No en todas partes cuecen habas

The Hollow Crown

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En Francia la literatura es la tercera religión con más adeptos, después del paté y el islam. En Alemania, la música y la filosofía allá se andan. El único signo común de identidad nacional en Italia es la ópera. En Inglaterra, ni la abadía de Westminster y ni el arzobispo de Canterbury tienen la mitad de prestigio que el teatro. Por esa razón es posible (ha sido posible), la serie The hollow crown, adaptación en cuatro capítulos para la BBC de la Tetralogía Lancaster de William Shakespeare, compuesta por Ricardo II, las dos partes de Enrique IV y Enrique V.

Posible es la palabra. Sólo desde el amor y el respeto por una obra literaria, el esmero en su producción y dirección, el entusiasmo de muchos profesionales entregados con generosidad a su tarea y el talento de unos actores impecables (ingleses, claro),  es posible y puede alcanzarse esta celebración de Shakespeare y de la propia historia de Inglaterra, de la cual, por aquellas tierras, persisten contumaces en el orgullo. Sólo quienes aman su país y la literatura de su país están en condiciones de firmar y exhibir ante el mundo una serie como The hollow crown.

Ni es momento ni me apetecen las comparaciones, porque para deprimirse siempre hay tiempo. Hace demasiado frío y llueve demasiado en toda España para preguntarme, justo esta tarde, si la literatura es aquí la tercera o cuarta religión, qué tal vamos en música y en filosofía, cuánto estimamos la ópera y qué nivel tienen nuestras series "históricas" de televisión. "Cuestión de presupuesto", dirán algunos (esos "algunos" que acaban siempre siendo muchos). De acuerdo, dejémoslo ahí. Es una cuestión de presupuestos y nada más. Después de contemplar la interpretación de Falstaff que ejecuta Simon Russell Beale en la segunda entrega de la serie (Enrique IV), ya les digo: ningunas ganas de deprimirme tengo. Más bien al contrario. Jubilant am by Shakespeare.

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