Pese a que la familia del poeta lo rechaza

Usan el cadáver de García Lorca para reavivar el odio

La Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica y la familia de un maestro supuestamente enterrado con García Lorca en una fosa común han solicitado al juez Garzón que se exhumen los restos de dicha fosa. Sin embargo, la familia del poeta se opone a ello, pues remover los restos del poeta, con todo el espectáculo mediático que se originaría, equivaldría a traicionar su memoria. A esta actitud se suman, con su silencio, los familiares de Ramiro de Maeztu y de Pedro Muñoz Seca, quienes, por su parte, nunca han reclamado la búsqueda de los restos de los dos principales escritores asesinados por el bando republicano, pero cuya muerte no suscitó la legítima simpatía despertada por el asesinato del poeta andaluz.

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La Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica y la familia de un maestro supuestamente enterrado con García Lorca en una fosa común han solicitado al juez Garzón que se exhumen los restos de dicha fosa. Sin embargo, la familia del poeta se opone a ello, pues remover los restos del poeta, con todo el espectáculo mediático que se originaría, equivaldría a traicionar su memoria.

A esta actitud se suman, con su silencio, los familiares de Ramiro de Maeztu y de Pedro Muñoz Seca, quienes, por su parte, nunca han reclamado la búsqueda de los restos de los dos principales escritores asesinados por el bando republicano, pero cuya muerte no suscitó la legítima simpatía despertada por el asesinato del poeta andaluz.

En un comunicado oficial, la familia de García Lorca ha reiterado «nuestro deseo, tan legítimo como el de otros familiares, de que los restos de Federico García Lorca reposen para siempre donde están. Creemos que ésta es una forma de preservar el barranco de Víznar como lugar de la memoria colectiva, pública y civil. Continuamos oponiéndonos a que la exhumación se convierta en un espectáculo mediático. Y por último consideramos infame la insinuación de que la defensa de preservar intacto un lugar de memoria sea equiparable a una oposición al estudio riguroso de la guerra civil y la represión franquista».
 
Algunas opiniones
 
Interrogado por el periódico Ideal de Granada, nuestro colaborador José Vicente Pascual ha declarado al respecto:
 
«Federico García Lorca no está enterrado en una cuneta, tirado como un perro a la vera del camino [como ha afirmado Ian Gibson]. Ni Federico García Lorca ni quienes tuvieron la desdicha de compartir con él la fosa común cercana al barranco de Víznar. El entorno donde yacen el poeta y sus compañeros de infortunio es, desde hace muchos años, un lugar de culto a su memoria, enaltecimiento de las víctimas de la guerra civil y repudio de la intolerancia homicida. Acotado y convenientemente vallado, embellecido, cuidado en la medida y a la manera en que Granada vela por sus entornos históricos –o sea, regular tirando a mal–, cada año se congregan en el lugar cientos de personas, celebrando el evento poético-literario más importante de nuestra agenda cultural. Durante todo el año, diariamente, son muchos los viajeros, curiosos y estudiosos que frecuentan el parque García Lorca en las afueras de Alfacar. Mausoleo que podía ser más hermoso, pero no más apropiado. Ni más indicado.
 
»Los familiares de las víctimas de la guerra civil –hablo, conscientemente, de las que pertenecían al bando republicano y que sufrieron persecución durante la guerra y represión en la posguerra–, han tenido treinta y dos años para reclamar su derecho a la exhumación de los cuerpos habidos en fosas comunes. Franco no murió antes de ayer. No tenemos una Constitución soberana y leyes democráticas desde la semana pasada. ¿Sólo ahora resurge ese dolor de quien sabe que un ser querido fue fusilado y sepulto a trascampo? Permítanme una frase impopular, pero tal como la siento la digo: No me lo creo.
 
»De este trasiego de muertos y fosas, este renacer de la memoria necrófila, el resurgir de la España de la muerte que aventa sus cenizas a setenta años de concluida la guerra civil, y treinta y tres de la muerte del dictador, no me creo nada.

»Alguien tiene algo que ganar. Eso sí me lo creo…»
 
«Mola…, el que tiene de segundo apellido Mogollón»
 
Por su parte, Andrés Cárdenas declaraba al mismo periódico:
 
«No digo que me extrañe, porque a estas alturas de mi vida no me extraña nada, pero sí que estoy algo sorprendido por ese furor por desenterrar a los abuelos de la Guerra Civil. Tampoco digo que no tengan derecho las familias a tener en un nicho o en una tumba digna los restos de aquellos ascendientes que fueron fusilados en los barrancos y en las cunetas, pero veo un poco de hipocresía en todo ese asunto. Y perdonen que lo diga tan crudo. Verán, la sociedad de hoy no quiere saber nada de los abuelos, digo de los que están vivos. Los lleva a un asilo, los deja aparcados en los hospitales mientras la familia se va de vacaciones, los deja que se mueran solos y, cuando la palman y son enterrados, ni siquiera vamos a sus tumbas a llevarles flores o a decirles que nos acordamos mucho de ellos. A ver, que levante la mano aquel que ha ido una sola vez en los últimos cinco años al cementerio a visitar la tumba de su abuelo. Yo me pregunto, ¿no serán igualmente arrumbados los huesos de los abuelos que desenterremos de la Guerra Civil? Si no queremos saber nada de los abuelos vivos, ¿por qué esta ansiedad por querer saber de los abuelos muertos? ¿No dicen que a los muertos se les honra con la memoria? Pues eso.
 
»Digo que a esta sociedad no le interesa el pasado. Y a la juventud menos. A ellos les hablas de la División Azul y les suena a una serie de televisión o a un sitio donde se puede aparcar echando dinero a una maquinita. Queipo de Llano es uno que corre en motos de gran cilindrada; Mola, el que tiene de segundo apellido Mogollón; y Franco, «un primo de Napoleón al que le hizo la pelota para gobernar España», según recogía ayer mismo Martín Prieto de la respuesta de un alumno en un examen de historia. No es tanto incultura como que les importa tres pimientos la Guerra Civil. Para ellos aquel episodio está tan lejano como la Reconquista o las Cruzadas. Entonces ¿por qué esa manía de desenterrar a los muertos del enfrentamiento fratricida por antonomasia? También pienso que reavivar este tema en un momento en el que la Justicia está colapsada con asuntos mucho más urgentes y en el que a los mismos jueces se les escapan los pederastas, me parece algo absurdo. Seguramente pensaría distinto si yo tuviera un abuelo enterrado en una cuneta, pero por suerte a mí no me mataron a nadie. Además, no le hemos preguntado a los muertos. Probablemente tanto Lorca como el maestro Galadí no desearían que removieran la tierra donde han permanecido juntos toda su muerte.»

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