Disidencia perfecta. La "Nueva derecha" y la batalla de las ideas

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Surgida en Francia en el fragor revolucionario del año 1968, marginada y demonizada por los mandarines de la cultura oficial, la llamada “Nueva derecha” francesa y europea es un fenómeno prácticamente desconocido en España. Una situación que tal vez cambie en parte, tras la publicación en nuestro país del libro “Disidencia Perfecta. La Nueva derecha y la batalla de las ideas” (Ediciones Áltera 2011).

Se trata de uno de los estudios más globales, pormenorizados y profundos de cuantos sobre este tema se han realizado, no sólo en España, sino también en toda Europa. Entrevistamos a su autor, Rodrigo Agulló, para que nos aclare el objeto de este libro.
 
El Manifiesto: ¿Qué es la “Nueva derecha”?
 
R: Es una corriente de ideas nacida en Francia en el año 1968, y que desde entonces no ha cesado de evolucionar en un discurso irreverente frente a los dogmas y vacas sagradas del conformismo actual. Se trata de la única escuela original de pensamiento surgida fuera del campo de la izquierda desde del fin de la segunda guerra mundial; posiblemente constituye la más articulada, coherente y profunda andanada jamás lanzada contra el discurso de valores dominante.
 
El Manifiesto: ¿Porqué la “Nueva derecha”? ¿Se trata de una corriente de derechas, de extrema derecha, o de una corriente “tercerista”?
 
R: El apelativo“Nueva derecha”no fue elegido, sino impuesto por los medios de comunicación franceses en 1979; es por tanto inapropiado para definir el fenómeno, pero es el que ha perdurado. Dicho lo cual, es preciso señalar que esta corriente de ideas nace en el entorno de la derecha radical francesa de los años 1960, como reacción frente al anquilosamiento ideológico de ese sector y frente a la esterilidad del activismo político. Pero al cabo del tiempo – y aquí reside lo específico de este fenómeno – su discurso fue evolucionando, para trasmutarse en algo diferente.
 
Sobre lo que hoy sea ese “algo” es materia de amplia discusión. A título provisional digamos que recoge elementos tanto de la derecha como de la izquierda – ideas de izquierda, valores de derecha dicen algunos– pero no para caer en un eclecticismo o en un liberalismo descafeinados, sino para elaborar una visión auténticamente alternativa y auténticamente radical; radical en el sentido no de “extremista”, sino en cuanto que va a la raíz de los problemas con todas sus consecuencias. 
 
El Manifiesto: ¿Cuáles son las líneas esenciales de ese discurso?
 
R: Son múltiples y variadas en su importancia  – no en vano es una corriente con más de cuatro décadas de historia. Resumiendo, podemos decir que en su “núcleo duro” figura su vocación decididamente europea, su convicción de que las identidades colectivas son la riqueza de la humanidad, su apuesta por la participación democrática frente a todo tipo de totalitarismo, su concepción orgánica del vínculo social frente a la sociedad de mercado, su reivindicación de la vía comunitaria frente al individualismo, su defensa de un sentido de lo sagrado frente al “desencantamiento” del mundo, su preferencia por una “ética del honor” frente a la moral del pecado, su adhesión a un ideal de excelencia frente a la mediocridad igualitaria, su preocupación ecológica frente a la destrucción de la tierra. En suma: su visión no materialista frente al utilitarismo reinante.
 
Si tuviéramos que resaltar algún aspecto – o quizá aquél sobre el que más incidimos en nuestro libro– sería la apuesta por el mundo entendido como pluriverso, es decir, como una diversidad de culturas y de pueblos. La Nueva derecha apuesta por una globalización alternativa, frente a la visión unidimensional impuesta por una oligarquía trasnacional globalizada. Debemos subrayar también su vocación europea: su idea de una Europa entendida no como ente inmutable, sino como gran proyecto histórico- cultural con identidad propia; y ello frente a esta Europa incolora y aséptica pilotada por la tecno-estructura bruselense, programada para diluirse en el limbo de un gran mercado mundial.   
 
El Manifiesto: ¿Qué es lo que sitúa a la Nueva derecha en una posición de marginalidad, de extrañamiento casi absoluto con respecto a todas las otras familias ideológicas?
 
R: Básicamente, que es la única corriente de pensamiento que se sitúa fuera de la visión que, en el fondo, comparten todas las otras ideologías– incluso las aparentemente más contrapuestas. Es la única que se sitúa fuera del economicismo: de la idea de que la economía es el destino o el hecho social por excelencia. Prácticamente todas las ideologías hoy en liza, desde la extrema izquierda a la derecha, comparten una común esencia pequeño-burguesa: la promesa de un paraíso terrestre hecho de “bienestar” y de oportunidades de consumo. La Nueva derecha denuncia la sociedad de consumo: ese mundo en el que todo tiene un precio, pero nada tiene valor.
 
