El país galo vuelve al redil

Nicolas Sarkozy le regala Francia a la OTAN

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Ya es oficial, pero se anunciará con ocasión de la Cumbre del próximo 3 y 4 de abril en Estrasburgo y Kehl destinada a conmemorar el 60.º aniversario de la Alianza Atlántica: Francia va volver a las estructuras militares integradas de la OTAN. Nicolas Sarkozy modifica así brutalmente la decisión adoptada en marzo de 1966 por el general de Gaulle, cuando éste, habiendo planteado claramente el problema de la compatibilidad de la OTAN con los intereses y la independencia de su país, había proclamado la intención de Francia de recuperar “el pleno ejercicio de su soberanía”, habiendo retirado a los soldados franceses de las estructuras que colocan a las fuerzas aliadas bajo la autoridad de los Estados Unidos, al tiempo que exigía el desmantelamiento de todas las instalaciones estadounidenses emplazadas en el suelo nacional (lo que llevó a transferir a Bélgica el Mando Supremo de la Organización, hasta entonces instalado a Rocquencourt, cerca de Versalles).

Se trata de una decisión de graves consecuencias políticas y diplomáticas, pero que en realidad no es sorprendente. Entre 1995 y 1997, siendo Alain Juppé primer ministro de Chirac, Francia ya había considerado la posibilidad de reintegrarse en la OTAN a cambio de obtener el mando militar del flanco sur de la Alianza, en Nápoles, cosa que los Estados Unidos, poco dispuestos a colocar bajo autoridad extranjera el mando de su VI Flota, rechazaron de inmediato. Desde entonces, las tropas francesas, ya comprometidas con los Estados Unidos durante la primera guerra del Golfo, también han estado al lado de las fuerzas de la OTAN en la guerra de la ex Yugoslavia y más tarde en Afganistán.
 
La cuestión que se plantea es, en realidad, ésta: ¿por qué Nicolas Sarkozy ha decidido romper con la política exterior seguida por Francia desde hace más de cuarenta años, optando por integrarse en una “nueva OTAN”, convertida actualmente en una coalición occidental que tiene por objetivo llevar la guerra a los confines de la tierra para defender los intereses geoestratégicos de los Estados Unidos?
 
Hay quienes indican dos razones. La primera es que, al volver a la OTAN, Francia podrá influir mejor pesar sobre las orientaciones y reorganización de ésta. La segunda es que, de tal modo, Francia tendrá mayor fuerza para construir un polo europeo de defensa y desarmar a las reticencias de aquéllos de sus asociados que no quieren a ningún precio una defensa europea independiente de la OTAN.
 
Es una ilusión creer, que estando “dentro”, se influirá mejor sobre la evolución interna de la Alianza. Los británicos o los alemanes, fieles socios de los norteamericanos, ¿han conseguido alguna vez influir en lo que sea sobre las estrategias de la OTAN? Además, cualquier diplomático, incluso principiante, sabe que antes de hacer una concesión es cuando se negocia su contrapartida, y no después. Es manifiesto que  no son los puestos prometido a los franceses (la dirección del cuartel general de Norfolk, en Virginia, y un mando regional en Lisboa) lo que permitirá ejercer la menor influencia. La OTAN sigue siendo más que nunca una máquina de guerra totalmente dirigida y controlada por los norteamericanos, quedando reducidos los aliados al papel de ejecutantes. Los beneficios previstos en París no son, en el mejor de los casos, sino píos deseos.
 
La otra razón es igualmente ingenua. El retorno de Francia a la OTAN no elimina, en efecto, ninguna de las hipotecas que pesan sobre el futuro de la Europa de la defensa, la cual queda bloqueada por las opiniones divergentes de los Estados miembros.
 
La defensa europea sólo puede lograrse mediante  una voluntad política común que actualmente no existe. Desde la conferencia atlántica de diciembre de 1991, se sabe que los socios de Francia rechazan absolutamente establecer un sistema de defensa que pudiera alejar, por poco que fuera, los Estados Unidos del teatro europeo, de igual modo que tampoco quieren una Europa-potencia que construida fuera de la relación atlántica. Por lo demás, el principio de la defensa europea autónoma queda expresamente excluido por el Tratado de Maastricht, según el cual “la Organización del Tratado del Atlántico Norte sigue constituyendo  para los Estados miembros el fundamento de su defensa colectiva y el organismo destinado a aplicarla”. En tales condiciones, presentar la reintegración de Francia en la OTAN como susceptible de dar “nuevo impulso” a una verdadera defensa europea sólo puede ser una quimera. Ese regreso, por el contrario, no puede sino reforzar en sus posiciones a quienes han optado por la facilidad y la renuncia.
 
Bien acogida por supuesto en Washington, la decisión de Nicolas Sarkozy ha provocado en Francia numerosas críticas, procedentes tanto de la derecha como de la izquierda. El ex primer ministro Dominique de Villepin ha hablado de una “debilitación” de Francia en el plano diplomático. Alain Juppé se ha mostrado preocupado por el “gran engaño”. El independentista Nicolas Dupont-Aignan se ha referiddo a una “falta histórica de incalculable gravedad”. El antiguo diputado de la UMP Daniel Garrigues ha llegado a hablar de “traición”. Por su parte, François Fillon ha pedido a los diputados el voto a favor del mantenimiento de su gobierno, pero mucho se hombre a cuidado de no aceptar la solicitud de referéndum efectuada por François Bayrou y Nicolas Dupont-Aignan.
 
La decisión tomada en 1966 por el general de Gaulle estaba implícitamente motivada por la voluntad de mantener la dimensión mantener la dimensión multipolar del mundo. La de Nicolas Sarkozy, adoptada sin concertación previa, sin debate político y sin que el pueblo sea consultado, da el golpe de gracia a toda la práctica diplomática de sus predecesores. Será inevitablemente interpretada como la marca de una “banalización” de la postura de Francia, de un debilitamiento de su autonomía y de la renuncia a sus ambiciones. El general de Gaulle decía: “Quiero a Europa para que sea europea, es decir, para que no sea estadounidenses”. Nicolas Sarkozy, en cambio, le regala Francia a la OTAN, es decir, a los Estados Unidos.

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