¿Soplo de aire fresco o puñalada al PP?

Disidentes socialistas crearán un nuevo partido

Distinguidos disidentes del socialismo zapaterista, como Rosa Díez o Fernando Savater, podrían crear un nuevo partido de izquierdas para oponerse a la caótica deriva del actual Gobierno. Esa ha sido la comidilla política de la semana. Falta una confirmación eficiente, pero el mero hecho de que ascienda el globo sonda ya ha creado una gran expectación. ¿Tiembla el PSOE? Es curioso, pero quien más tiembla es el PP. Explicamos por qué. 

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La fosa separa a dos socialismos: uno se reconoce en España como comunidad con un proyecto constitucional; otro, el de Zapatero, está dispuesto a reformar de hecho el sistema del 78 para re-constituir España en una suerte de confederación inacabada. No es sólo un problema ideológico. En lugares donde la cuestión nacional es atacada a muerte, como el País Vasco, lo que está en juego es la actitud respecto a la banda terrorista ETA. El primer socialismo quiere la derrota del terrorismo, sin paliativos; el segundo, el zapaterista, se ha mostrado dispuesto a que el mundo de Batasuna-ETA entre en las instituciones sin una entrega previa de las armas y sin una condena explícita de la violencia. El primer socialismo se ha hartado y ha roto la baraja. Así se ha conformado un fuerte núcleo de opinión en torno a varias personalidades de la izquierda vasca y española: la eurodiputada Rosa Díez, el filósofo Fernando Savater, el profesor Carlos Martínez Gorriarán. En esta semana se ha hablado abiertamente de que este primer socialismo se aleje del aparato zapaterista y constituya una fuerza de izquierda independiente. 

La noticia ha sido saludada con alborozo por quienes ven con dolor la irracional deriva del PSOE, entregado a una política de pacto con ETA que cada vez se entiende menos. Como sucedió con Ciudadanos por Cataluña, pero en otras circunstancias, el surgimiento de esta nueva fuerza representa un gesto de libertad frente a la férrea sumisión que exigen los partidos, y significa también una bandera que se alza en defensa de la España constitucional. Ahora bien, al mismo tiempo se difunde el temor a que esta disidencia, al plantearse como fuerza independiente, debilite el frente de oposición al Partido Socialista. Porque nadie garantiza que este “tercer partido” vaya a hacer pupa a la izquierda, y muchos temen que se la haga a la derecha.

El problema electoral 

La cuestión es la siguiente: dado el carácter ferozmente irreductible de una anchísima parte del voto socialista, dispuesta a votar al PSOE aun si Pepe Blanco se comiera a los niños crudos, el eventual impacto de esta escisión sobre el grueso del cuerpo electoral socialista sería previsiblemente bajo. Salvo en lugares donde el hartazgo de las bases socialistas haya llegado al límite por la sumisión al separatismo, como Cataluña, quizá Galicia y, sobre todo, el País Vasco, es difícil creer que la hipotética nueva fuerza vaya a arrancar demasiados votos al PSOE. Los electores tradicionales del Partido, por otro lado, serán extremadamente sensibles al reproche de “beneficiar al PP” si se salen del corral.

¿De dónde saldría entonces el voto de estos socialistas disidentes? A priori, del sector templado de los ciudadanos de centro o centro-izquierda, cuyo voto al PSOE nunca ha sido un cheque en blanco. Ahora bien, este sector es precisamente el mismo en el que confía el PP para cambiar la orientación del voto en las próximas elecciones generales; es ese sector, absteniéndose o votando el PP, el único que puede darle al PP una mayoría suficiente para gobernar. Y si ese voto se dirige ahora a la nueva fuerza de izquierdas, el PP puede ir olvidándose de gobernar por muchos años. Al contrario, la hipótesis más probable sería que esa leve pérdida de votos del PSOE por su derecha le obligara, ya sin remisión, a pactar con los separatistas y con la extrema izquierda en todas partes. La otra hipótesis, la de un pacto entre el PP y la nueva fuerza de izquierda disidente, no sólo es ideológicamente poco creíble, sino que, además, resulta poco verosímil que tuviera posibilidades aritméticas. 

El caso de Ciudadanos por Cataluña es un buen ejemplo de esta dinámica electoral. Su aparición en el cerrado escenario del “oasis” catalán, copado por socialistas y nacionalistas, ha supuesto un indudable soplo de aire fresco –incluidas las extravagancias de cartelería-, pero no ha servido absolutamente para nada constructivo. El Partido Socialista, algo más debilitado, derrotado en las urnas, ha podido reconstruir un pacto de gobierno con comunistas y separatistas. El Partido Popular, ya enanizado por la “práctica Piqué”, ha visto ahora cómo se alejan un poco más sus posibilidades de llegar a nuevos yacimientos de voto. En cuanto a Ciudadanos, además de atravesar por una primera escisión, su presencia en la vida pública no pasa de ser testimonial; es una voz nueva, valiente y que dice cosas –a veces- muy importantes, pero sus posibilidades de influencia real son muy limitadas, y harán falta muchos años para que crezcan un poco más. Resultado: si Cataluña ya estaba condenada a una alternancia de distintas fuerzas nacionalistas (CiU o el bloque de izquierdas), ahora esa condena ya se ha hecho casi eterna.

Sería perfectamente posible que la nueva fuerza surgida en torno al socialismo vascoespañol –si finalmente cristaliza- buscara formas de aliarse o integrarse con el movimiento que en distintos puntos de España ha despertado Ciudadanos. Habrá que ver entonces si estamos ante una alternativa al monopolio de la izquierda por el PSOE o si, más bien, lo que ha nacido es un polo minoritario que disputaría al PP el voto de centro. Nada está claro. En todo caso, cuando alguien se sale del rebaño siempre se respira mejor. Y eso es lo que han hecho Rosa Díez, Fernando Savater y sus amigos.

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