Igualmente se sitúa fuera del universalismo, y en eso contrasta con las ideologías dominantes, en las que todas – incluida la extrema izquierda – son aliadas objetivas de la globalización neoliberal. Algo que no siempre se dice.
 
Otra gran diferencia es que se trata de la única corriente que se sitúa fuera del mito del “progreso”, el gran eje ideológico de la modernidad. Se trata de un discurso que se sitúa fuera o contra la modernidad. Pero – y esa es otra de sus originalidades– lo hace adoptando enfoques y metodologías incuestionablemente modernas, llevando hasta sus últimas consecuencias la problemática de la modernidad, para subvertirla. No en vano es hija de su tiempo, y recoge buena parte de la carga ideológica post-1968. En este sentido podría calificarse también de derecha posmoderna.
 
Aparte de ello, la Nueva derecha es la única que, hoy por hoy, osa criticar “vacas sagradas” como la ideología de los “derechos humanos”. Pero se diferencia de la extrema derecha y del fascismo en cuanto se opone a cualquier forma de totalitarismo o de autoritarismo, es ajena al nacionalismo o al racismo, defiende las libertades y apuesta por el pluralismo social, ostentando así un liberalismo de talante (que no de ideología).
 
El Manifiesto: Algunos piensan que la Nueva derecha es un movimiento “neopagano”. ¿Hay algo de cierto en eso?
 
R: Es cierto que durante su primera época reivindicó todo un legado cultural pre-cristiano como parte de la herencia de Europa. También desarrolló un “neopaganismo” estrictamente filosófico– alejado por tanto de cualquier connotación sectaria. Pero de ningún modo puede decirse que sea un movimiento neopagano, sino plural en cuestiones religiosas: en su seno han coincidido cristianos y agnósticos, “neopaganos” y ateos. Como nota común, se mantiene una reivindicación del sentido de lo sagrado como parte consustancial de la experiencia humana. Hoy en día, del paganismo se retiene preferentemente su sentido ético. Si hay algo que le cause rechazo son las “religiones a la carta” de la posmodernidad: la banalización de la religión como objeto de consumo. 
 
El Manifiesto: La Nueva derecha ha sido marginada, demonizada, acusada de ser un intento sibilino de relegitimación del fascismo. ¿Qué hay de todo eso?
 
R: Son acusaciones propias del adocenamiento mental de nuestra época. Todo lo que se salga del progresismo a la moda, o del consenso liberal-libertario – liberal en lo económico, libertario en moral y costumbres – que constituye la ideología de la globalización, será indefectiblemente acusado de fascista. Por otra parte, la izquierda es un medio en general dogmático y de reflejos paranoicos: necesita mantener el fantoche del “fascismo” para alimentar su hegemonía y la ilusión de que mantiene una “lucha”. Acostumbrado a un dominio cultural de décadas, el pensamiento de izquierdas es enormemente conformista: frente a lo que no le gusta reacciona no con argumentos, sino desde la indignación y la condena moral.
 
En el caso de la Nueva derecha lo más llamativo no es que se discrepe, sino que, en vez del análisis, prime la actitud autosuficiente del “desenmascaramiento”: un enfoque típico de los “fascistólogos” profesionales. En este sentido los neoderechistas son bastante más liberales que sus adversarios: nunca ha cesado de reclamar la aparición de una “nueva izquierda” con la que mantener un debate de ideas. Empeño inútil: vivimos bajo la doble tenaza de la corrección política y del pensamiento único. Y cuando alguien viene con cuestiones incómodas, se dice que es “fascista” y se cierra el debate.
 
La Nueva derecha ha tratado de poner las cosas en su sitio, marcando sus distancias con aquellos que pretendan manipular sus ideas con otros fines. Pero aparte de eso, se ha limitado a proseguir su itinerario con coherencia, sin preocuparse demasiado por la búsqueda de una “respetabilidad” que tampoco va a llegar. El ostracismo es en nuestros días garantía de libertad.       
 
El Manifiesto: ¿Qué cuestiones incómodas plantea la Nueva derecha?
 
