Un autor clave de la "cultura de derechas"

Intelectuales rumanos piden la rehabilitación de Vintila Horia

Para muchos lectores españoles es todavía un viejo amigo: Vintila Horia (1915-1992), autor de novelas como Dios ha nacido en el exilio o Perseguid a Boecio, y de obras tan importantes como el libro de entrevistas Viaje a los centros de la Tierra, que introdujo en la cultura española temáticas completamente novedosas por estos pagos; fundador y director de la legendaria revista de pensamiento Futuro presente, miembro del comité de patrocinio de Nouvelle École… Un nombre decisivo de la “cultura de derechas”. Eso le valió la condena al silencio. Ahora en Rumania, su patria de origen, piden formalmente su rehabilitación. Justicia.

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EMC (Madrid)
Vintila Horia ha sido uno de los grandes nombres de la cultura europea en la segunda mitad del siglo XX. Sobre él cayó el silencio por su manifiesto compromiso político. Ahora en Rumanía, su país natal, se plantea la rehabilitación de su nombre y su obra. Lo acaba de pedir públicamente el escritor rumano residente en Alemania Richard Wagner. Antes lo habían solicitado formalmente al Ministerio de Cultura de Bucarest la poeta Ana Blandiana, el escritor disidente y residente en París Paul Goma, la crítica literaria y editora Monica Lovinescu y el actor y gestor cultural Ion Caramitru.

Recapitulemos. Era 1960. Vintila vivía exiliado en Francia. El jurado del aún prestigiosísimo premio Goncourt galardonó su novela Dios ha nacido en el exilio, sobre Ovidio; un libro extraordinario que fue inmediatamente traducido a catorce idiomas, incluido el alemán. Pero Vintila nunca recibió el Premio Goncourt: el periódico del Partido Comunista Francés, L’Humanité, lanzó una brutal campaña contra el escritor. Horia tuvo que exiliarse de nuevo.

¿Cuál era el delito de Vintila Horia? Haber publicado artículos en los años treinta en periódicos de la extrema derecha rumana. Había otros nombres en su misma situación: Emil Cioran, Mircea Eliade, Eugene Ionesco, Constantin Noica… Jóvenes militantes que, tras la guerra, se convirtieron en eminencias internacionales. Durante la Segunda Guerra Mundial, bajo el régimen pro-Hitler de Ion Antonescu, Vintila trabajó como agregado de prensa y cultura en las embajadas rumanas de Roma y Viena. En agosto de 1944, en nuevas circunstancias políticas, fue internado por los alemanes en un campo de concentración. Cuando la Unión Soviética invadió el país e implantó una dictadura comunista, Vintila Horia se exilió a Occidente. Como Cioran, Eliada, Ionesco… En 1946, las nuevas autoridades comunistas juzgaron a Horia en ausencia y le condenaron a cadena perpetua; esa condena sigue aún hoy en día vigente, pues los gobiernos post-comunistas no han revisado los juicios del stalinismo en Rumanía.

Intelectual en la guerra fría

El premio Goncourt llegó en un momento en el que la Guerra Fría lo bañaba todo. Era el mismo momento en que los intelectuales de izquierdas, como Jean-Paul Sartre, negaban la existencia del Gulag. Durante la gala de presentación en París de Dios ha nacido en el exilio, los editores, de Fayard, llevaron a Horia a una habitación separada. Allí le esperaba un agregado de la embajada rumana. El diplomático chantajeó al escritor: tendría que realizar en público comentarios positivos sobre el régimen soviético de Rumanía si no quería que se divulgara su compromiso con las políticas filofascistas en los años treinta. Vintila se negó. La campaña contra él empezó casi de inmediato. L’Humanité empleó el mismo material que se había empleado en el juicio político de 1946 contra Horia. Entre la ola de hostilidad, Vintila renunció al Goncourt. El mundo de la cultura francesa lo sepultó en el ostracismo y el silencio. ¿Tan importante seguía siendo Vintila Horia para el régimen rumano?. Sí, pero no por sus actividades en los años treinta. “En 1959, un año antes de Goncourt –revela Richard Wagner- circulaba clandestinamente por Bucarest una antología de poemas críticos, con un prefacio escrito por Horia. Para la Seguridad del Estado aquel prefacio constituía “un manifiesto que incitaba a los escritores de la República de Rumanía a no subordinar su trabajo al régimen”. Fue esto lo que molestó a los dictadores de Bucarest, y no su pasado fascista”.

Horia se instaló definitivamente en Madrid. Aquí se convirtió en un importante escritor. “Políticamente era de derechas y anticomunista, crítico con el liberalismo y la Ilustración, siguiendo a Rivarol”, lo define Wagner. Es un retrato correcto, pero hay que incidir en su papel como dinamizador de la cultura de derechas en nuestro país. Por ejemplo, fue él quien introdujo en España el debate sobre las implicaciones filosóficas de las nuevas ciencias: la física cuántica, la astrofísica (con otros dos eminentes rumanos: Lupasco y Nicolescu), también la biología y la neurología. La revista Futuro Presente, fundada por Horia, fue un referente para la élite cultural española de los primeros años setenta. Su libro de entrevistas Viaje a los centros de la tierra, por el que desfilan personalidades como Toynbee, Urs von Balthasar, Jung, Heisenberg o Jünger, es un impresionante retablo de los granes asuntos de la cultura en el siglo XX. Las profundas convicciones religiosas del autor no fueron óbice para que apadrinara el nacimiento de la revista de Alain de Benoist Nouvelle École, en París. Después, Vintila no dejó de inspirar las aventuras intelectuales de la generación siguiente, como la revista Punto y coma de Isidro Palacios.

Las novelas de Horia –dice Wagner- son reflexiones histórico-filosóficas, que unen vidas contemporáneas y el destino con hechos ocurridos en el pasado. Su novela sobre Ovidio trata de la condición de escritor exiliado durante la Guerra Fría, pero traza un lazo intenso con la Europa romana y las amenazas a las que tuvo que hacer frente. En Perseguid a Boecio, biografía del neoplatónico del siglo XV y eslabón hacia la Escolástica, el protagonista se entreteje con el individuo del siglo XX. En cuanto a La Séptima Carta, parte de un trabajo con un nombre similar de Platón para conseguir reflejar la tiranía y la utopía. El caso de Vintila Horia –concluye Wagner- es un ejemplo iluminador de las dificultades de establecer un nuevo canon literario que siga al final del totalitarismo en la Europa del Este.

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