Obama: elegido por los medios de comunicación (y II)

Exponentes tanto de la superclase mundial como del mundo mediático, los dos principales periódicos financieros del mundo, el Wall Street Journal y el Financial Times anunciaron claramente el color: Obama. También es el caso, según Le Figaro, cuya "obamanía" se ha puesto constantemente de manifiesto, del 70% de los medios de comunicación norteamericanos, entre los que se encuentran el New York Times, el Washington Post , Los Angeles Times, el Boston Globe, le Chicago Tribune, y el San Francisco Chronicle.

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Exponentes tanto de la superclase mundial como del mundo mediático, los dos principales periódicos financieros del mundo, el Wall Street Journal y el Financial Times anunciaron claramente el color: Obama. También es el caso, según Le Figaro, cuya “obamanía” se ha puesto constantemente de manifiesto, del 70% de los medios de comunicación norteamericanos, entre los que se encuentran el New York Times, el Washington Post , Los Angeles Times, el Boston Globe, le Chicago Tribune, y el San Francisco Chronicle.

Esta preferencia de los medios de comunicación a favor de Obama no sólo ha sido cuantitativa, sino también cualitativa. Así, según un estudio del Pew Research Center sobre los medios de comunicación: desde principios de septiembre a mediados de octubre, el 57% de los artículos y reportajes dedicados a McCain fueron negativos y sólo un 29% positivos; por el contrario, Obama gozó de un 36% de reportajes positivos frente a un 29% de negativos.

Es cierto que, según el columnista Christian Salmon, Obama fue vendido más como una “marca” que como un candidato; y que, en el marco de una “creciente ficcionalización de la política estadounidense”, los medios de comunicación le dejaron desempeñar el papel del “narrador” y del “griot” (negro medio brujo y medio poeta).
Dentro de una campaña perfectamente orquestada, cuya cumbre fue la visita a la abuela enferma en Hawai, se le asignó a Obama el papel del “bueno y amable”: hasta tal punto que los caricaturistas y humoristas dejaron de bromear sobre el candidato favorito, dando muestras de un singular conformismo.
La acción de los medios de comunicación se desplegó constantemente en el sentido de angelizar a Barack Obama y demonizar, si no a McCain, al menos a su segunda, Sarah Palin.
Así, los periodistas de “investigación” se interesaron mucho más por la gobernadora de Alaska que por el senador de Illinois, típico producto sin embargo del aparato demócrata de Chicago, que no ha sido siempre un ejemplo de… moralidad.
La diabolización de Sarah Palin era esencial para romper la capacidad de McCain de movilizar a la clase media blanca y los círculos cristianos y conservadores. En cambio, la “obamanía” mediática era necesaria para incitar a que los apoyos naturales de Obama (los hispanos y los negros) no sólo se inscribieran en las listas electorales, sino que fueran también a votar. La elevada participación electoral del 4 de noviembre (en comparación con los hábitos estadounidenses) muestra la eficacia de la presión mediática.
No sin razón, la National Reviewseñaló: “Es el fin del periodismo en beneficio de los medios de comunicación propagandísticos”. Por su parte, el Boston Herald estimó que “el gran perdedor de las elecciones es el periodismo objetivo”.
La enorme presión de los medios –a la vez productores y explotadores de los sondeos– ha contribuido a dejar estupefacto al electorado de la Norteamérica profunda sobre la base de la siguiente ecuación: que un negro vote por Obama es normal; si un blanco no vota a Obama, es porque es “racista”.
Pese a ello, McCain siguió siendo claramente mayoritario entre las clases populares y medias blancas: pero para ser elegido, hubiera debido obtener más del 60% de sus votos: la enorme presión mediática a favor de Obama hacía que tal resultado fuera muy difícil, por no decir imposible.
Es cierto, McCain ha obtenido la mayoría en ocho de los doce Estados en los que los blancos todavía representan más del 90% de la población, siendo en Wyoming (66%), Utah (61%) e Idaho (51%) donde ha conseguido sus mejores resultados. Sin embargo, la victoria en tres de estos pequeños Estados (así como en Nebraska, Dakota del Norte, Kentucky y Virginia Occidental) no podía bastar, por supuesto, para que la balanza se inclinara a su favor.
Una elección simbólica
El mundialismo triunfante persigue desde hace mucho tiempo dos objetivos simbólicos:
–La proclamación de un papa iberoamericano, cosa que no fue posible en 2005 por la elección de Benedicto XVI;
–La elección de un presidente “negro” en Estados Unidos: ya está hecho.
Obama representa el arquetipo de la ideología mundial única (IMU): mestizo, mundialista, socialdemócrata, de izquierdas, “antirracista”. Es el candidato elegido por la Norteamérica de las minorías asistidas y de la hiperclase mundial que domina a las clases medias blancas.
Los diferentes beneficiarios de las subprimes han mezclado sus votos a favor de él: los insolventes que no pueden reembolsar sus préstamos, y los financieros que han “titulizado” estas deudas para transferir los impagos a los ahorradores y a los contribuyentes de la América profunda y de todo el mundo.
De la promesa del cambio a la tiranía del statu quo
Utilizando una figura clásica de la retórica electoral, Obama ha hecho campaña sobre el tema del cambio. Pero muy pronto va a enfrentarse con la tiranía del statu quo.
En la política exterior, los compromisos concretos y solemnes que ha tomado ante la AIPAC (Norteamerican Israel Public Affairs Committee) le impiden cualquier cambio significativo en Oriente Medio y limitan su margen de maniobra en Iraq, Afganistán, Pakistán, Siria e Irán.
En política económica, la huida hacia delante también es ineludible: ¿cómo financiar, si no es a crédito, las reducciones de impuestos prometidas (para todos los estadounidenses que ganan menos de 250.000 dólares anuales) y los gastos sociales anunciados para que todos los miembros de las minorías accedan al “sueño americano”? Va, pues, a proseguirse el endeudamiento del Estado norteamericano, por un lado, y de los Estados Unidos respecto al resto del mundo, por otro. ¿Hasta cuándo?
Obama es el primer Presidente negro de Estados Unidos. Pero no es el primer negro que ejerce altas funciones políticas en dicho país. Numerosos alcaldes de grandes ciudades y gobernadores de Estados son negros: prisionera de un clientelismo basado en la asistencia social y en el militantismo asociativo, pocas veces su gestión es eficaz, como lo recordó el huracán Katrina, en cuya ocasión las autoridades de Nueva Orleans se mostraron particularmente poco eficaces.
Se corre ahora el riesgo de que dicha situación se vea traspuesta a nivel federal.
Al elegir a Obama, los Estados Unidos han cedido al entusiasmo de una burbuja mediática. El economista conservador de raza negra Thomas Sowell describe así la situación: “Tras la gran apuesta sobre las subprimes que ha conducido a la actual crisis financiera, se produce un desafío más importante aún, consistente en confiar las riendas de la nación a un hombre que tiene por únicas cualidades el ego y la retórica”.
Al elegir a Obama, los Estados Unidos han roto con lo que Samuel Huntington considera elementos fundamentales de su identidad: un país de origen europea, de cultura anglosajona, de lengua inglesa.
¿Sobrevivirá a ello su poderío? A veces el fututo depara desilusiones.

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