Gran película filosófica de Terrence Malick

El árbol de la vida

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Estamos ante una gran apuesta del introvertido y escurridizo, director y guionista Terrence Malick. Este antiguo profesor de filosofía nos ha sorprendido en varias ocasiones con sus apuestas artísticas, cabe citar “la delgada línea roja” nominada a los Oscars o “Días del cielo” galardonada en Cannes.

En el 2011, quien quiso doctorarse en Heidegger, lanzó a las pantallas una obra digna de dicho autor. Si la contraposición entre una naturaleza pura y unas pulsiones humanas destructivas es una constante en el arte “panteísta” de Malick, ahora nos lleva mucho más lejos en esta gran película titulada “El árbol de la vida”, y por supuesto no hay que obviar el prestigioso reparto con  Brad Pitt y Sean Penn a la cabeza que ha sido nominado a varios premios y galardonado por muchos otros.
Oscars: Nominada a Mejor película, director y fotografía
Festival de Cannes: Palma de Oro – Mejor película
Premios Gotham: Mejor película (ex-aequo)
Círculo de críticos de Nueva York: Mejor actor (Pitt), actriz sec. (Chastain) y fotografía
Asociación de Críticos de Los Angeles: Mejor director, fotografía y actriz sec.
Críticos de Chicago: Mejor película, director, actriz sec. (Chastain) y fotografía
Satellite Awards: Mejor guión original y actriz secundaria (Chastain). 4 nominaciones
Online Film Critics Society: 5 premios, incluyendo Mejor película y guión
Critics Choice Awards: Mejor fotografía (ex-aequo). 5 nominaciones
Nominada Premios David di Donatello: Mejor película extranjera
Se nos sitúa en los Estados Unidos de los años 50, donde Jack vive en un entorno familiar cuasi maniqueo en el que las dos potencias antagónicas están representadas por sus dos progenitores, este navegar por dos aguas marcará el carácter posterior del niño. La vida familiar es atravesada por la muerte de uno de los hijos cuando contaba con sólo 19 años de edad. La tragedia de lo humano, la angustia de saberse mortal, y por lo tanto la toma de consciencia de la verdadera dimensión de la existencia humana queda patente en la película. La figura de la muerte no aparece como la alegoría del final de un largo camino al que se llega agotado de experiencias. La muerte aquí aparece como compañera de viaje, como posibilidad constante de nuestra vida y de la vida de todos y cada uno de los que nos rodean. La muerte arrancó de una familia a un hijo joven cuyas ilusiones empezaban a gestarse.
El claro corte existencialista heideggeriano de la película queda patente con la evidencia ontológica del SER-PARA-LA-MUERTE. El ser perecedero es algo constitutivo de la esencia humana, y dar la espalda a este espíritu trágico es negarnos lo que somos. La apuesta de Malick es profunda y por ello no puede limitarse al marco que impone una película en el sentido estricto de lo que supone. Así pues, el mensaje requiere la necesidad de desbordar lo cinematográfico e invadir el espacio de lo poético, por lo tanto ante nosotros está una obra poética en imágenes.
Como decíamos, es la dimensión humana lo que se nos evidencia. Malick nos aplica una tradición de austeridad existencial propia de la severidad romana, tradición que consistía en recordar a los generales victoriosos que su naturaleza distaba mucho de la divinidad. Ante el hombre moderno divinizado, “El árbol de la vida” es un poema épico de aquel que sabiéndose contingente predica la finitud de los días. La vanidad humana se amortaja y se agita profundamente en nuestras entrañas cuando contemplamos la película.
Hemos visto cómo a la familia protagonista (los O´Brien) la guadaña les siega una vida joven, con ello se nos da a entender la contingencia de nuestra vida con afirmaciones tradicionales “lo que Dios te da, Dios te lo quita”, “Polvo eres y en polvo te convertirás”… Pero todo eso no es suficiente para Malick, además quiere situar el drama en su verdadero contexto, en el marco de la VIDA y su carácter universal.
Los O´Brian son situados  en la creación, el actuar humano introducido en el devenir de los tiempos, en la creación del universo, en las potencias naturales y en los millones de años de cosmos en los que nosotros somos poco más que una mota de polvo. ¿Dónde queda nuestra vanidad si consideramos la verdadera dimensión  de lo que nos rodea? ¿Qué es cada latido de nuestro corazón si consideramos el universo en su totalidad? NADA y TODO. NADA cuando nos situamos en el discurso de Malick en el que nos muestra esas impresionantes imágenes de creación de estrellas, espacios naturales milenarios y otros proyectos de vida como pueden ser los dinosaurios. Pero TODO cuando nos situamos en las lágrimas de la madre cuyo hijo ha muerto en la flor de la vida, porque polvo somos y al polvo vamos, pero polvo es lo único que tenemos y el polvo amamos.
No somos nada, pero esa nada es lo único que tenemos, considero que este es el mensaje de Malick. Un atentado contra la vanidad, la destrucción del ego de aquel que, divinizándose se considera más que una simple mota de polvo. “El árbol de la vida” es una potente obra contra el hombre moderno.
“Conócete a ti mismo y conocerás el todo” máxima délfica que pretendía introducir lo humano en la totalidad del proyecto cósmico, este ejercicio impone la película que aquí tratamos y también hay alguna respuesta… Polvo, nada y muerte, eso somos eso es el mundo y esa nuestra grandeza.

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