La tontería predominante

Compartir en:

Entendemos por pensamiento débil aquel que relativiza o trivializa un concepto, una idea o un asunto que requeriría una mayor profundidad o rigor al ser dilucidado o expresado. Y dado que este tipo de pensamiento es el más extenso en la sociedad actual, especialmente en la española, voy a intentar analizar, con la participación de los lectores, a los que sugiero que escriban sus ideas en el apartado de comentarios, qué se esconde detrás de ciertos postulados reiteradamente escuchados en la época actual. No haré referencia al relativismo de los intelectuales progresistas porque este ya está cargado de tanta manipulación, y segundas intenciones, que no es necesario ni desgranarlo. Vayamos entonces a preceptos defendidos con “enjundia” por parte del pueblo llano y de sus clases medias.

Ejemplos de rigor intelectual ante determinadas preguntas al uso:
-          ¿Es partidario de prohibir el burka?
-           Las monjas también llevan velo y no pasa nada.
-          ¿Cree que se deberían prohibir los minaretes de las mezquitas como en Suiza?
-          1: ¿Eso qué es? 2: Pues si hay campanarios ¿por qué no puede haber minaretes?
 
-           ¿Por qué va a volver a votar a Zapatero?
o        ¿A quién vas a votar si no?
o        Es que la oposición sólo crítica y no propone nada.
o        Es que la crisis es internacional y se la ha encontrado él. Los otros hubieran hecho lo mismo o peor.
o        La culpa es de Aznar que hizo la política del ladrillo, y él se lo encontró ya mal.
o        Es que no le han dejado gobernar, para la oposición todo lo hace mal.
o        Porque es el que defiende a los trabajadores.
o        Porque la derecha es para los ricos.
 
-          ¿Usted que se siente más español o catalán? (pregunta a un ciudadano nacido en Cataluña hijo de padres inmigrantes vendos de algún lugar de España).
Igual, tanto español como catalán.
¿Cree que Cataluña tendría que ser independiente? Hombre, no, pero claro, si el gobierno no le da lo que le pertenece pues a lo mejor hay que pensárselo, aunque a mí no me gustaría.
¿Habla catalán? Es que en casa no lo hablamos, yo lo entiendo y bueno, si hay que hablarlo se hace lo que se puede.
Y ¿a qué partido votará en las próximas elecciones autonómicas? A los socialistas, es que ¿a quién vas a votar? Los del PP son anticatalanes.
 
-          ¿Usted está a favor del aborto libre? No, del aborto libre, no, yo solo cuando sea un caso muy especial. Y ¿a qué partido vota? A los socialistas. Y ¿ya sabe que los socialistas han aprobado una ley que permite abortar libremente durante los tres primeros meses? Bueno, ya, pero claro, es que si una mujer no quiere tener un hijo, ¿cómo le vas a obligar a que lo tenga?
-          ¿Se acuerda del chapapote de Galicia y del “Prestige”? Claro que me acuerdo, ¿quién cree que tuvo la culpa de aquello? Pues el PP y el ministro ese que gobernaba. Entonces del vertido de petróleo del golfo de México en Estados Unidos ¿cree que la culpa la ha tenido Obama? Hombre, pues no, porque el hombre ha estado allí haciendo lo posible para que se solucionara.
-          ¿Cree que hay demasiada inmigración en su barrio? Pues sí, cada vez más, todas las tiendas que antes eran de gente de aquí ahora son de extranjeros, va a llegar un momento que parezca que vivas en otro país. Y usted ¿a qué partido vota? A los socialistas. Y ¿sabe que los socialistas regularizaron a un millón de trabajadores ilegales? Pues sí, la verdad, mal hecho, pero claro si ya los tienes aquí a lo mejor es mejor así.
 
Podríamos llenar cien páginas con ejemplos de este tipo surgidos de conversaciones escuchadas alrededor de estos temas.
 
Esto es con lo que nos encontramos, un magma de arbitrariedades e incoherencias propio de niños de cuatro años. Opiniones que cambian y se adaptan en segundos, veleidades conceptuales,…  Pero ¿qué hay detrás de esta militancia relativista? ¿Por qué hay tanto temor a mantener una posición de origen cuando se la confronta con los actos o fechorías de los adalides del pensamiento correcto? ¿Cómo han conseguido condicionar la mente de las personas “normales” que, muchas veces y de manera espontánea, tenían un criterio sensato sobre los temas que afectaban a sus vidas?
 
Una sociedad trivial, trivializada mejor dicho, es una ruina en potencia. ¿Cuáles son los hilos que nos manejan? ¿Qué patrañas astutas y perversas debilitan el psiquismo de la gente?
 
Ahora todo se juega en ese terreno, en el de la indiferencia, en el de la decadencia, en el del nerviosismo ansioso y el infantilismo insensato.  ¿Entienden por qué las posiciones claramente definidas corren el riesgo de ser completamente minoritarias? O ¿por qué los postulados contrarios a lo que hoy en día triunfan deben aparecer camuflados también de titubeo ideológico?
 
¿Cómo se combate todo esto? Lanzo una idea: volver a despertar la pasión por las esencias devolviendo a los individuos la responsabilidad sobre su vida y la de sus países.

Todos los artículos de El Manifiesto se pueden reproducir libremente siempre que se indique su procedencia.

Compartir en:

¿Te ha gustado el artículo?

Su publicación ha sido posible gracias a la contribución generosa de nuestros lectores. Súmate también a ellos. ¡Une tu voz a El Manifiesto! Tu contribución, por mínima que sea, dará alas a la libertad.

Quiero colaborar