Los NINIs. Ni estudian, Ni trabajan, Ni nada. ¿Por qué?

Compartir en:

Son los NINIs, esos nenes, jovencitos ya, que ni estudian, ni trabajan, ni hacen nada… Salvo dejarse envolver por la Nada. ¿A qué se debe y quién tiene la culpa? Para analizarlo hay que remontarse al origen de las consecuencias, ahí donde cabría también llamarle curlings, que es ese aburrido deporte que tanto entusiasma a escoceses, canadienses y nórdicos en general, y de cuya existencia nos percatamos existencia cuando toca olimpiadas y se cuela en nuestras pantallas.

¿En qué consiste el curling? En que un jugador con estilo de tirar bolos lanza una roca ovalada con una empuñadura similar a la de una plancha, y lo hace hacia el centro de la pista con el objetivo de que su piedra llegue a una circunferencia allí dibujada y no se salga de ella. Mientras la roca-plancha se desliza, las cenicientas del equipo van por delante a toda pastilla barriendo y puliendo el suelo de toda partícula que lo obstaculice, a fin de que ésta se deslice mejor,  llegue a la meta y, si puede, desplace a las otras que allí se encuentran.

 Esa extraña piedra que lanzan me recuerda a esos pobres niños víctimas del celo extremo de sus padres, pues a medida que avanzan van limpiándoles y asegurando el recorrido que les queda, para que no choquen, no se golpeen, no se hagan daño… En definitiva, para que no tropiecen allí donde sus padres ya lo hicieron.
 
La vida es un camino lleno de obstáculos, donde es importante aprender de los errores que se cometen. A través de éstos se forma la persona, y es allí, durante el recorrido y las dificultades, cuando se forja el espíritu de superación y el carácter. Los padres que protegen demasiado a sus hijos y nos les dejan cometer sus propias equivocaciones, no les preparan para afrontar la realidad, les conducen hacia la eterna derrota. Esos niños no están en condiciones de afrontar el fracaso, ya que no lo reconocen, y cuando éste llega —inevitable y apoteósico— a edades posteriores, les crea un profundo sentimiento de angustia y malestar difícil de superar. Muchos de esos niños luego se convierten en jóvenes débiles y egoístas que no están preparados para la vida en sociedad, ya que no entienden las reglas del juego.
Añadamos a ello que las nuevas generaciones crecen frente a ordenadores, encerrándose en su propio mundo, lo que les desnaturaliza y les hace más insensibles al “exterior”. Carne de cañón de una sociedad zombi de masas sin personalidad, sin creatividad y muy fácil de manipular (parece como si Lenin y Trotsky al final se hubieran salido con la suya). Hornadas enfermas de ego y de una felicidad que no acaba de llegar, portadores de un alma vacía —o vaciada— y que para consolarla intentan suplantarla con atractivos objetos que no necesitan. Éste es el mundo egoísta y material que hemos creado. No se puede culpar de todo a los que les toca heredar, la esos insaciables NINI que no son más que una parte del proceso de nuestra descomposición.
 
“Nos quejamos mucho, actuamos poco”, decía sir Arthur Conan Doyle (raro que no fuera español…), y añadía: “Perfecto es quien vive sin enojos y muere sin quejas”. Los progenitores de los curlings, de los NINIs, es decir, los padres de más de 700.000 jóvenes españoles, están lejos de poder acusar con el dedo y declararse libres de culpa. Esos “niños” —sus hijos— son el resultado de sus errores, y si sus nenes o sus ninis siguen manteniendo su “estilo” de vida ociosa, es gracias al dinero-trampa de papá y mamá, a la cama, al plato y la lavadora. Tan sólo una contundente decisión paternal que ponga fin a las subvenciones, o una situación adversa que los ponga al límite y en peligro les hará reaccionar.
No espere usted que Zapatero o Rajoy lancen una solución mágica. Confíe más en Darwin y Nietzsche. Selección natural y lo que no le mate le fortalecerá. Cuando las hipotecas ahoguen, cuando el dinero no llegue ni para la mitad del mes, cuando no se pueda regalar el vicio, la sociedad en su conjunto tendrá que dejarse de milongas, abrocharse el cinturón, adaptarse a los nuevos tiempos y volverse a reinventar. O perecer de una vez por todas y dejar paso al enemigo del sur, pues ya saben ustedes: “la tierra no es de nadie, sino del que la conquista”, y hay quien ya está dentro sobreviviendo, superándose a diario y aguzando el ingenio, reclamando derecho a botín y pernada… ¡Y esperando el día!

Todos los artículos de El Manifiesto se pueden reproducir libremente siempre que se indique su procedencia.

Compartir en:

¿Te ha gustado el artículo?

Su publicación ha sido posible gracias a la contribución generosa de nuestros lectores. Súmate también a ellos. ¡Une tu voz a El Manifiesto! Tu contribución, por mínima que sea, dará alas a la libertad.

Quiero colaborar