Y España, para variar, a la altura el betún

Piratería del siglo XXI: una historia con final no tan feliz

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Los últimos sucesos sonados, el secuestro en el mar de un atunero con 13 ciudadanos españoles, las continuas interrupciones y asaltos armados a las estructuras petroleras en Nigeria, y el ataque a un petrolero japonés frente a la costa oriental de Yemen, son un signo alarmante de que ha surgido un desafío compartido para la seguridad internacional. Lo que encontramos más interesante en este problema, no es su naturaleza global, sino que sirve de partida para un trabajo común de muchas naciones.
 
Nos acercamos a una discusión política concerniente a la piratería marítima, y será una discusión digna de ser observada con detenimiento. La piratería no es una amenaza global, al menos todavía no, pero se está convirtiendo en moneda de cambio en la economía global y la necesidad de pararla está ahora en las mentes de muchos.
 
Según declaraciones diplomáticas de la semana pasada, los Estados Unidos y Francia están diseñando una resolución para la ONU que permitiría a los países cazar y arrestar piratas en las costas de Somalia, respondiendo a los numerosos ataques sufridos últimamente, incluyendo el reciente secuestro de un atunero español.
 
El embajador francés en la ONU, Jean-Maurice Ripert, dijo que la resolución autorizaría a los gobiernos extranjeros a perseguir embarcaciones piratas en aguas territoriales, efectuar detenciones y juzgar a los sospechosos.
 
¿Dónde está el problema?
 
De acuerdo con un reportaje de la Departamento Marítimo Internacional, la piratería está aumentando, señalando 49 ataques sufridos por marinos entre enero y marzo de este año, un 20 por ciento más que el año pasado.   
 
En el número uno del ranking pirata se encuentran los nigerianos. India y el Golfo de Adén le singuen a corta distancia en segundo lugar, cada una con cinco incidentes denunciados.
 
En la costa de Somalia, desde Enero de 2007 han sido registrados cerca de dos docenas de incidentes provocados por piratas, de acuerdo con Andrew Mwangura, miembro de un Programa de Asistencia Marítima con base en Kenia.
 
¿Qué le importa a usted?
 
El ataque al petrolero japonés ayudó a que el precio subiera de nuevo un máximo de 117 dólares el barril, para luego bajar de precio ligeramente.
 
Cyrus Mody, un analista ejecutivo del Departamento Marítimo Internacional, advirtió de los efectos en la industria marítima:
 
“Las aseguradoras se ven envueltas, las primas suben, el propietario está disgustado, por lo que eleva a su vez los costos. Por consiguiente, los costos del trabajo y las mercancías se van elevando hasta llegar al consumidor común que no se libra de su parte en la crisis”, dijo. “Es un círculo vicioso”.
 
¿Hasta dónde llega la discusión?
 
El gobierno español dijo que se habían puesto en marcha los esfuerzos necesarios para la liberación de los marineros, y que se había buscado ayuda de la OTAN, la Unión Africana, Francia y Gran Bretaña. España no tiene embajada en Somalia, la cual no ha tenido un gobierno estable desde 1991. Finalmente, como es sabido, España pagó el rescate de los prisioneros; falta saber quién ha puesto el dinero.
 
El presidente de turno de la Unión Europea llamó a un esfuerzo internacional para enfrentar la piratería con contundencia, mientras el eurodiputado vasco Mikel Irujo Amezaga urgía a una acción inmediata:
 
“Hay un vacío legal en la Unión Europea en materia de seguridad marítima. La seguridad está más o menos regulada dentro de la Unión, pero una vez fuera, no hay nada en absoluto que proteja a los barcos europeos. Vamos a pedir de nuevo a la Comisión Europea que rectifique esta situación”, dijo Amezaga.
 
Como todo el mundo busca consenso en el reforzamiento de la ley en el mar, las miradas se han dirigido a aquellas instituciones internacionales cuya existencia, en el escenario post-Irak, debería justificarse en momentos como este: la ONU, la OTAN, la Unión Africana, y la Unión Europea.
 
La evolución más probable de los acontecimientos apunta a que distintas voces –y, por cierto, sobre todo europeas- planteen directamente que la Alianza Atlántica tome entre sus misiones el garantizar la “libertad de los mares”. Eso supondrá sacar a la OTAN de su ámbito geográfico natural –el Atlántico norte, precisamente-, pero los conflictos de Irak y Afganistán ya lo han hecho.
 
España, mientras tanto, ha vuelto a quedar a la altura del betún al anunciar que no perseguirá a los secuestradores del atunero vasco. Es un mensaje que los piratas entenderán a la primera: con España, hay negocio.

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