Más de un millón de personas abarrotaron este domingo por la parte las calles del centro en una de las más multitudinarias manifestaciones que se recuerdan en contra del denominado "matrimonio" gay recientemente impuesta por el aparato del Partido Socialista, que controla el Parlamento. La manifestación, como siempre ocurre en las concentraciones multitudinarias que se suceden en toda Francia en defensa de la familia, ha transcurrido de forma totalmente pacífica por parte de los manifestantes, con la salvedad de algunos enfrentamientos con la policía al final de la jornada de protesta.
Las denominadas fuerzas del orden se han ridiculizado una vez más dando la grotesca cifra de tan sólo 150.000 manifestantes...
Nadie impugna, ni en Francia ni en sitio alguna, la homosexualidad como tal. Nadie pone tampoco en duda el reconocimiento de los derechos civiles a las parejas de homosexuales. Todo lo que se impugna es, en últimas..., una cuestión de símbolos. El matrimonio es una institución encaminada en primerísimo y sustancial lugar a la reproducción de la especie humana. A una pareja de homosexuales se le podrán reconocer los derechos (seguridad social, pensión, etc.) que se quiera, pero no el de denominarse y ser considerados un "matrimonio".
¡Ah! O sea que es sólo una cuestión de símbolos... ¿Y vale la pena echarse a la calle por defender unos símbolos? ¡Por supuesto que sí! Los símbolos: nuestras señas de identidad, aquello que nos une, que nos da sentido, que nos hace ser. Cuando se combate (cuando se combatía, mejor dicho...) por defender a la patria, no otra cosa, en últimas, se estaba haciendo.
