La crisis del campo: se veía venir

Los Kirchner meten a Argentina en la peor crisis de los últimos años

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PABLO LÓPEZ HERRERA
 
Aunque intentaron proclamar hasta el cansancio el supuesto superávit fiscal, lo cierto es que el balance entre gastos e ingresos no lo cierra totalmente. Y la única manera de cubrir los gastos ha sido desde hace años apelar a estas retenciones directas y al impuesto al cheque. Es por necesidad que han decidido “expropiar” ahora esta porción cada vez mayor de los ingresos de los productores, antes que renunciar o simplemente plantear la validez de su nebuloso, demagógico y prebendario concepto de “redistribución del ingreso”, que les permite gastar alegremente el dinero ajeno con fines propios. Parece que el Gobierno argentino no está dispuesto ni siquiera a considerar un replanteo de su esquema mental, o por lo menos de una parte del mismo. 
 
El objetivo económico: cubrir la brecha entre gastos e ingresos. 
 
Como muestra baste señalar que simultáneamente con esta severísima crisis que afecta a la estabilidad económica de tantos argentinos, el ministerio de Economía de este gobierno no tiene el menor empacho en aprobar un esquema financiero para solicitar préstamos a Francia, para la construcción del faraónico “tren bala”, mientras siguen sin solución los gravísimos problemas de una vetusta red de transporte ferroviario urbano, generosamente subsidiada.   
 
Considera el gobierno que su papel en el desarrollo económico del país pasa por la centralización estatal y “direccionamiento” de los flujos de dinero, en lugar de concentrarse en generar el marco y las condiciones para la creación de riqueza y de valor por parte de quienes mejor saben y deben hacerlo, o -por lo menos- dedicarse a administrar con moderación y probidad los fondos públicos. Y cuando las cuentas no le cierran, acude una vez más a un sector cuyo volumen de negocios y margen bruto global es elevado, debido a la simple y ajena razón de la subida fenomenal de precios internacionales. 
 
Por lo tanto, es lógico ver que ni siquiera entran en consideración las retenciones en sí mismas, ni la abusiva y arbitraria centralización de recursos federales en el “diálogo” que el gobierno ha “ofrecido”, sólo en razón de que la gente afectada se ha puesto literalmente en pie de guerra, y que el propósito de los Kirchner apunta más a dividir a los afectados, intentando comprar al precio más barato posible a algunos de entre ellos, azuzando al mismo tiempo demagógicamente al resto de la población contra los agricultores que “se dedican a comer asado en las rutas, mientras el país se va quedando sin leche, sin carne y sin pan”.    
 
El efecto de la exacción abarca mucho más que los grandes productores. Casi todas las economías regionales están afectadas de una u otra forma, lo que explica la extensión de la rebelión en pueblos y ciudades, en capas de la población para nada politizadas o agremiadas.
 
Es tan importante para el gobierno este objetivo de imponer una economía estatizada, que parece estar dispuesto a enfrentar las consecuencias inmediatas, que ya se producirán aunque se diera atrás sin más con las confiscatorias medidas: pérdidas inmediatas por daños y perjuicios, lucro cesante por disminución de la actividad, caída de la recaudación del IVA con el impacto consiguiente en las cuentas del Estado, problemas que ya se empiezan a plantear en la cadena comercial y de pagos, efectos inflacionarios de una amplitud difícil de cuantificar por el momento pero evidentes, en función de los desequilibrios entre la oferta y la demanda de bienes.
 
De más está decir que la fijación de precios con un INDEC que actúa como un dibujante más que como un científico, más la dificultad de estimar costos de reposición, indispensable para la actividad económica, agregará el costo suplementario de una indispensable “cobertura en previsión de aumentos de terceros”.
 
El objetivo político: mantener el instrumento de poder hegemónico.
 
Por las razones expuestas, parece evidente que atrás del objetivo económico citado, aparece el objetivo político de mantener un esquema de poder centralizado y hegemónico. Este objetivo surge evidentemente como superior para el gobierno respecto del objetivo anterior, si se tiene en consideración la forma en que los Kirchner manejan esta crisis provocada por ellos mismos. 
 
A través de medidas sucesivas llevadas al cabo en los cuatro primeros años del reinado, la pareja ha ido generando sucesivos mecanismos de centralización de poder, que conviene tener en cuenta ahora, porque las últimas medidas son precisamente las últimas de una serie cuidadosamente orquestada. Efectivamente, para poder utilizar “la caja” a discreción han debido imponer políticamente un sistema permanente de decretos de necesidad y urgencia, un régimen de emergencia económica que ya debería haber finalizado hace rato, un sistema de presupuesto en el que quedan afuera los enormes ingresos “extraordinarios” provocados por la mayor recaudación nominal por efectos de la inflación. 
 
