Henri Guaino: perfil de un desconocido

Todo sobre el “cerebro” de Nicolás Sarkozy

Sarkozy lleva muchos años en política. Incluso ha sido ministro. ¿Cómo es posible que ahora sea saludado como “algo nuevo”? El mérito está en el discurso. Y el mérito del discurso está en un hombre que la opinión pública española desconoce por completo: Henri Guaino. Él escribe sus discursos, pero es muchísimo más que un “negro”: alter ego político, rival íntimo en innumerables conversaciones, consejero cotidiano… A través de Guaino, Sarkozy abandonó la Vulgata neoliberal para abrazar el fervor nacional y republicano. Este es el retrato del “cerebro” de Sarkozy.

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Poitiers, 26 de enero de 2006, viernes. El candidato Sarkozy debe pronunciar un discurso. Lo ha escrito el liberal Emmanuelle Mignon, típico producto de la ENA (Escuela Nacional de Administración), con su habitual estilo tecnocrático y neutro. Mignon lleva en el gabinete de Sarkozy desde 2002. El candidato lee el discurso con una mueca de disgusto: “Demasiado programático”, comenta. Y añade: “Llamad a monsieur Guaino”.

Monsieur Guaino es Henri Guaino, nacido el 11 de marzo de 1957 en la muy romana y taurina villa de Arles. Militante gaullista desde su primera juventud, viejo conocido de Sarkozy y profesional de muy alto nivel en la Administración francesa: miembro del Consejo de Cuentas. Guaino no procede de la ENA, sino que posee una formación universitaria plural, lo cual es un caso poco común en la Administración francesa: licenciado en Historia, diplomado en economía política y en ciencias políticas (en el Instituto de Sciences Po de París). Comenzó su carrera política antes de los cuarenta años, siempre en el área de lo que podríamos llamar “derecha soberanista”: director de la campaña de Philippe Séguin cuando el referéndum sobre el Tratado de Maastricht (1992), asesor del mismo Séguin cuando fue presidente de la Asamblea Nacional, consejero técnico en el gabinete del Ministro del Interior Charles Pasqua (1993-1995), asesor en la campaña presidencial de Chirac en 1995 (pero trabajando para Séguin, no para Chirac), Comisario General del Plan en ese mismo año, co-autor del informe Paro: el caso francés en 1997…  

Guaino fue cesado cuando llegaron al Ejecutivo los socialistas de Jospin. Tomó entonces más intensidad su actividad de partido y participó en la creación del Rassemblement pour la France (RPF), un partido soberanista nacido de la lista que encabezó Pasqua en las elecciones europeas de 1999. Probó fortuna en las elecciones municipales de 2001, como cabeza de la lista de Séguin en el emblemático Quinto distrito (el de Notre-Dame, el Panteón, Cluny y San Nicolás de Chardonnet), con resultados catastróficos: 9,69% de los votos. Antes había escrito dos libros de fuerte contenido nacional: La extraña renuncia (1998) y Francia, ¿es soluble en Europa? (1999). Mientras tanto, actuaba como mentor de la asociación de jóvenes seguinistas “Appel d´R”, grupo de jóvenes gaullistas que, entre otras cosas, apoyó al candidato díscolo Chevenement, socialista de corte nacional. En esa época Guaino publicó un nuevo libro: La tontería de los modernos (2002). Se consagró como analista político en medios de la derecha republicana, como Les Echos, o católica, como La Croix. No será hasta 2006 cuando Sarkozy le llame para formar parte de su gabinete. Ahora Guaino ha pedido la excedencia de su cargo en el Consejo de Cuentas.

Desde aquel discurso de Poitiers, en enero de 2007, Guaino se ha convertido en la única e indispensable pluma de Sarkozy y el promotor, ante todo, de una idea clave: la política puede cambiar las cosas. La derecha española ve en él a un “liberal”, pero nada más lejos de la realidad. De hecho, Guaino se distingue por ser un economista antiliberal, hostil a la idea de un Mercado que lo domine todo sin intervención política alguna. Jean-François Kahn habla de su “pluma lírica, sus ideas republicanas, su visión a la vez pesimista y exaltada del destino de Francia, sus convicciones ultragaullistas”. 

Kahn, en la revista nacional-republicana Marianne, preguntaba a Guaino cómo se sentía siendo el “cerebro oculto” de las ideas de Sarkozy. Guaino contestaba: “Mi oficio no es la escritura, no tengo vanidad de autor. Se trata de un compromiso político. Lo que me interesa es la manera de hacer política hablando a la inteligencia de la gente, no burlándose de ella; hablando al corazón y a la inteligencia de los que tienes enfrente. Es la forma más digna de hacer política. Y es lo que en el fondo espera la gente. Cuando se programaron los grandes mítines con los grandes discursos, todo el mundo le dijo a Sarkozy: “Ya no hay que hacer eso, está pasado de moda”. Y yo he constatado que cada vez, ante 10.000 personas, se obtiene un silencio absoluto durante más de una hora por parte de gentes que, al final, vienen a darte las gracias porque no les has tomado por imbéciles. De eso estoy orgulloso. De mí y también de él, de Sarkozy, porque es un riesgo, cuando le oigo pronunciar ese tipo de discurso”.

Este es Henri Guaino: la derecha nacional, gaullismo de segunda generación.

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