A los de izquierdas se refiere. Los otros son más clásicos

Meapilas

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En eso ha terminado la izquierda, que al entrar al galope en la historia universal descacharrándolo todo esgrimía la bandera del amor libre. Fue éste matraca repetida hasta la saciedad en los años de la Segunda República y la guerra que la remató.

Dicen que los milicianos follaban sin soltar la metralleta y que las milicianas no se andaban con repulgos. Los progres, en su deriva conservadora, han arriado ese estandarte. Su puritanismo atufa. ¿No tienen contra Berlusconi más argumento que el del bungabunga? En julio de 1960 me separé de mi primera mujer. Militaba yo entonces en el Partido Comunista. Mi superior jerárquico me conminó en la cafetería Montana a volver de inmediato al domicilio conyugal, porque los comunistas, dijo, “debemos dar ejemplo de respetabilidad burguesa”. Pasmoso. En octubre del 63, estando yo en la cárcel junto a gentes que luego serían de relumbrón, el responsable del Partido me acusó de llevar una vida inmoral, porque iba de novia en novia, y nos abroncó a todos por hacernos pajas con el argumento de que la masturbación degrada a quien recurre a ella y es impropia de comunistas. Tan infame beaterío, lejos de desaparecer, ha ido a más. Ahora quieren prohibir esos anuncios, tan divertidos, en los que dan pábilo a la mecha de la ingle las profesionales del oficio más antiguo del planeta.  En cierta ocasión leí uno que decía: “bizca fogosa”. ¡Fantástico! La corrección política es el nuevo rostro del viejo puritanismo. Pretende éste que todos los varones hagamos voto de pobreza, obediencia y castidad. Con las mujeres, de momento, la manga es más ancha. ¿Por qué será? ¿Discriminación positiva, cuestión de cuota, galantería, alergia a los huevos? Bromeo, pero no tiene gracia. La izquierda, si sigue en el machito, aplicará la pena de muerte civil a quien no se la corte. Los meapilas tienen púlpito en la tele. Son como Savonarola, el padre Venancio Marcos, el obispo Tihamer Toth y Amparo (la vidente mariana de El Escorial). La Rajola, incesante, cual tortura de gota de agua, raja. Monseñor Dapena, que llama Plural a un medio de intoxicación especialista en lo contrario, fue miembro (con perdón) del Opus o tal se dice.  Sor María Antonia, a la que el buen Campmany llamaba, con crueldad, de un modo que yo, por piedad, no voy a repetir, se arrodilla el domingo en su apellido. Entre los tres convierten La Noria en la Rota. Es sólo un ejemplo. Non ragionam di lor. Guarda e passa. ¡Viva el paganismo!
 
© El Mundo

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