"Se acabó la fiesta", de Peter Hahne

El fin de la sociedad del jolgorio

En medio del amodorramiento moral que padece Occidente –especialmente Europa– se alzan todavía voces disidentes que golpean las adormecidas conciencias de nuestra sociedad. Una de esas voces es la del director televisivo alemán Peter Hahne (1952), famoso por haber publicado libros sobre cuestiones de candente actualidad acerca de la importancia de la religión en la sociedad y la tutela del derecho a la vida, de los cuales ha vendido en Alemania más de 750.000 ejemplares en dos años. Su obra Schluss mit lustig (“Se acabó la fiesta”), que pasó absolutamente desapercibido en España, es un libro que hace reflexionar. El silencio en el que se ha envuelto a este testimonio, también.

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Diego Baño
 
Son varios ya los libros que en los últimos tiempos se han ocupado de la deplorable pérdida de principios y valores sólidos y permanentes en la sociedad occidental, de sus causas y consecuencias, así como de la falta de alternativas serias, capaces de cohesionar nuestra sociedad y dar un sentido amplio y profundo a las vidas de sus miembros. Se acabó la fiesta, de Peter Hahne, es uno de esos libros, pero a nuestro juicio no uno más. Y no lo es por varios motivos, pero especialmente por dos: primero porque su brevedad y estilo sencillo lo hacen muy accesible al joven medio europeo de hoy, poco acostumbrado a la lectura y con un nivel cultural cada vez más bajo; segundo, porque utiliza una dialéctica bastante dura, que algunos tildarían de “apocalíptica”, pero que no hace sino mostrarnos la realidad socio-cultural de Occidente tal como es y los males que se nos vienen encima de seguir todo por la misma senda que hasta ahora. Tanto es así que, de hecho, el libro bien podría considerarse más una especie de panfleto políticamente incorrecto, a guisa de aviso para navegantes, en el cual no cabe esperar complejas divagaciones de tipo filosófico o sociológico; sin embargo, es también una mirada punzante sobre los males que aquejan a nuestra sociedad, poniendo un énfasis especial en sus causas.
Para Hahne los porqués (subdivididos en breves capítulos) de nuestro actual declive son múltiples. El autor achaca gran parte de culpa a muchos intelectuales, periodistas, políticos y artistas que, renegando de sus propias raíces, han sustituido la fuerza del cristianismo y sus tradiciones por nuevos “credos” asentados en los principios de mayo del 68, debilitando así a la sociedad en cada uno de sus miembros y en su conjunto, llevando a ésta a un estado que el autor define como enfermizo, pávido e invertebrado. Hahne subtitula su libro: “El fin de la sociedad del divertimento”, evidenciando cómo nuestra crisis va totalmente ligada a un modus vivendi impregnado de un hedonismo y un materialismo ilimitados que ponen la búsqueda del placer y las riquezas materiales como los principales objetivos vitales de nuestra existencia.
¿La receta? Retornar a los valores inmutables y por lo tanto a nuestros orígenes. Las siguientes citas textuales –sacadas del mencionado libro– hablan por sí mismas y nos muestran con claridad la visión que su autor tiene de nuestra situación actual. Sin más, les animo a que lo lean y lo sumen a su biblioteca reaccionaria (¿habrá que reaccionar contra tanto despropósito, digo yo?) y políticamente incorrecta:
“Las fantasías omnipotentes de una paz mundial basada en la razón se han desvanecido. Estamos ante el fin del descuidado placer personal. (…) recomienza una verdadera y propia guerra cultural, en la cual se juega la partida de la verdad, de la claridad, y de la cuestión de nuestra identidad”. 
“La clave está en la batalla del 68 contra toda forma de tradición, de autoridad y de vínculo con unos valores compartidos”.
“Debemos preguntarnos qué está sucediendo en la actualidad, cuando tantas personas no quieren “continuar”, no quieren transmitir nada ni producir un futuro. ¿Qué significa una vida marcada por el hecho de que tras nosotros no hay nada?”
“Europa es una idea, una comunidad de valores, una unidad cultural”.
“En la gran locura de progreso de nuestro tiempo, finalmente deberíamos detenernos a reflexionar y preguntarnos hasta qué punto queremos todavía progresar. Avanzamos sin conocer el objetivo. Lo principal, estar en movimiento. Y a la máxima velocidad posible. Y privados de brújula nos decantamos muchas veces por el camino equivocado”.

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