Un debate sobre lo esencial, 2

La raíz filosófico-religiosa de la unión de los pueblos

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MARTÍN LÓPEZ CORREDOIRA
 
Dice bien Soler Gil, en el artículo que precede a éste, al señalar que la creencia o no en Dios marca una diferencia sustancial en nuestros posicionamientos políticos; y no sólo políticos, sino de muchos otros ámbitos, añadiría yo. No obstante, no hay una relación unívoca entre ideas filosóficas teóricas y prácticas, y a veces lo que se presenta como un distanciamiento ideológico radical puede no serlo tanto. Hay espacios comunes entre el creyente y el ateo que pueden unir más que separar.
 
De política (de la politiquería nacional, me refiero; no de la Política con mayúsculas en cuanto parte del pensamiento filosófico), yo tengo que decir lo mismo que cuando me preguntan si soy del Madrid o del Barça refiriéndose al fútbol: no soy de nada, porque no me gusta ese deporte; ni tampoco soy del Deportivo de La Coruña, aunque sea gallego; simplemente: no es un juego de interés para mí. Y aunque me gustara el fútbol, ¿qué significa ser del Madrid o del Barça? Nada, tanto uno como otro equipo no son sino dos grandes empresas que se dedican a invertir comprando jugadores, y poco tiene que ver ello con la pertenencia a una ciudad o el espíritu del deporte.
 
Igual sucede en la politiquería nacional (o de cualquier otro país democrático): los dos grandes partidos y otros más pequeños no son más que empresas con una marca registrada, cazadoras de votos para conseguir cargos y prebendas, y si defienden una u otra idea es según el sector de la población por el que apuestan en sus inversiones como empresa. Si defienden los intereses de la Iglesia es porque persiguen el voto de los católicos; si aprueban la ley del matrimonio homosexual es porque persiguen el voto de los homosexuales; si apoyan el trasvase del Ebro a Levante es porque se anda tras el voto de los valencianos; si se promociona la lengua catalana, es para colectar votos de los catalanes más catalanistas; y así está todo.
 
Ideología, muy poca; la misma pasión ideológica que tienen las prostitutas en su pasión amorosa. Claro que ni las prostitutas ni los políticos sin ideales son culpables de su propia existencia como tales; ellos existen porque tienen clientes, la mayoría de la población carece de ideales y sólo mira por quien le promete más beneficios a los de su sector. Si acaso, la tradición del partido es la que obliga a apostar por uno u otro sector de la población, por dar una imagen que aparente cierta coherencia, pero si sale rentable cambiar de estrategia, se cambia, y donde dije “digo” digo “diego”. Aquí no hay dos Españas, la de derechas y la de izquierdas, aquí hay una sola: la del afán de medrar. Tan progresistas o reaccionarios pueden ser unos como otros según les convenga, tantos derechos sociales o liberalización de la economía pueden promover unos como otros. El posicionamiento de cada cual depende de un frío cálculo de intereses antes que de una apasionada ideología. Y, realmente, a pocos les interesa en sí el apoyo o no de la religión, o la idea de España, o la justicia; el mayor interés del político es subir al poder, ésa es la auténtica ideología de los partidos. El resto son tonterías para entretener a los votantes ansiosos de ver circo.
 
Con todo, aunque parezca una contradicción terminológica, existen “políticos honrados”. En medio de esta sociedad de ruindades, del ansia de medrar, del amiguismo, del mercantilismo, existe algún noble carácter dotado de una virtud de justicia y bondad capaz de hacer grandes obras; pocos, porque el sistema no los deja subir, pero alguno se cuela. Y no importa que se llame de izquierdas o de derechas, lo que importa es que hace buenas acciones. Yo estoy con este tipo de personas.
 
Lo que une y lo que separa
 
Lo mismo me sucede en otros ámbitos, y particularmente en los juegos que a mí más me interesan: en filosofía o en el pensamiento en general. No importa tanto qué piensa un autor, sino cómo piensa; si se ve inteligencia en sus jugadas, o bondad, o belleza; si hay algo que aprender de él. Es poco probable que coincidamos plenamente con las opiniones de Platón o Aristóteles sobre el mundo, por ejemplo; los grandes pensadores de todos los tiempos se han equivocado en muchas de sus opiniones, pero no por ello dejan de ser admirables, ni dejan de ser una fuente de inspiración, pues enseñan a pensar. La filosofía abre muchos y diferentes caminos a la sabiduría, y en ese sentido nos separa convirtiéndonos en miembros de clanes distintos según las opciones que más nos convenzan, pero también nos une: nos une a todos los que participamos de ella porque sabemos que todos estamos en un único camino: el de la búsqueda de la sabiduría, no la sabiduría misma. He aquí la raíz filosófica de la unión.
 
Aunque el tema de la existencia de Dios ha sido ya muy trillado, no viene mal airearlo de vez en cuando con soplos de nuevos conocimientos. Hay que pensar con lo que la cosmología y otras ciencias nos presentan en la actualidad. Soler Gil y yo lo hemos abordado en una obra distinta a la mayoría de las que hay actualmente en el mercado, que ofrecen la visión sesgada de uno de los bandos. Nuestra obra ¿Dios o la materia? incluye las dos posiciones antagónicas (se habla aquí del Dios de la religión cristiana, no del panteísmo; con lo cual Dios y la materia son dos entes distintos), nuestras diferencias nos han unido en un trabajo común. Pienso que resultará provechoso para los más cristianos (u otras religiones) salirse de las lecturas que reconfirman sus creencias y aventurarse entre las ideas del librepensador sin Dios, y viceversa.
 
La unión de los pueblos —del pueblo español o de cualquier otra nación— no consiste en cristianizar a todo ciudadano y expulsar a quien no se convierta, como en los tiempos de la España de los Reyes Católicos; ni en el cierre de iglesias y prohibición de la religión, como en los tiempos de la Unión Soviética comunista. La unión consiste en sentarnos todos a la mesa y comer con nuestros hermanos, cualesquiera que sea su credo o su no-credo. Es la fraternidad la raíz religiosa de la unión. Y en esa unión salimos beneficiados todos, pues haremos una nación más fuerte ante los peligros externos que la amenazan. “Divide y vencerás” —piensa el enemigo-; por el contrario, mantengámonos unidos y no nos vencerán. Es negocio de politicastros promocionar el enfrentamiento, separar una nación para que ellos puedan tener su parcela de poder; y esto lo digo por los nacionalistas y también por los dos partidos grandes a nivel nacional, que no pueden dejar un día de alimentar la crispación. Tan bueno es el que les hace caso...
 
Nadie puede ser nuestro enemigo si permanece fiel a sus principios, honesto consigo mismo. Pienso que Soler Gil ha defendido sincera y valientemente sus creencias cristianas, y lo mismo he tratado de hacer yo desde mi posición atea y materialista. Estoy agradecido tanto a mi adversario en el libro como a los responsables de Ediciones Áltera o El Manifiesto.com por ser abiertos y tolerantes al permitirme entablar esta disputa y expresarla públicamente, aunque no seamos todos de las mismas ideas.
 

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