¿Por qué musulmanes sí y mormones no?

Varas de medir la poligamia

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Josep Carles Laínez
 
Aunque Warren Jeffs, líder de la llamada “secta poligámica”, hace tiempo que está en la prisión, el operativo policial y judicial contra este grupo sigue salpicando las noticias. Sin embargo, se ha recalcado tanto su característica más llamativa –la poligamia– que se olvida que ésta se apoya en bases religiosas, no en caprichos.
 
El mormonismo fue polígamo en sus orígenes. Tanto su fundador, Joseph Smith, como los dos posteriores presidentes de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, Brigham Young y John Taylor, tuvieron diversas esposas. No obstante, la poligamia fue abolida por Wilford Woodruff, cuarto presidente, en 1890, bajo pena de excomunión. Así, la Iglesia se transformó, de organismo exótico en el mundo cristiano, a algo respetado, dada la laboriosidad, honestidad y moralidad que caracterizan a los mormones.
 
Los orígenes de la actual “secta poligámica” se han de retrotraer a la Comunidad de Short Creek, fundada en la década de los 30 del siglo XX. Ésta sigue escrupulosamente una revelación de Joseph Smith contenida en el canónico Doctrina y convenios (132:61): Si un hombre se casa con una virgen y desea casarse con otra, y la primera consiente, y él se casa con la segunda, y son vírgenes, y no han dado su palabra a ningún otro, entonces queda justificado. Una cosa parecida se encuentra en el islámico Corán (4:4): se os permite casaros con dos, tres o cuatro mujeres. Los seguidores de Warren Jeffs y los musulmanes actúan, pues, por mandato divino, aunque en el primero de los casos ya no tenga validez.
 
Pero el desmantelamiento del grupo apóstata y polígamo ha tenido, en los medios, las características de un linchamiento. Así, EFE titulaba un teletipo “Nuevo golpe a una secta poligámica al rescatar a 137 niños de un rancho en Texas” (6/04/08); El Mundo encabezó “Rescatan a 137 niños de una secta polígama en Texas tras una denuncia por violación” (6/4/08); El País se moderaba: “La policía de Tejas libera a 52 niñas de una secta poligámica por presuntos abusos” (5/04/08). Y Qué llegaba al paroxismo: “Forzaban a las niñas a practicar sexo en el rancho de los horrores” (10/4/08).
 
No seré yo quien defienda a los fundamentalistas, pero sería conveniente matizar algunas cosas: esas niñas no estaban secuestradas, tienen padre y madre, algunas son bebés, y no han conocido otra forma de vida. Peculiaridades semejantes a las de millones de niñas musulmanas de las que nadie, en la prensa, dice esta boca es mía (la niña de 8 años del Yemen que ha pedido el divorcio tras huir de su casa es una gota en el océano). Por dar un ejemplo: en una fecha y en una revista tan poco sospechosa como la Gaceta Ilustrada (febrero, 1970), Luis Bettonica firmaba el reportaje “La nueva vida de los saharauis”, donde informaba de las tradiciones de aquella España irredenta: no olvidemos que la esposa se compra y que el marido puede tener tres esposas contemporáneamente, además de las concubinas (p. 56). ¿Alguien cree que esas esposas tienen 20 ó 30 años? ¿Es imaginable que el panorama haya cambiado a mejor?
 
Ahora bien, sorprende cómo se han ensañado los medios de comunicación contra la poligamia cristiana y, sin embargo, saludan con alegría las reivindicaciones de los polígamos musulmanes. En el reportaje de Juan G. Bedoya de El País (17/02/08), “Pensiones de poligamia”, leemos estas emotivas líneas: [no] está permitida la inscripción registral de segundos matrimonios contraídos por hombres, aunque su estatuto personal les permita la poligamia (…) En el mundo hay medio centenar de países donde la poligamia es una forma de unidad familiar aceptada o legalizada. ¿Estatuto personal?, ¿unidad familiar?
 
Tampoco hemos de olvidar que el entonces cabeza de la Federación Española de Entidades Religiosas Islámicas, Mansur Escudero (él mismo polígamo), solicitó en 2005, con motivo de los planes de aprobación del matrimonio homosexual, la legalización de la poligamia. O, más recientemente, el arzobispo de Canterbury, Rowan Williams, ha abogado por la introducción en Europa de aspectos de la shari’a; entre ellos, supongo, reconocer segundas y terceras esposas a los inmigrantes, para no incurrir en injusticias (en caso de viudedad) y para no romper núcleos de familia. Por desgracia, no es un tema cerrado, y está en la agenda de los musulmanes residentes en Europa.
 
Vincular una poligamia atroz al mormonismo (porque el lector puede no distinguir entre sectas y la Iglesia; a veces tampoco lo hace TVE) y ligar una poligamia feliz a los musulmanes, la justicia y los derechos humanos, es haber perdido el norte. Si hay un problema con la poligamia en Occidente, no se encuentra en grupitos de unos miles de miembros, sino en los millones para quienes es ley divina y quieren imponerla mediante el acoso a nuestras instituciones y tradiciones.
 
La hipocresía evidenciada en el tratamiento de la poligamia, dependiendo si el delincuente es cristiano o musulmán, debería hacernos recapacitar sobre si, en España, prevalece el discurso altermundista de respeto por lo exótico, o la igualdad real de hombres y de mujeres. Todo polígamo habría de ser encarcelado por el solo hecho de serlo o de haberlo sido si el delito no ha prescrito, pues está realizando una discriminación directa de la mitad de los seres humanos.
 
No hay poligamias buenas y malas. Hay poligamia, y la hemos de extinguir.

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