La masacre de los delfines

Algo huele a podrido en Dinamarca

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El delfín, el animal más juguetón, más inteligente, más bueno, más amigo del hombre… Y cada año los matan a mansalva, por cientos, en las danesas islas Feroe. Por el placer de matar, brutalmente, sin que importe ni su carne ni su (inexistente) fiereza. Sin que nuestro amigo tenga la menor posibilidad de defenderse y acometer, sin que haya por medio rito, celebración, símbolo…, sentido alguno.

Son tan bestias, son tan inhumanos estos brutos como los buenistas que, en otros latitudes, toman, frente al hombre, el partido de la fiera que dirime con el hombre el singular combate en donde, defendiéndose y acometiendo, cae con honor en el centro de una plaza.
Pero es esto, precisamente: el honor, la grandeza, la belleza… lo que no entienden. ¿Lo que no entienden?… No, lo que repudian, lo que execran tanto los bestias de Dinamarca como los de aquí. No sólo ellos, por lo demás. Es lo que repudia, lo que execra, en realidad, toda una época —la nuestra.
 
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