Y los árabes sustituyeron a los africanos

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Hace bastantes años, en los mentideros de determinadas asociaciones que organizaban actos con participantes de todo el mundo, se oía decir a alguno de los patrocinadores: "en esta mesa, vamos a poner a un africano, porque un africano siempre queda bien, le da un toque internacional". Y allí iban los indistinguibles invitados de Canadá, Francia o Rusia junto al flamante congresista llegado de Nigeria o de Mozambique. Doy fe, para los lectores más buenrollito, que no había chanza o desconsideración alguna en quien obraba así.

Ahora los africanos, como invitados internacionales, están en horas bajas. Los organizadores de congresos, encuentros o premios han cambiado su táctica. Un africano ya no tiene pedigree; suena a patera, a inmigrante desatendido o inactivo por las calles, a puesto de dvd’s o cd’s piratas. Ahora lo guay es otra cosa, y en femenino: ¡Ponga un velo en su vida! No los he oído, pero me los imagino: “Vamos a darle la beca a esta, que es musulmana, porque queda multicultural e integrador sacarnos una foto con una mujer con velo”.

Una mujer en una mesa redonda da juego; si lleva el pañuelo de la sumisión encima, es caballo ganador seguro. Y todos a resguardo de la prensa maldiciente, pues ya no podrán acusar al político de turno de racismo, o aún peor, de “islamofobia”, el séptimo cielo de los perseguidores y calumniadores desde que Lenin cogió un tren.
Es evidente que lo exótico siempre llama la atención: donde esté un sari indio, que se quite el tradicional traje de chaqueta; y donde haya un vistoso vestido maya, adiós faldas largas y blusa de botones. Sin embargo, no todo es lo mismo, y hacerle los parabienes a una mujer con velo es hacérselos a alguien que no es igual que el resto de los ciudadanos al haber abdicado de algunos de sus derechos.
El hiyab, por si alguien no lo sabe, no es prescripción coránica urbi et orbi, sino una tradición arraigadísima en los Estados del norte de África; por ello, puede ser comprensible que las originarias de esos lugares lo usen. Ahora bien, ¿¡una conversa española!? Ya me dirán ustedes la tradición de velo que tiene (y cuanto más joven, más a mi favor). A esto se añade, es evidente, el recato que tal prenda promueve, para ocultar los tentadores rasgos y formas femeninos de la mirada pura del varón… O por no pensar en que muchas de las portadoras del velo serán segundas o terceras esposas, con lo que las salvas por la multiculturalidad se convierten, poco más o menos, en alabanzas encubiertas de la poligamia, es decir, de lo ilegal.
No obstante, estas verdades de Pero Grullo son despreciadas. Para muchos, rozan incluso lo demoniaco. El 80% de la población puede pensar de determinada forma, pero serán los medios de comunicación, y la intelligentsia a sueldo de los mismos, quienes tracen los comportamientos de toda la clase política. El País y Público no se creerán hasta qué punto controlan las actuaciones de los políticos del PP. ¡Guau!
Y si en lo institucional y cultural, Women in veil ya están aquí, que tomen buena nota los guionistas de Física o química o de Los hombres de Paco. Si quieren triunfar, metan una mujer con velo en la serie. ¡Qué buenos, amorosos, pacíficos y tolerantes habremos llegado a ser! ¡Qué bonito será todo!
        

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