R: Entre otras, todas aquellas sobre las que hoy pesa una interdicción dictada por la corrección política. Cuestiones como la existencia de una identidad europea, el re-examen de toda una tradición cultural hoy “maldita”, el multiculturalismo y la inmigración, el racismo y el antirracismo, la utopía del mestizaje universal, el populismo, la llamada “crisis de valores”, las desigualdades humanas. Ese es quizá el mayor atractivo de la Nueva derecha: su disponibilidad para hablar de todo y para discutirlo todo, sin frenos ni tapujos. Ocurre que para la corrección política muchos de esos temas sencillamente no existen porque no deben existir. Se produce así un “extrañamiento” entre el discurso oficial y la realidad. Deberían tener cuidado: puede que un día la realidad acabe estallándoles en la cara.
 
El Manifiesto: La sombra de la revolución de mayo 1968 parece que es una constante a lo largo de todo el libro. ¿A qué se debe?
 
R: Bueno, la Nueva derecha nace en 1968 y está marcada por esa época. En cierto modo hoy es la única continuadora de muchos temas enarbolados por la izquierda de entonces – tales como la crítica al consumismo y a la sociedad del espectáculo – y que posteriormente fueron abandonados por esa izquierda al convertirse al liberalismo libertario. Por ello no es extraño que haya izquierdistas o neo-marxistas coherentes que, más allá del sectarismo, sí han entablado un diálogo con la Nueva derecha.
 
La presencia de 1968 parte de una constatación: es el elemento clave a partir del cual podemos entender el mundo en el que vivimos, marca el umbral de transición hacia un capitalismo post-burgués y post-proletario. 1968 fue una revolución sí, pero no contra los patrones, sino contra los padres (entendidos éstos en sentido amplio de herencia cultural ancestral). La Nueva derecha adopta un enfoque inverso: si en un futuro revolución tuviera que haber – las palabras tampoco deben asustar – lo lógico sería que se hiciera  no contra los padres, sino contra los patrones.  
 
El Manifiesto: ¿Para que sirve hoy la Nueva derecha?
 
R: Para ofrecer instrumentos de comprensión del mundo en el que se vive. O para darse el gusto de asomarse a un auténtico debate de ideas, en una época en la que éstos casi no existen. O para levantar el vuelo del nivel pedestre de las polémicas cotidianas: algo especialmente cierto en el caso de España, donde casi todos los debates de fondo consisten en arrojarse muertos a la cara, o en la tabarra de los nacionalismos carpetovetónicos.
 
Sobre todo, sirve para proporcionar instrumentos de auténtico análisis crítico más allá de las banalidades buenistas y bienintencionadas al uso (el reciente libro de Stéphane Hessel es un ejemplo). Para pasar al nivel de una crítica práctica debe siempre disponerse de una crítica teórica. Sin ello, cualquier movimiento de protesta está condenado a girar en el vacío; el caso reciente de los “indignados” es un buen ejemplo.
 
El Manifiesto: Entonces, ¿la Nueva derecha tiene la solución?
 
R: No. Es importante decir que no se trata de un programa político o guía para la acción, mucho menos de un recetario o catecismo salvador. Se trata más bien de una tradición de debate intelectual, abierta a una pluralidad de ideas, que señala pistas de reflexión crítica pero que muchas veces no propone remedio alguno. Y otras veces incurre en lo que a nuestro juicio son exageraciones o pasos en falso. En este punto conviene aclarar que nuestro libro es un ensayo crítico, ajeno a cualquier tipo de militancia. Lo que sí se garantiza es que los asuntos sobre los que reflexiona son el auténtico tema de nuestro tiempo: los que de verdad conciernen a los ciudadanos europeos del siglo XXI.
 
El Manifiesto: ¿A que tipo de lectores se dirige este libro?
 
R: A todos aquellos que sientan, aunque sólo sea de forma instintiva, que “algo no va bien”, y que ese “algo” tiene poco que ver con el partido que gane las próximas elecciones. A todos los que estén hartos de banalidades y de lugares comunes. A todos a los que les repugne el buenismo y el pensamiento desnatado. A todos los que se interesen por el debate de ideas, y busquen ver desafiadas sus propias convicciones. A todos los que piensen que, más allá de la división entre derechas e izquierdas se dibuja una nueva fractura: la que separa a los que están conformes con el actual orden de cosas de los que no lo están.
 
A quienes no va dirigido: a los dogmáticos. A los sectarios. A los que sólo busquen un arsenal para reforzar sus prejuicios. A los incapaces de un mínimo pensamiento abstracto. A los que sólo se interesen por insultos y fulanismos. A los que sólo les preocupe saber quien va a ganar las próximas elecciones. A los que piensen que es lo mismo nacer en Europa que en Corea o en Gabón. Todos esos, mejor que se abstengan.

Lea el primer capítulo. Encargue aquí el libro.

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