Sebas se va, se va…

Sebastián dice adiós a los madrileños que se preguntan quién es Sebastián

Zapatero le presentó en sociedad diciendo que era “el nuevo político para los nuevos tiempos”, pero los nuevos tiempos han durado un suspiro. Miguel Sebastián ha presentado su dimisión como concejal después del estruendoso fracaso de su aventura: quería ser alcalde de Madrid, pero lo único que hizo fue ayudar a Gallardón a ganar votos. ¿En qué se equivocó el Partido Socialista al elegir a este hombre para luchar por la alcaldía más poderosa de España?

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CARLOS SALAS

En primer lugar, como reconocen fuentes del PP, era una cara desconocida. A principios de este año, nadie en Madrid sabía quién era Miguel Sebastián… y es posible que termine el año sin que nadie sepa quién es. “Si quieres ser candidato a alcalde necesitas darte a conocer mucho antes”, afirman fuentes del PP. 

Zapatero afirmó que Sebastián iba a traer “orden, calidad de vida y cercanía con los ciudadanos”, lo cual, usando la lógica aristotélica, significaba que en la ciudad imperaba el desorden, que no había calidad de vida y que el alcalde del PP no se acercaba a los ciudadanos. ¿Realmente los madrileños querían eso?

No. Los madrileños deseaban seguridad en las calles, menos tapones de coches, y que se inaugurasen de una vez las obras que les han martirizado durante cuatro años. La estrategia del alcalde conservador de Madrid, cuando ganó el puesto hace cuatro años, ha sido arriesgada pero inteligente: “O nos pasamos veinte años haciendo obras poco a poco, como cuando Chirac fue alcalde de París, o las hacemos todas de una vez y las inauguramos dentro de cuatro años”. Eso es lo que solía afirmar Ruiz Gallardón cuando la gente protestaba por la presencia de grúas, por las calles destripadas, por las máquinas de obras públicas, túneles, cemento y polvo.  Y acertó. 

Cortando cintas

Desde hace dos meses, tanto el alcalde como la presidenta de la comunidad de Madrid se han pasado el día cortando cintas e inaugurando hospitales, estaciones de Metro y si les hubieran dejado, hasta bares de copas. Han empleado las dos emisoras de televisión de la Comunidad de Madrid, Telemadrid y La Otra, para exponer sus hazañas. En los altavoces del Metro se escuchaban mensajes cada minuto, que, como Gran Hermano, avisaban a los ciudadanos que se abría otra línea de Metro más, y lo hacían con tanta insistencia que muchos metrómanos pensaron que las nuevas estaciones se iban a llamar Nueva York o Honk Kong, pues la red se extendía a sitios insólitos. 

Pero ese es el marketing político. Emprende obras, pero procura inaugurarlas tú mismo, porque si no, las inaugurará la oposición y se apuntará el tanto.

Sobre la calidad de vida que iba a traer Sebastián a la ciudad, parece que iba a consistir en hacer peatonal la Gran Vía y poco más, a juzgar por su programa. Los madrileños no necesitan más calidad de vida, sino poder vivir con lo que les permite su sueldo. Las viviendas son muy caras, y los que aterrizan en la ciudad tienen que ingeniárselas para pagar una habitación o un piso, con ingresos de mil euros al mes o menos. 

Lo que ha afectado seriamente a Sebastián ha sido nada menos que el escándalo que surgió en la Comisión de Valores, el organismo que vela por la transparencia y el buen hacer de las Bolsas. El presidente de esta institución le acusó hace un mes de filtrar en 2005 unos papeles al grupo Prisa y a la propia Comisión de Valores, para arruinar la imagen del presidente del BBVA. Era casi una cuestión de venganza porque Sebastián había trabajado para ese banco como director del Servicio de Estudios, pero había sido expulsado por elaborar informes prosocialistas.

Además, Sebastián es accionista de Intermoney, una sociedad que pertenece a un grupo financiero, y que no es la mejor imagen para un candidato socialista. 

Por si faltaba algo, el propio candidato Sebastián se echó a la prensa encima al sugerirle a Ruiz Gallardón un lío de faldas en un debate televisado. El respeto a la vida privada de los candidatos es uno de los pocos puntos de consenso que sobreviven en nuestra vida política. Sebastián se pasó de la raya y lo pagó caro.

En fin, este hombre de 50 años no tenía ni tablas ni madera para presentarse a alcalde. Tampoco era un gran comunicador. Hace dos años, la asociación de periodistas de información económica le dio el premio “Secante” por sus pocas ganas de informar a la prensa. Ahora habría que darle el premio “Contradicción”, porque unos días atrás decía que “no iba a dar la espantá” y que permanecería en su cargo de concejal. Y ahora dice lo contrario. Sebastián afirma que se sentía perseguido y tratado de forma indigna. ¿Perseguido por quién? Desde luego, no por los madrileños, que siguen preguntándose quién es ese señor.

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