A vueltas con un artículo

La pena de muerte y otras cosas

Compartir en:

Consideramos que el asunto no reviste mayor trascendencia, pero como J. J. Carrión insiste en publicar una nota-aclaración sobre su artículo “La calderilla del PP”, ello nos permite recordar diversos puntos.

El Manifiesto se reserva, como cualquier periódico, el derecho de publicar los artículos que recibe, ya sea íntegros o reproduciendo aquellas partes que le parezcan más interesantes y adecuadas al interés de sus lectores. De igual modo, el título, antetítulo, entradilla e imagen de todos los artículos corresponden a la Redacción del periódico.

Aclaramos asimismo que la Redacción de El Manifiesto decidió publicar el artículo de marras, pero obviando la referencia a la pena de muerte, pues nos pareció fuera de lugar introducir un tema tan polémico  en un artículo que, al versar sobre otro tema, sólo aludía a ello de pasada.

Además, en la línea del periódico no se contempla aprovechar el elevado grado de legítima indignación que hay en nuestra sociedad para servir de vehículo a planteamientos favorables a medidas tan radicales. Por una sencilla razón que nada tiene que ver, por lo demás, con el buenismo: se empieza hoy cortando la cabeza a los corruptos y se acaba mañana cortando… vaya usted a saber la de quién.

Si están ustedes leyendo esto, es que ha sido publicado, por lo que quiero hacer llegar a El Manifiesto mi agradecimiento.

Dado el “revuelo” armado con mis comentarios, me gustaría aclarar lo siguiente:

Mi comentario sobre la falta de libertad de expresión se basa en el hecho de que el artículo  “La calderilla del PP” fue publicado recortado, eliminando la frase final. Más que despecho, sentí sorpresa, dado el tono de muchos artículos aquí publicados -míos o de otros- que hablaban con mucha más libertad de la que suele haber  en otros medios.

No discuto -faltaría más- la decisión de la Redacción de publicar o no un artículo mío o de cualquiera, por la sencilla razón de que ellos deciden lo que se publica o no. Esto lo tengo muy claro, lo acepto y lo admito.

Lo que me sentó mal es que se empleasen tijeras en uno de mis trabajos: si se publica, se publica completo y si no se puede publicar entero -por las razones que estimen convenientes los redactores- no se publica. Y tan amigos. O bien, avisarme de que tal frase o argumento no es -lo repito; por las razones que se estimen convenientes- publicable. Entonces, yo decido si modifico o no el artículo. Y si se publica con esa corrección o no. Creo que esa decisión sí es mía.

En cuanto a la pena de muerte, por ejemplo Platón -que era más inteligente que usted y que yo-  en su “República” (no confundir esta Res-Pública, la cosa pública, con la otra república de salvajes semi-analfabetos quema- iglesias y mata -curas) establecía que  “a los perversos incorregibles se les castigará con la pena de muerte”.

El estado de derecho no funciona cuando unos no tienen ni para comer y a otros el Beluga les sale por las orejas. Debemos establecer quienes son esos perversos incorregibles, para acabar con ellos. Por la sencilla razón de que si no lo hacemos, continuarán poco a poco acabando con nosotros. Es un acto de justicia -que es una de las cuatro virtudes cardinales- y se basa en “aquello que debe hacerse según derecho y razón” (RAE). El derecho es simplemente redactar una ley que establezca los casos merecedores de esta pena y la razón es la facultad de discurrir; es decir,  “reflexionar, pensar, hablar acerca de algo, aplicar la inteligencia” (RAE) para que esa norma no sea usada como no se debe, sino al servicio del Estado y de sus ciudadanos ¿Dónde está aquí la tiranía?

Me gustaría que se platearan lo desesperado que tiene que estar alguien para suicidarse. O qué hacer cuando no se tiene dinero para comer. O cuando no se les pueden pagar los estudios a los hijos. O tantas otras cosas. Y que se pregunten quiénes son los responsables y por qué hemos llegado a esta situación. Quizás así entendieran algo de lo que está pasando en el mundo, porque creo que más de uno no se entera de lo que pasa. Y quiera Dios -de verdad, no se lo deseo- que no se encuentren en esa situación, que parece la única forma de que alguno, no todos, lo entiendan.

Por otro lado, ese apego a la vida de algunos no es otra cosa que puro materialismo y miedo a la muerte. Pero morirnos, vamos a morirnos todos y es penoso que se le tenga miedo a algo tan natural. Decía un Filósofo del siglo pasado: “si hay que vivir, se vive plenamente y si hay que morir, se muere con honor”. Yo prefiero lo primero, pero no le tengo miedo a lo segundo.

Tenemos que ser radicales, los tiempos que vivimos así nos lo exigen. Esto no implica convertirnos en los salvajes semi-analfabetos de los que les hablaba antes, pero tampoco debemos ser tan ilusos de creer que todo se solucionará con paciencia, buen rollito y regeneración democrática. Es hacerles el juego a ellos. Y eso es lo que ellos quieren.

Por otro lado, si no tememos a la muerte, si estamos dispuestos a entregar nuestra vida, ya hemos ganado, pues ¿que pueden quitarnos ellos ya?

Nada.

Todos los artículos de El Manifiesto se pueden reproducir libremente siempre que se indique su procedencia.

Compartir en:

¿Te ha gustado el artículo?

Su publicación ha sido posible gracias a la contribución generosa de nuestros lectores. Súmate también a ellos. ¡Une tu voz a El Manifiesto! Tu contribución, por mínima que sea, dará alas a la libertad.

Quiero colaborar