Para qué usted sepa quién le trae los regalos

Los Reyes Magos y sus numerosos socios europeos

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Alfredo Martorell
 
Es muy significativo el hecho de que el paso de la Navidad del 6 de enero al 25 de diciembre haya coincidido con la implantación del cristianismo en Europa, su triunfo en Roma y el abandono progresivo de los ritos orientales. Desde el año 450, el papa León Magno había comenzado la revisión doctrinal al definir la Epifanía como "la fiesta de los Magos". En Milán, Ambrosio conmemorará el 6 de enero el bautismo de Cristo. A principios del siglo V, en Italia, la Epifanía es llamada "la fiesta de los tres milagros": la adoración de los Magos, el bautismo en el Jordán y la transformación del agua en vino.

¿Quiénes eran los Reyes Magos?

La aparición de estos personajes, los Reyes Magos o Magos de Oriente, constituye un claro ejemplo de sincretismo. Los Magos sólo aparecen en el más tardío de los Evangelios sinópticos, que es el de Mateo. Éste habla de "sabios", en número indefinido, que acuden a Belén guiados por una estrella milagrosa. Las connotaciones mitraístas del episodio son evidentes: el empleo de la palabra magi ("magos"), de origen indoeuropeo, permite descubrir una clara alusión a los sacerdotes persas, adoradores de Mitra; éstos, en la época del nacimiento de Jesús, mantenían el culto en Jerusalén y parecen haber gozado de una notable influencia; conviene saber, por otra parte, que Mitra, nacido el 25 de diciembre, fue también adorado por pastores que le llevaron ofrendas, es decir, el mismo episodio que encontramos en Lucas.

Respecto a la estrella, caben las hipótesis más dispares: desde la de que se trata de un cometa hasta la propuesta por dos astrónomos franceses, Jean Gagé y Franz Cumont, que la identificaron como el "pequeño rey" de la constelación de Leo (el regulus de los romanos, el basilikos de los griegos). Esta última tesis tiene la ventaja de coincidir con la tradición irania: los persas atribuían a esta estrella la capacidad de despertar vocaciones de realeza, e intervenía en el horóscopo que dibujaban los sacerdotes para determinar el momento del nacimiento del rey cuando la constelación entraba en el Sol. Las conexiones entre el episodio de los Magos y la tradición persa no terminan aquí. En una versión árabe de los Evangelios descubrimos el siguiente pasaje: "Ved cómo los magos vinieron de Oriente a Jerusalén, según predijo Zoroastro". El texto zoroástrico alude a un Mesías que es Saushyant, el dios-salvador iraní, identificado más tarde con Mitra.

Los Evangelios no dicen nada acerca del número, el nombre o la apariencia física de los Magos. Los cristianos de Oriente decían que son doce. La tradición romana se quedará con tres, a los que dará nombres fantásticos. El título de "Reyes" parece haberse añadido tardíamente para que la tradición y el Evangelio concordaran con las profecías judías: "Reyes serán tus ayos, y sus princesas tus nodrizas; postrados ante tí, rostro a tierra, lamerán el polvo de tus pies" (Isaías, 49, 23). La leyenda se fue ampliando poco a poco, según esa ley de la memoria de los pueblos que convierte el mito en realidad incontrovertible y que hace real lo imaginario. Durante la Edad Media los Reyes Magos despertarán una gran devoción. Se supone que sus reliquias fueron trasladadas en el siglo VI desde Constantinopla hasta Milán. En el año 1164, el emperador Federico Barbarroja las hizo transportar a la catedral de Colonia, donde aún hoy reposan.

Los que nos traen los regalos

Uno de los más antiguos dispensadores de regalos es, curiosamente, San Martín, el mismo que da la señal para la matanza ritual del cerdo. Pero, según parece, este Martín no tiene nada que ver con el viejo obispo militar de Tours (316-400), fundador del monasterio de Ligugé, sino que la tradición popular ha utilizado su figura para reencarnar en él a un personaje anterior, patrón de las fiestas del buen comer y mejor beber, del que quedan evidentes huellas en los Martinsfeuer, Martinhorn o Martinsmännchen de diferentes regiones alemanas. San Martín da los regalos en Flandes y en algunas zonas rurales de Bélgica. Antaño fue así también en Cataluña, y más concretamente en la región del Ampurdán, según refiere Joan Amades: "Se decía a los niños que, al caer la noche, llegaría San Martín vestido como un pobre y montado en un asno flaco y mugriento, y que en la ventana de los niños buenos pondría castañas y otros frutos secos, y en la ventana de los niños malos dejaría cenizas y las boñigas del asno" (Costumari catalá, vol.7, p.711). El asno, por cierto, es también el animal que acompaña a Frau Holle y a San Nicolás.

Y este San Nicolás, ya que aquí aparece, nos da otra muestra de curiosa coincidencia entre los Países Bajos y el Levante español. El San Nicolás de la hagiografía cristiana es el antiguo obispo de Mira, en Asia Menor, en el siglo IV. Su fiesta, el 6 de diciembre, es —o era— el gran día infantil de los regalos en gran parte de Centroeuropa, donde la llegada de San Nicolás/Santa Claus marca el inicio del periodo de Adviento. Una y otra figura, la del santo y la del dispensador de regalos, responden, evidentemente, a orígenes distintos. Según explica F.X. Weiser, "tras el nombre de Santa Claus se oculta la figura del dios pagano germánico Thor, cuya leyenda ha pasado al viejo obispo en la presentación moderna de San Nicolás... Para nuestros antepasados paganos, es el dios más alegre y mejor, que nunca dañaba a los humanos, sino que los ayudaba y protegía. En cada casa se le consagraba un lugar especial ante el altar, y se decía que descendía por la chimenea en su elemento, el fuego" (Fêtes et coutumes chrétiennes. De la liturgie au folklore, Mame, 1961).

