Un terrestre en Marte

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La primera voz de un ser humano que se reconoce en España y acaricia los oídos al cabo de muchos años de no oír más que la ofensiva algarabía de los animales políticos es la de Manuel Pizarro. Los grandes aciertos del “españolismo” en estos últimos tiempos se miden por la furia suscitada en las feroces jaurías de la “Antiespaña”, pero como los animales políticos que la representan, y los folicularios que los corean, han pervertido e invertido el lenguaje hasta extremos inverosímiles, no dejan de ser curiosos los calificativos descalificantes, valga el oxímoron, con que a una voz clara y optimista responden los voceros del zoológico.
 
De la noche a la mañana nos enteramos de que, en un medio en el que tantos se han enriquecido con la política, su único modus vivendi, el hecho de ser rico por su casa, por su talento o por su esfuerzo, inhabilita para dedicarse a la política; que es indecente dirigirse a la víctimas del terrorismo cuando lo decente por lo visto es cortejar a los terroristas, y que ser “moderado” es olvidarse del estrago del 11 de marzo, poner “A Coruña” en los indicadores de carreteras y oficiar mariconios. A España en efecto no la conoce ya “ni la madre que la parió”, como dijo el clásico, y muchos tenemos la sensación de vivir en Marte, el llamado “planeta rojo”, sensación que confirma el pergeño de más de un animal político, como Ibarreche, a quien Angel Palomino llamaba “el extraterrestre”.
 
Me contaba Vintila Horia que al concluir una conferencia en Nápoles, se le acercó un señor y le dijo: Ma Lei è un marziano! Vintila se le acercó y, mirando a su alrededor, se llevó el índice a los labios al tiempo que decía muy bajito: chisst!

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