La Nueva Derecha: en la senda de la Revolución conservadora alemana

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Revisando el otro día en este periódico el blog de Josep Carles Laínez me topé con su reflexión titulada ¿Nueva Derecha?, en la que desmontaba la ilusión de una “revolución conservadora americana” a la española, desde Aznar a Rajoy. La derecha española lleva años intentando dar el gran paso para salir de su anclaje ideológico y desembarcar en el estilo futurista –pero incoloro– del neoconservadurismo inaugurado por aquel presidente norteamericano llamado Ronald Reagan y su staff de grises cerebros postuniversitarios. ¿Es esto una “nueva derecha” o la derecha sempiterna que debe cambiar para que todo siga igual?

La Nueva Derecha (Nouvelle Droite) es un movimiento cultural –una escuela de pensamiento, según sus fundadores– que nació en la Francia de 1968 y que nada tiene que ver con los presupuestos de la derecha clásica europea. Ya en 1979 se desató un formidable debate acerca de una corriente de pensamiento bautizada, no muy acertadamente, como “Nueva Derecha”. A comienzos de la década de los ochenta, se registraron en España diversos comentarios al respecto, que debemos a Manuel Fraga, Vintila Horia, Garrigues. Aviraneta, por su parte, calificaba a la “nueva derecha cultural” como el repudio de los dogmatismos, la formulación anti-igualitaria, el doble rechazo del modelo ruso y americano, la defensa de los particularismos regionales.
 
Y Aquilino Duque en ABC hablaba en términos diferenciales: la nueva derecha, si es que lo es en absoluto, es una derecha impugnadora de la derecha, la derecha que le ha salido respondona a la derecha. Por aquellas fechas aparecía un libro, titulado La nueva derecha en una descuidada traducción española, con textos de Alain de Benoist, y posteriormente, la recopilación de Carlos Pinedo con trabajos de Benoist y Faye. De este libro, fundamental en la introducción –y fallida evolución– en España de este movimiento ideológico, hablaremos en un próximo artículo. Lo único que de momento cabe ya señalar es la recentísima publicación por parte de Áltera de una nueva antología del pensamiento de Alain de Benoist que, editada por Javier Ruiz Portella y traducida por Alejandro Salvatierra, ya ha sido ampliamente comentada en varios artículos publicados en este mismo periódico. Su interés estriba en particular en que permite al lector descubrir toda la evolución del pensamiento de este insigne ensayista: desde sus primeros textos de los años setenta hasta los de más inmediata actualidad.
 
La Nueva Derecha, liderada intelectualmente por Alain de Benoist, aparecía así bien pertrechada ideológicamente, joven y resueltamente moderna, muy difícil de asimilar, por tanto, a las versiones derechistas conocidas: a saber, una derecha economicista, gestionaria y abierta a las mutaciones ideológicas del igualitarismo y del universalismo; y una vieja derecha nostálgica, crispada en sus rencores, errores y prejuicios. En este marco, el “neoconservadurismo” de importación americana sólo fue una reacción de los valores tradicionales contra la caduca modernidad. La “nueva derecha”, sin embargo, explora los caminos abiertos por los autores de la Revolución conservadora alemana para ofrecer una alternativa distinta a la tradicional dicotomía izquierda-derecha. Autores representativos de esta corriente de pensamiento, como Heidegger y Jünger, calificaron de “interregno” al período en el que se dilucidará cuál de las dos concepciones, el neoconservadurismo de derechas o el de izquierdas, encuentra su máxima expresión en el mundo de las ideas políticas: la consecución de una regeneración histórica y cultural o la culminación de las utopías igualitarias.
 
La debilidad de la derecha clásica estriba en su inclinación al centrismo y a la socialdemocracia (“la seducción de la izquierda”), en un frustrado intento por cerrar el paso al socialismo, simpatizando, incluso, con los únicos valores posibles de sus adversarios (igualitarismo, universalismo, falso progresismo). Un grave error para los que no han comprendido jamás que la acción política es un aspecto más de una larvada guerra ideológica entre dos concepciones del mundo completamente antagónicas.
 
En fin, la derecha tradicional no ha captado el mensaje de Gramsci, no ha sabido ver la amenaza del poder cultural sobre el Estado y como éste actúa sobre los valores implícitos que proporcionan un poder político duradero, desconociendo una verdad de perogrullo: no hay cambio posible en el poder y en la sociedad, si la transformación que se trata de imponer no ha tenido lugar antes en las mentes y en los espíritus. O bien se apuesta por el “neoconservadurismo consumista”, industrial y acomodaticio, o bien recreamos una “revolución conservadora” con patente europea que, en frase de Jünger, fusione el pasado y el futuro en un presente ardiente.

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