Pero este origen germánico se complica si tenemos en cuenta que, en la tradición popular de los Países Bajos, se dice que San Nicolás viene de España. ¿Es sólo un recuerdo de la época imperial? El antropólogo José Antonio Jáuregui, en conversación personal, nos confió hace pocas fechas su descubrimiento de que hacia los siglos XV o XVI existía pareja fiesta de San Nicolás en Valencia, lugar de escasísima presencia germánica. ¿Es la misma fiesta? ¿Tal vez el actual San Nicolás centroeuropeo es una mixtura de elementos germánicos y otros mediterráneos aportados por los soldados españoles? Misterio. En todo caso, lo seguro es que no se trata del obispo de Mira.

Una variante muy interesante a este respecto es la que protagonizan las figuras femeninas. En el norte de Italia goza de gran popularidad el Hada Befana; en ciertas regiones de Francia, los regalos los trae la Tante Arie; en Rusia, Babushka; en el sur de Alemania, el hada Perchta (o Berchta) aparece durante la época del solsticio para proteger a los niños. Es imposible no conectar a estas damas con la Frau Holle alemana, verosímilmente derivada a su vez, como ha demostrado Alain de Benoist, de la vieja diosa de la tercera función Holda, encargada de la protección de los niños y las mujeres. ¿Por qué tantas hadas y en lugares tan diferentes? Volvamos al testimonio de Beda el Venerable: "Los antiguos pueblos de Inglaterra hacen comenzar el año el 25 de diciembre, el día en que nosotros celebramos el nacimiento del Señor, y esa misma noche que para nosotros es tan sagrada, ellos la llaman modranecht (modra niht), es decir, la noche de las madres".

Estas "madres" celebradas en Navidad, según interpretación hoy comúnmente admitida, serían antiguas divinidades benefactoras que habrían sobrevivido en los mencionados personajes navideños. El linaje precristiano de esta figura quedaría confirmado por algunas de las leyendas que acompañan a estas damas: así, de la Babushka rusa se dice que en los primeros tiempos sufrió la maldición de los obispos; también Frau Holle está vinculada al viejo rito de la caza salvaje de Wotan, identificado por la Iglesia con el Diablo (rito del cual, por cierto, existe un eco en la tradición gallega: el de los gigantescos jinetes que viven en el fondo del valle de Monterrey, en Orense, y que el día del fin del mundo saldrán con sus caballos librando descomunal batalla con los hombres de la superficie).

Con todo, y a pesar del enorme interés de esta presencia femenina en los regalos rituales navideños, la figura predominante es masculina. La Babushka rusa va siempre acompañada (cuando no es simplemente sustituida) por Frost, el hielo o "Padre Invierno". Por cierto que en la Borgoña existe un homólogo suyo: el Padre Enero. En otros lugares, como en el País Vasco, es el Olentzero quien da los regalos; el Olentzero entronca directamente con las figuras aquí descritas, pero presenta una característica muy particular: representado como un muñeco de paja o madera ataviado con la vestimenta típica de los campesinos de la zona, al final es sin embargo apaleado por la chiquillería. Detengámonos brevemente en este punto. Contra la peculiaridad que algunos hermeneutas del vasquismo pretenden ver aquí, la realidad es que este rito del apaleamiento del Olentzero evoca innegablemente las ceremonias de subversión e inversión características de las viejas saturnales romanas, que se corresponden con las "fiestas de los locos" de otros lugares de Europa: los fuegos saturnales del 21 de diciembre; el "rey de burlas" de las legiones romanas, el día 22 de diciembre; las mascaradas de Deméter en Grecia, el 26 de diciembre; la fiesta de los Inocentes, superpuesta tardíamente a la fiesta de los locos, el día 28; las Kalendas Ianuarias del 1 de enero, condenadas por Isidoro de Sevilla por dar lugar a todo tipo de excesos... Se trata del otro rostro de la Navidad: la fiesta orgiástica, que permaneció durante mucho tiempo en las capas populares de la comunidad, y que seguramente prolonga ritos previos a la llegada de los indoeuropeos... no sólo en el País Vasco.

Pero estábamos en los dispensadores de regalos. Y hoy en día, como es bien sabido, el mayor regalador es Papá Noel, figura en la que confluyen los rasgos del paternalismo, la bondad, el banquete y el descenso por la chimenea, entre otros elementos característicos de las figuras antes mencionadas. Muchos piensan que la moda de Papá Noel forma parte del colonialismo cultural norteamericano. Esto es verdad sólo por lo que respecta a los años recientes, porque, en realidad, Papá Noel no es un invento norteamericano (allí se llama Santa Claus, y es también importado de Europa), sino que procede de Alsacia. En 1871, tras la firma del Tratado de Frankfurt que ponía fin a la guerra franco-alemana, en Alsacia y Lorena se produjo una verdadera diáspora humana (y, por tanto, cultural) que parece estar detrás de muchas actuales costumbres navideñas. Papá Noel es una de ellas, aunque no falta quien le atribuye un origen normando.

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