Libia y Costa de Marfil: ¿buenos demócratas contra malvados dictadores?

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Libia está constituida fundamentalmente por dos provincias desérticas: Tripolitania y Cirenaica, unidas por una carretera en la costa a lo largo de la cual se están llevando a cabo escaramuzas que nada tienen que ver con lo que los periodistas califican pomposamente de “combates”. En cada una de ambas provincias domina una coalición tribal. Desde la independencia obtenida en 1951 hasta la toma del poder por parte del coronel Gadafi en 1969, fue Cirenaica la que ejerció el poder. Luego el dominio pasó a Tripolitania.

La revuelta es un fenómeno permanente en Cirenaica, y especialmente en torno a las ciudades de Benghazi y de Dernah. Las autoridades francesas han reconocido a sus dirigentes como a los únicos representantes del “pueblo de Libia”. Algo así como si, habiéndose alzado Cataluña contra Madrid, París reconociera a los delegados de Barcelona como los únicos representantes del pueblo español.
 
Reducidos a sus únicas fuerzas, los rebeldes de Cirenaica han demostrado que son incapaces de conquistar Tripolitania o incluso de mantener sus posiciones. Por ello sólo caben dos soluciones a esta guerra:
 
1) La “coalición” interviene a fondo, luchando en tierra, como ya lo están haciendo las fuerzas especiales norteamericanas, con el fin de permitir que los rebeldes avancen y acaben con el coronel Gadafi. El problema estriba en que el mandato de la ONU no autoriza a las “potencias del bien y de la moral” a inmiscuirse tan profundamente en la guerra civil libia.
 
2) Como desde el primer día lo pide la Unión Africana, se emprenden negociaciones, pues de todas formas la aviación de la OTAN impedirá a las fuerzas del coronel Gadafi reconquistar Cirenaica.
 
Costa de Marfil
 
En Costa de Marfil, donde el enfrentamiento no es tribal, sino étnico, el país está más dividido que nunca en dos, y como era desgraciadamente de prever, las matanzas están adquiriendo dimensiones de auténtico cataclismo. Una ofensiva relámpago, de la que pronto se conocerán los detalles y los padrinos, les ha permitido a las fuerzas nordistas llegar hasta Abidján. Sin embargo, aunque se viera confirmada el predominio militar de los partidarios de Alassane Ouattara, no por ello quedaría resuelta la crisis de Costa de Marfil.
 
En efecto, si para la prensa occidental esta victoria anunciada es considerada la del presidente “democráticamente elegido” frente al presidente ilegítimo, para el 46% de la población que votó a Laurent Gbagbo la explicación es distinta: ayudado por Francia y Estados Unidos, el conjunto nordista musulmán ha reanudado su expansión hacia el océano que había quedado bloqueada durante el interregno colonial.
 
En realidad, el principal factor geopolítico a escala regional está constituido por la fractura Norte-Sur entre, por un lado, el mundo del Sahel abierto y tradicionalmente estructurado en jefaturas tribales, por un lado, y, por otro lado, el mundo litoral, selvático en el Oeste y lacustre en el Este, poblado por etnias políticamente compartimentadas. Y como la vida política es algo que no puede dejar de lado la realidad de la geografía y de la historia, la crisis nunca se podrá resolver con soluciones que no tengan en cuenta dicha realidad.
 
© Novopress

 

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