Todo vuelve, todo renace, y aquí llega ya el Romance

ROMANCE DEL REY RODRÍGUEZ

¿Creían ustedes que en los prosaicos tiempos que corren la creatividad del pueblo español, ajada y agotada, ya no daba más de sí? Errados andaban, queridos amigos… He aquí la prueba: ¡vuelve el Romancero! Aunque se ignora, como es lógico, el nombre de su autor, lo cierto es que por casas y veladas, entre consejas y leyendas escuchadas cada noche al calor del hogar, va circulando cada vez con mayor fuerza este "Romance del rey Rodríguez". Mucho nos complace darlo a conocer a nuestros lectores con el encarecido ruego de que no dejen, a su vez, de recitarlo a sus allegados en el curso de estas veladas invernales.

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¿Creían ustedes que en los prosaicos tiempos que corren la creatividad del pueblo español, ajada y agotada, ya no daba más de sí? Errados andaban, queridos amigos… He aquí la prueba: ¡vuelve el Romancero! Aunque se ignora, como es lógico, el nombre de su autor, lo cierto es que por casas y veladas, entre consejas y leyendas escuchadas cada noche al calor del hogar, va circulando cada vez con mayor fuerza este “Romance del rey Rodríguez”. Mucho nos complace darlo a conocer a nuestros lectores con el encarecido ruego de que no dejen, a su vez, de recitarlo a sus allegados en el curso de estas veladas invernales.

 

Dormía el rey Rodríguez

acostado en la su cama:

la pierna izquierda encogida,

la diestra, más estirada.

(la otra pierna, la de en medio…

es costumbre no mentalla).

 

Dormía plácidamente:

Hay que ver lo que roncaba,

so la lana del embozo

de su manta zamorana.

La reina doña Sonsoles,

que al su lado estaba echada,

roncaba un aria da campo

que ni la Callas cantara…

 

Y antes de que cante el gallo

(que lo suele hacer al alba,

por que sepan las gallinas

quién les canta y quién les manda),

con el rostro demudado

¡don Rodríguez despertaba!:

 

—¿Qué es aquesto? (diz el Rey).

¿Quién mi sueño sobresalta?

¡A mí la guardia moruna

del Ministro Rub-alkaaba!

 

Y avanzando entre las sombras

que rodean la su cama…

ve que crece, ve que avanza…

la silueta recortada

de un espectro, de un fantasma…

¡Vive Dios qué miedo daba!

 

Entre nubes de sulfuro

y otras de canela en rama,

a los pies del rey Rodríguez

el espectro da la cara.

 

Va vestido de uniforme,

calzón corto, con polainas…,

y, esparcidas por el pecho,

quien en ellos se fijara…,

no verá que lleve estrellas,

sino bujeros de bala.

 

Lleva gafas redonditas

—las que John Lennon llevara—

y así… visto desde lejos,

se da un aire con Azaña.

Noble porte, talle recio,

cabellera ya entrecana…,

y quién es y por qué viene,

allá mesmo lo declara:

 

—Yo me llamo Juan Rodríguez:

Soy tu abuelo…, noramala,

y aquí vengo por decirte

cuatro cosas a la cara!

 

—¿Tú, mi abuelo idolatrado,

el que Franco me matara?

¿Tú, la víctima primera

de entre todas las de España?

 

—¡Ese soy… y menos coba!

 

—¡A mis brazos, camarada!

 

—¡Quita allá!… Menos abrazos,

que de mí no sabes nada:

Si supieras, no le harías

lo que estás faciendo a España.

 

—Abuelito fusilado…

¿No será que estás de guasa?

¿No te dieron matarile

los del trapo rojigualda?

Pues que sepas que tu nieto

—que por algo es el que manda—

va a volver a la contienda

otra vez las dos Españas:

¡Y esta vez verás, abuelo…

que es la nuestra la que gana!

¡Una España progresista,

federal-republicana,

asimétrica y cubista

de la noche a la mañana!

 

El abuelo fusilado

mírale y no dice nada…

Mírale muy quedamente,

con su cara de fantasma,

una cara que parece

que es de cera, por lo blanca…

Y por ella, mansamente,

una lágrima resbala

(que la cara, según dicen

es el espejo del alma).

 

—Ya son setenta los años

que llevo criando malvas

en el cielo del olvido,

y no sé lo que me pasa…

pero me llena de rabia

que mi muerte y la de tantos

no sirviera para nada.

 

Allí estamos a millares

los que la guerra matara

con su poquito de gloria,

con su poquito de infamia.

Padres, tíos y sobrinos

abuelos de media España.

 

Allí todos somos uno…

ya no hay rojos, ya no hay fachas,

vencedores ni vencidos.

Sólo queda la enseñanza

de saber que el fanatismo

es quien miente y es quien mata.

Otros muertos más recientes

pueden dar de ello palabra…

(y no veo que por ellos

se te mueva pie ni pata).

 

Éste es todo mi mensaje,

mi mensaje de fantasma:

 

No nos metas a los muertos

de comparsas en tu causa,-

 

No te cuides de los muertos…

Cuídate de los que matan,

los que han hecho de la muerte

su más próspera jugada.

 

Ahí te quedas, rey Rodríguez

Ahí te quedas en tu cama.

Yo me voy al otro barrio

Y allá tú con lo que hagas.

 

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