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Descubierto el autor del Lazarillo de Tormes: Diego Hurtado de Mendoza

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Uno de los grandes misterios de la literatura española ha sido resuelto: la autoría del Lazarillo de Tormes, publicado en 1554. Según los descubrimientos de la paleógrafa Mercedes Agulló (Madrid, 1925) el honor corresponde a Diego Hurtado de Mendoza, un aristócrata que fue desde embajador en Inglaterra a poeta. Dentro de unos días se publicará el libro A vueltas con el autor del Lazarillo (Calambur), donde Agulló, quien fue directora de los Museos Municipales de Madrid durante once años, explicará con detalle su descubrimiento. La universitaria ha estado siguiendo el rastro del autor desde que elaboró su tesis doctoral y ha tardado unos 60 años en descubrirlo.
 
Quienes visitan los archivos y no temen mancharse de polvo las manos, suelen encontrar tesoros negados a quienes se limitan a recoger testimonios sin comprobarlos con documentos. Publican menos, salen menos en televisión, pero su nombre queda vinculado a un hecho histórico y a un servicio a la humanidad. Uno de esos tesoros que aguardan en los archivos a los verdaderos investigadores fue el manuscrito autobiográfico del capitán Alonso de Contreras, escrito en 1630, descubierto a finales del siglo XIX y publicado en 1900, y que inspiró a Arturo Pérez Reverte su personaje Diego Alatriste. Ahora, después de un trabajo paciente y profesional, todos tenemos la recompensa.
 
En su libro Agulló va a dar a conocer una documentación, apenas utilizada, nunca leída completamente, de Juan López de Velasco, encargado de expurgar El Lazarillo para reeditarlo. Los documentos señalan claramente: López de Velasco, que era el testamentario de Diego Hurtado de Mendoza, en el inventario de sus bienes relaciona, primero, los papeles propios y, luego, los que eran de don Diego y él custodiaba. Uno de estos cajones contiene inequívocamente las correcciones del Lazarillo, junto con las de la Propalladia de Torres Naharro.
 
Así lo explicó Agulló a El Cultural de El Mundo:
 
“Para redactar mi tesis me fue necesario consultar la documentación de Archivos parroquiales, Archivo Histórico de Protocolos y el Histórico Nacional, esencialmente. Entre esos documentos figuran muchos Inventarios de libros, tanto de impresores y libreros, como de personajes. Acabada la tesis, no terminé yo mi tarea sino que la continué con idea de hacer unas Adiciones, que en este momento ya tengo preparadas para su publicación (…). En estas Adiciones, he prestado especial atención a los Inventarios y tasaciones y, en mi búsqueda, di con el de los libros pertenecientes a un abogado Juan de Valdés, dueño nada menos que de casi 300 obras (todas inventariadas con su lugar de impresión y año, lo que no es muy habitual). Más importante todavía es que, junto al Inventario de ese Valdés, su hermana y testamentaria realizó el de los bienes y libros de Juan López de Velasco, de quien el abogado había sido testamentario.”
 
López de Velasco, cosmógrafo real, fue encargado (¿por el Rey?) oficialmente de podar y censurar el Lazarillo en 1573 para sacarlo del Catálogo de los libros prohibidos.
 
Junto a un importantísimo bloque documental de papeles americanos y una gran parte de las obras de San Isidoro, se encontraba en una serie de serones y cajones el impresionante lote de documentos acumulados por don Diego Hurtado de Mendoza durante su larga vida, ya que a López de Velasco se le había encargado la administración de la hacienda del anterior. Ahí encontró Agulló, al lado de «Una copia de Las guerras de Granada y otros papeles de la hacienda de Carmona», dos líneas que dicen: «UN LEGAJO DE CORRECCIONES HECHAS PARA LA IMPRESIÓN DE LAZARILLO Y PROPALADIA».
 
Un auténtico hombre renacentista y del Imperio
 
El autor fue un personaje a la altura de los titanes españoles que atravesaron los siglos XVI y XVII. Nació en La Alhambra en una fecha desconocida entre 1503 y 1504, porque su padre, Íñigo López de Mendoza, conde de la Tendilla, era capitán general del reino de Granada, nombrado por los Reyes Católicos. Conocía varios idiomas, como el latín, el griego, el árabe y el hebreo, aparte de lenguas europeas vivas. Introdujo metros poéticos italianos en España. Desempeñó varias misiones y cargos a las órdenes del emperador Carlos V y del rey Felipe II: embajador en 1537 ante Enrique VIII para negociar una boda, embajador ante la República de Venecia y ante el Papa, gobernador de Siena, general del ejército que se enfrenta a la rebelión de los moriscos hasta que le releva don Juan de Austria…
 
De sus múltiples viajes por Italia y Flandes, trajo múltiples libros que luego regaló al rey Felipe II y que se encuentran en la biblioteca de El Escorial. Precisamente, la biblioteca personal del aristócrata y diplomático pudo ser motivo de resquemor con el rey. Según Mercedes Agulló, “era el deseo del rey de hacerse con la biblioteca de don Diego, una de las más destacadas en la época, tanto en impresos como en su valiosísima colección de manuscritos. Le regaló al rey seis o siete baúles llenos de manuscritos árabes”.
 
Debido a un accidente se le gangrenó la pierna, que tuvieron que cortársela. El 14 de agosto de 1575 murió y fue enterrado en el Monasterio de la Latina. “¡Ah, cuando le cortaron la pierna gangrenada, no usó más anestesia que el rezo del Credo! ¡Échale temple!”, apostilla Agulló, según la entrevista que le hizo la periodista Blanca Berasategui en su casa de San Fernando de Henares.

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