Occidente ve cambios donde sólo hay continuidad

¿De verdad está cambiando algo en Cuba?

En la actualidad Cuba se encuentra presente de modo intenso en gran parte de los medios informativos, y como suele ser habitual en España, el núcleo de bastantes artículos y comentarios no obedece a la realidad ni suele basarse en razonamientos documentados. Por el contrario, obedece a lo que el periodista quisiera que fuese, a la idea en él prefijada y no al estudio o siquiera a la contemplación objetiva de los hechos.

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ÁNGEL MAESTRO
 
Hoy Fidel Castro ha cedido formalmente la presidencia de Cuba, no así su puesto de líder máximo e ideólogo de la revolución. Aunque forzosamente disminuido, Fidel sigue siendo el comandante por antonomasia; las decisiones importantes siguen tomándose de acuerdo con él. Con la cesión de la presidencia a su hermano Raúl, desde Europa se quieren ver señales de apertura (reforma monetaria, supresión de muchas prohibiciones). ¿Realmente algo ha cambiado?
 
Pero antes resulta forzoso preguntarse qué ha hecho Fidel Castro para permanecer tanto tiempo en el poder. Ha sobrevivido a ocho presidentes de los Estados Unidos, diez Juegos Olímpicos y al regreso del Cometa Halley. Washington probó muy diversos medios para derrocarlo: intentos de eliminación física, bloqueos, embargos, fomento de la desorganización, etc. Los fracasos fueron continuos. Si Cuba hubiese sido un estado continental en lugar de una isla, no parecen existir muchas dudas de que la suerte del régimen de Castro hubiese sido distinta. Castro se volvió cada vez más fuerte, la represión más perfeccionada, los EE.UU. se resignaron casi a aceptarle como un mal inevitable, y hoy la gran mayoría de la población cubana no conoce otro sistema. El exilio de Miami se ve inmerso en un relevo generacional que parece indiscutible y lo aleja cada día más de la realidad de la isla. Recuerda en parte al gran exilio ruso por Europa y el mundo tras el triunfo de la revolución bolchevique, y su triste suerte.
 
Los exiliados primeros, los que añoran el retorno a la Patria tal y como la conocieron, hoy ya son personas bastante mayores sobre los que recae el peso inexorable de la edad, y gran parte de las nuevas generaciones con ese afán de los conversos se sienten casi más norteamericanos que muchos yanquis.
 
Se enfatiza no sólo en España, sino en general en Europa, que la asunción del cargo presidencial por Raúl Castro, reemplazando a su hermano Fidel, y sus nuevas medidas de tipo económico y levantamiento de algunas prohibiciones, representa el hecho más claro de que el régimen cubano reconoce implícitamente los colosales errores cometidos en el larguísimo proceso revolucionario desde 1959.
 
Naturalmente, no lo ven así ni Raúl Castro ni el buró político del partido comunista, verdadera fuente del poder, pues es obvio insistir sobre el papel del gobierno, meramente órgano administrativo en los países de sistema marxista-leninista. Lógicamente, conforme a la estructura mental de dichos sistemas, los fracasos no son fracasos del sistema en sí, sino rectificaciones tácticas, procesos de enmienda de errores, tendencias incorrectas, etc., totalmente acordes con la esencia misma de la revolución y sus inherentes procesos correctores.
 
Raúl Castro es en toda su plenitud un marxista leninista, y los miembros más destacados del Buró Político, los futuros dirigentes de esa dirección colegiada del partido, los Machado, Almeida, Lage, Colomé, Pérez Roque, etc., también lo son. Son tan demócratas liberales al estilo partitocrático occidental como lo puedan ser Hu Jintao o Kim IlJong. Por el contrario son totalmente coherentes con los postulados marxistas leninistas.
 
Lo cambios no son lo que parecen
 
Los errores cometidos históricamente, de los que fue un ejemplo paradigmático el  suponer una mentalidad liberal al super elogiado Gorbachov (el hombre que causó la ruina de la Unión Soviética y en consecuencia la terrible crisis generada para Cuba), demuestran una vez más el acertado y viejísimo aserto de que no hay peor sordo que el que no quiere oír. Y gran parte de los medios occidentales son reiterativos incansables en el error.
 
Las medidas adoptadas por Raúl Castro y el Buró Político, desde las más espectaculares, como el levantamiento de la prohibición del acceso de cubanos a los hoteles de turismo extranjero, la posesión de teléfonos celulares o la venta de ciertos electrodomésticos, hasta la descentralización de la agricultura reduciendo la burocracia en las estructuras agrícolas municipales, no son interpretadas por el régimen cubano en el lenguaje que quieren ver tantos occidentales ignaros.
Por el contrario, Raúl y el Buró Político exhiben el levantamiento de las prohibiciones como guiadas por el propósito de reducir el impacto que algunos privilegios tendrían en una sociedad orientada a la igualdad y solidaridad. Por ejemplo, se arguye que la suspensión de la venta de electrodomésticos obedeció a la necesidad de crear antes la capacidad electro energética requerida para su consumo. Se insiste reiterativamente en que han sido prohibiciones necesarias, pero en cuanto se dieran las condiciones precisas podían suprimirse.
 
No hay posturas contradictorias entre Fidel y su hermano Raúl. Unidos íntimamente en lo fundamental, simplemente son dos dirigentes distintos, con personalidades diferentes. Según la hija de Raúl, Mariela Castro, Fidel pronuncia discursos largos, larguísimos. Raúl es más expeditivo, los discursos largos le ponen nervioso (entonces resulta extraño que haya sobrevivido sin sufrir deterioros cerebrales irreversibles o infartos agudos, pues los discursos de Fidel, lo reconocen íntimamente hasta acérrimos partidarios, suelen ser plúmbeos).
 
Pero ambos dirigentes y los miembros de esa futura dirección colegiada no hablan para nada de cambio de régimen. Son coherentes. Socialismo sí, pero con menos prohibiciones. Reconocer los errores ajustándose a la más estricta ortodoxia, la autocrítica inherente a la fraseología marxista-leninista, avanzar acorde con el pensamiento socialista, único marco posible y tolerable, si acaso mejor gestionado.
 
Las prohibiciones se levantan, pero siempre dentro del proceso revolucionario, y el régimen proclama con su más alta voz que revolución es sinónimo de cambios. Y ese proceso revolucionario, cuyo guía es el partido comunista y su intérprete el Buró Político del mismo, seguirá de manera continuada.

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