no estamos en el umbral de una nueva crisis ni nada que se le parezca. Pero el episodio da muchas claves sobre las estrategias del poder mundial. Nos lo explica precisamente un ruso, Alexandr Jramchijin, Jefe de la sección analítica del Instituto de Análisis Político y Militar, que lo escribió para RIA Novosti. Mucho más apasionante que el RISK.

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ALEXANDR JRAMCHIJIN/NOVOSTI (Moscú)

La polémica desencadenada por la instalación del sistema norteamericano de defensa antimisiles (DAM) en Polonia y la República Checa viene agudizándose, y está involucrando a un mayor número de participantes. Al mismo tiempo provocan extrañeza varios planteamientos expresados durante la discusión. 

Las defensas americanas no son un peligro para Rusia

Por una parte, no es muy adecuada la reacción de Moscú, puesto que es bien evidente que el sistema de defensa antimisil estadounidense no representa peligro alguno para la fuerza de disuasión nuclear rusa. Es sabido que las trayectorias de misiles balísticos representan una curva con respecto al globo terráqueo. Los misiles de esta clase vuelan por la curva circular, que pasa por los puntos de lanzamiento, caída y el centro de la Tierra. En particular, un misil balístico que se lance desde el Noroeste de Irán contra Nueva York o Washington, sobrevolaría Azerbaiyán, Georgia, el litoral caucáseo del mar Negro, el mar Azov, este y centro de Ucrania, Bielorrusia, noreste de Polonia, parte sur del mar Báltico, Suecia del Sur, Dinamarca, el mar del Norte, las islas Orkney, atravesaría el Atlántico y volaría entre Newfoundland y la parte continental de Canadá. Ya que los antimisiles norteamericanos tierra-aire están destinados para ser lanzados al encuentro de los misiles enemigos, sería oportuno estacionarlos precisamente en Polonia, hecho que supone una mejora sustancial de la probabilidad de impacto, debido al relativamente pequeño –incluso, cero- ángulo de desplazamiento del blanco, y reduce las exigencias de velocidad y alcance de antimisiles (ya que el blanco mismo se acerca al misil). 

Al mismo tiempo, las trayectorias de todos los misiles que vuelen de Rusia a Estados Unidos (y al revés) atravesarían el Atlántico. En el supuesto de que Rusia asestara un golpe contra Estados Unidos (aunque cuesta trabajo imaginarlo), los misiles balísticos rusos, a priori, se lanzarían antes que los interceptores norteamericanos y volarían en dirección al Norte. Mientras tanto, en una base de Polonia se debería detectar a estos misiles, calcular su trayectoria y lanzar antimisiles hacia al Noreste. Pero los interceptores no tendrían ni suficiente velocidad ni alcance para derribar a sus blancos, y hay que subrayar que cuanto más al Este se situara la base de misiles rusos, más problemática sería su interceptación desde el territorio de Polonia, debido a un rápido aumento de la distancia. Está previsto desarrollar interceptores tomando como prototipo los mismos misiles que van a interceptar; de este modo desarrollarían una velocidad homologable. En lanzamientos de antimisiles al encuentro de los misiles a batir, la velocidad no tiene importancia, pero en misiones de persecución los antimisiles deben desarrollar una velocidad varias veces mayor a la del misil balístico.

El hecho es que, precisamente por eso, la concepción actual del sistema de defensa antimisiles norteamericano no representa peligro alguno ni siquiera para los misiles balísticos rusos, emplazados en la parte europea del país, mientras que para los misiles situados en los Urales y Siberia, o con base en submarinos, dicha defensa simplemente no existe. Y por último, se prevé emplazar en Polonia tan sólo 10 antimisiles, cantidad que no puede compararse con el arsenal nuclear ruso. A todo ello cabe añadir que, hoy por hoy, EE.UU. no dispone de un sistema eficaz de defensa antimisiles estratégico, puesto que una gran parte de la pruebas de antimisiles con base en tierra han fracasado, y que los voluminosos radares y rampas de lanzamiento de antimisiles son muy vulnerables también para las armas y medios convencionales (misiles tácticos, táctico-operacionales, los de crucero, así como para aviones tácticos). 

Algunos analistas sostienen que el radar norteamericano, de ser instalado en la República Checa, sería mucho más peligroso para Rusia que los antimisiles, emplazados en Polonia. Este radar podrá explorar gran parte del territorio ruso, detectando todos los lanzamientos de misiles hasta los Urales. Sin embargo, tal información carecerá de sentido si no se dispone de medios de destrucción, apoyados por el radar en cuestión.

El por qué de los antimisiles americanos 

De este modo, la problemática del eventual despliegue de elementos del sistema antimisiles norteamericano en Europa del Este parece puramente virtual. El único factor alarmante para Rusia consiste en que la amenaza a Estados Unidos por parte de los misiles iraníes es aún más virtual, dado que actualmente sólo EE.UU., Rusia y China han podido desarrollar sus propios misiles balísticos intercontinentales. Hoy en día, Irán es incapaz de desarrollar ni siquiera un misil de medio alcance. El nivel tecnológico de Irán desacredita su posibilidad de desarrollar un misil balístico intercontinental capaz de portar carga nuclear, ni siquiera en una perspectiva a largo plazo. Aun cuando Irán obtuviese unos cuantos misiles de este tipo, no se atrevería a emplearlos, pues en tal caso Estados Unidos inminentemente asestaría un demoledor golpe de represalia. Es poco probable que EE.UU. no lo entienda, por lo cual los motivos expuestos por Washington no pueden por menos de extrañar.

Podríamos proponer cinco hipótesis del porqué del sistema antimisil norteamericano en Europa del Este, y hay que señalar que todas son perfectamente compatibles entre sí.

  • Caso de paranoia en el seno de la Administración y de la misma sociedad norteamericana, a raíz del 11-S, traducida en el deseo de prevenir todo tipo de amenazas, incluso míticas.

  • El presupuesto del Pentágono ha alcanzado niveles tan altos que ni la secretaría de Defensa ni la industria de Guerra quieren admitir su reducción. Todo lo contrario, se empeñan en aumentarlo, lo cual desemboca en una ostensible preocupación por la seguridad del pagador de impuestos.

  • La élite política y militar de EEUU planea, aunque en una perspectiva a largo plazo, desarrollar un sistema de defensa antimisiles, capaz de neutralizar medios de disuasión nuclear rusos.

  • Al impulsar una nueva carrera armamentista, Washington busca debilitar y, posiblemente, llevar a Rusia a un colapso.

  • A Estados Unidos le preocupa poco Rusia o Irán; ese país se da cuenta de que la OTAN no tiene futuro y hay que articular un nuevo sistema de seguridad, de menor tamaño, pero con mayor nivel de integración y cohesión.

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