Asimismo, han avanzado sobre el Poder Judicial con las modificaciones en la corte suprema de justicia y el consejo de la magistratura, han anulado a las fuerzas armadas a través del descabezamiento de sus jerarquías primero, de su “desfinanciación” y de su erosión paulatina a través de reformas impuestas y del amedrentamiento de sus cuadros. Han avanzado sobre el Poder Legislativo mediante un mecanismo electoral de “listas colectoras” destinadas a eliminar cualquier oposición significativa, a lo que se agrega la directa intervención y designación por parte de Kirchner de los candidatos oficialistas antes de las elecciones y de las autoridades en el seno del propio congreso una vez ganadas las bancas.
 
Así, a través del ejercicio de un poder hegemónico que abarca los tres poderes, ni previsto ni querido en un sistema supuestamente republicano y democrático, la pareja reinante maneja discrecionalmente a los súbditos que entran voluntariamente en el sistema, y atemoriza y descorazona por la envergadura de la empresa y las consecuencias esperables a todo el que intente sacar la cabeza de su trinchera para intentar oponerse a este “absolutismo democrático” de origen legítimo y ejercicio ilegítimo.        
 
El objetivo ideológico: erosionar el concepto de propiedad privada.
 
Pero los objetivos económicos y políticos no alcanzan para entender todo lo que hay detrás de las medidas de exacción que se imponen actualmente. Hay también un propósito ideológico, que se corresponde con el origen “setentista” de los principales componentes del gobierno, y que llamaría “gramscismo económico”. 
 
En efecto; a un intento de apropiación del “Poder Cultural” por parte de este marxismo post Leninista/Stalinista, que muy eficazmente aplica la izquierda vernácula, se agrega esta nueva concepción de “uso público de la propiedad privada” que no consiste en la estatización de los medios de producción sino en la total y paulatina “estatización de la economía” a la que se encuentran abocados los Kirchner, lo que se transparenta al ver cómo pretenden determinar arbitrariamente cuánto y cómo debe ganar cada argentino sus ingresos, y dónde y cómo debe invertir su dinero, y quién debe ganar o perder.
 
La descarada intromisión en los meandros -a veces inexplicables para las propias empresas por su complejidad- de los costos y de la determinación de precios, erosiona el concepto de propiedad privada de un modo directo y profundo, además de generar conflictos en las cadenas de valor, en las que cada parte también trata -para defenderse del gobierno– de “pasar el muerto” a otros. Así; productores, acopiadores, industriales, matarifes, molinos, distribuidoras y exportadores pasan a ser enemigos entre sí, potenciando los intereses de cada parte de las cadenas de valor, y el gobierno se convierte en el “hada madrina” que deposita su varita mágica sobre aquel a quien quiera favorecer o perjudicar.
 
Este mecanismo montado por el kirchnerismo en nuestro país, erosiona directamente la propiedad privada como si fuera un rayo láser que permite la destrucción de la propiedad privada de algunos, y que posibilita la riqueza de aquellos a quienes -y mientras- el poder lo permite. El comunismo chino maneja -en un grado mas avanzado- esta hegemonía del capital al servicio de un proyecto de dominación. 
 
Si acá hubiera triunfado la guerrilla en el período 1960-1980, seguramente el grado de avance sobre la propiedad privada hubiera sido mucho mayor, tal como lo está ejecutando en un grado cada vez insoportable para los venezolanos el sucesor de Fidel Castro en América Latina, del mismo corte ideológico que los Kirchner.
 
¿Y ahora qué?
 
Una presidente que recomienda a los ganaderos “que piensen como parte del país y no como propietarios” les está diciendo que para ella los propietarios no forman parte del país. Esa expresión forma parte del pensamiento utópico marxista. La visión del mundo como una utopía y como un conflicto permanente del matrimonio reinante y de sus compañeros de ruta, les impide cambiar el enfoque de su análisis hacia un enfoque realista y orientado a la cooperación social. 
 
Los reintegros diferenciales que se anuncian según el volumen producido, no parecen solucionar el problema de los rendimientos diferenciales según la superficie sembrada, el clima sufrido, o las diferencias de sofisticación en el manejo de los costos. Parecen más bien destinados a dividir al frente agropecuario y “aislar” a un enemigo al cual se lo pueda someter a la vindicta pública.
 
Frente a los difíciles momentos que se avecinan, conviene tener muy clara la naturaleza del problema con que nos enfrentamos. Es importante comprender la existencia de estas tres dimensiones del problema: económica, política e ideológica. Es quizás una manera más compleja de analizar toda la crisis, pero necesaria en mi opinión para advertir su verdadera dimensión, gravedad y profundidad.   
 
La lucha del sector agropecuario por su subsistencia es vital. No solamente para el mantenimiento de un sistema en el que se mantenga la plena propiedad privada y un estado de derecho, sino también para defender lo que queda de democracia a secas. Elegir el bien y practicar las virtudes, exige extirpar el mal y luchar contra los vicios, y de eso se trata el problema argentino.
 

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