Las verdaderas razones del veto al Papa

Cuando Ratzinger defendía a Galileo en La Sapienza

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Giorgio Israel
 
Es sorprendente que cuantos han elegido como motor la frase de Voltaire “lucharé hasta la muerte para que tú puedas decir lo contrario de lo que yo pienso” se opongan a que el Papa dé un discurso en la Universidad La Sapienza de Roma. Y aún es más sorprendente porque las universidades italianas todavía son un lugar abierto a todo tipo de intervención. Es inexplicable que al Papa se le haya aplicado el derecho de admisión.
 
¿Qué ha sido tan grave como para poner límite a la tolerancia volteriana? Lo explicaba Marcello Cini en su carta del pasado noviembre, en la que condenaba la invitación realizada por el rector Renato Guarini a Benedicto XVI. Lo que les parece “peligroso” es que el Papa intente plantear un discurso entre fe y razón, restablecer una relación entre las tradiciones judeo-cristiana y helenística, rechazar que ciencia y fe queden separadas por una pared impenetrable.
 
Para Cini, este programa es intolerable porque tendría en realidad una intención perversa, que Benedicto XVI ya cultivó cuando era “capo del Santo Oficio”, la de “meter en vereda a la ciencia” y reconducirla hacia la “pseudos-racionalidad de los dogmas religiosos”. En otras palabras, según Cini, habría tenido el efecto nefasto de suscitar reacciones vehementes en el mundo islámico. Aunque dudo de que Cini llegara a pedir a algún representante religioso musulmán que entone un mea culpa por la persecución de Averroes antes de poner un pie en La Sapienza. Más bien estoy seguro de que lo recibiría con los brazos abiertos en nombre de los principios del diálogo y la tolerancia.
 
La oposición a la visita del Papa no se debe a un principio abstracto y tradicional de laicidad. Tiene un carácter ideológico y su objetivo específico es Benedicto XVI en cuanto que se permite hablar de ciencia y de la relación entre ciencia y fe, en vez de limitarse a hablar de fe.
 
Lo de Galileo
 
La carta en contra de su visita está firmada también por un grupo de físicos e inspirada por un sentimiento de fastidio por la persona misma del Papa, al que se le presenta como un obstinado enemigo de Galileo. Le acusan de haber retomado –en una conferencia precisamente en La Sapienza el 15 de febrero de 1990: “¿El turno de Europa? Diagnóstico y propósitos de la posición de la Iglesia en el mundo”- una frase del filósofo de la ciencia Paul Feyerabend: “En la época de Galileo la Iglesia era mucho más fiel a la razón que el propio Galileo. El proceso contra Galileo fue razonable y justo”. No se han preocupado de leer aquel discurso completo y con atención.
 
El tema de aquel discurso era la crisis de confianza de la ciencia en sí misma y ponía como ejemplo el cambio en el caso Galileo. Si en el siglo XVII Galileo es emblema del oscurantismo medieval de la Iglesia, en el XIX se produce un cambio y se subraya que Galileo no había reunido pruebas convincentes del sistema heliocéntrico hasta la afirmación de Feyerabend –definido por el entonces cardenal Ratzinger como “un filósofo agnóstico y escéptico”- y la de Carl Friedrich von Weizsäcker, que directamente une con una línea recta a Galileo con la bomba atómica. Estas citas no las usó el cardenal Ratzinger para resarcirse ni justificarse: “Sería absurdo hacer apología sobre la base de estas afirmaciones. La fe no crece a partir del resentimiento ni de la refutación de la racionalidad”. Más bien las mencionó como prueba de cuánto “las dudas de la modernidad sobre sí misma habían ahogado a la ciencia y a la técnica”.
 
En otros términos, el discurso de 1990 bien puede ser considerado, por quien lo lea con un mínimo de atención, como una defensa de la racionalidad galileana contra el escepticismo y el relativismo de la cultura postmoderna. Quien conozca mínimamente las últimas intervenciones del Papa sobre este argumento sabe bien cómo en ellas considera con “admiración” la célebre afirmación de Galileo sobre que el libro de la naturaleza está escrito en lenguaje matemático.
 
¿Cómo ha podido suceder que los profesores universitarios se hayan implicado en semejante infortunio? Un profesor debería considerar un fracaso profesional el haber transmitido tal modelo de lectura, desatenta, superficial, que conduce a una verdadera tergiversación. Pero me temo que el rigor intelectual interesa poco y que la intención es la de hacer daño a toda costa. Nada que ver con la laicidad el comportamiento de algunos de los firmantes, que no han dedicado una sola palabra contra el integrismo islámico o contra la negación del holocausto. Como bien decía Giuseppe Caldarola, emerge aquí “una parte de cultura laica que no tiene argumentos y demoniza, no discute como la verdadera cultura laica, sino que crea monstruos”. Por tanto, repetimos con él que “la amenaza contra el papa es un suceso dramático, cultural y civilmente”.

(www.paginasdigital.es)

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