Una mezquita en Manhattan

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No es buena idea. No es ni tan sólo una idea con sentido. Una idea falta de él, sí, con creces y chorreras. Una idea envenenada, bumerán, que muestra una vez más la hipocresía de determinado sector del colectivo muslime. Me refiero al proyecto y previsible alzado de una mezquita en la Zona Cero de Nueva York, allí donde cayeron las Torres Gemelas y ahora reina un inmenso vacío. ¿Una mezquita para conmemorar qué exactamente? ¿El triunfo de la ideología por la que los terroristas cometieron la barbarie? ¿Una mezquita para que los familiares de los muertos recuerden en todo instante que esa es la religión a la que pertenecían los asesinos de sus hijos, esposas, maridos, padres, hermanos…?

Los promotores de la idea, de esa fastuosa mezquita, centro cultural, auditorio, biblioteca… (todo islámico), que habrá de ocupar un lugar tan teñido para siempre de memoria, están burlándose de las víctimas y de sus familiares. Están ganando la batalla simbólica, y ese templo ahí va a parecer la gloriosa gesta del vencedor en vez de un cántico de hermanamiento, como aseguran pretender. Y ése es su objetivo: mostrar que, por encima de todo, es el islam lo que prevalece. Que frente a él no sirve ni el recuerdo ni el sufrimiento de los muertos ni de los vivos. Como si en Atocha, en lugar del mamotreto que han levantado, hubiesen erigido un minarete… Esta malignidad de ir levantando mezquitas en lugares estratégicos de Europa y de la Magna Europa puede verse también en la ciudad ocupada de Gibraltar: la mezquita se encuentra en el punto más meridional posible, antes del faro, en el lugar llamado Punta de Europa.

Algunos musulmanes (¿moderados?, ¿progresistas?, ¿laicos?) han mostrado su rechazo al proyecto, pero, evidentemente, no oponiéndose por completo a la construcción, sino regalándose con opciones más modestas. Se origina así una pinza entre los “críticos” pero comprensivos y los favorables pero con discurso de entendimiento y tolerancia. Entre los primeros, Zuhdi Jasser, médico de Phoenix y veterano de la Marina estadounidense, así como fundador y presidente del American Islamic Forum for Democracy, personaje que es recurrentemente atacado por la ortodoxia islámica por atentar contra los principios del islam, los “sabios” islámicos y los grupos que buscan la extensión del mahometanismo; entre los segundos, el imán kuwaití Feisal Abdul Rauf, sufí y presidente de la llamada Iniciativa de Córdoba (Cordoba Initiative), una organización para la mejora de las relaciones entre el islam y Occidente; este sufí encandilador, a la manera de otros con pose árabo-seductora (léase Tariq Ramadán), se permite decir las mayores barbaridades sonriendo, para que su discurso tenga efecto calabobos; por ejemplo, que los occidentales hemos de entender la visión de los terroristas y que, a fin de cuentas, somos los cristianos los creadores de los ataques indiscriminados contra civiles, o que los ataques islámicos, en la historia, siempre han sido defensivos.

Lo más probable, como pueden suponer, es que la mezquita sea construida, y mancillada la memoria de cuantos allí murieron. Los dos grandes defensores de tal edificación son Michael Bloomberg, alcalde de Nueva York, y Scott Stringer, una suerte de concejal o alcalde pedáneo del distrito de Manhattan. Ambos, curiosamente, son judíos, lo que aún hace más infamante su anuencia.

La mezquita en la Zona Cero es una victoria más del bando islamita en su medialunada contra Occidente. El jolgorio de dos políticos de una determinada religión añade colorido a la violencia. Hechos así demuestran hasta qué punto son los Estados Unidos una nación europea, cristiana, épica… secuestrada por Hussein Obama y secuaces.

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