¡Embriagaos!

"Eso se acabó, es la edad de los parches…", decía anteayer Damián Ruiz en estas mismas páginas, antes de concluir: "Fíjate en ella, o en él, o en los dos… Observa […], arráncale un beso y espera que surja la más profunda y abismal de las pasiones". Hoy es "¡Embriagaos!" la consigna que nos lanza Baudelaire. Que ningún lector de El Manifiesto deje de hacerle caso.

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Hay que estar ebrio siempre. Todo reside en eso: ésta es la única cuestión. Sin descanso hay que embriagarse para no sentir el horrible fardo del Tiempo que nos rompe las espaldas y nos inclina hacia la tierra.
Pero embriagarse… ¿de qué? De vino, de poesía o de virtud, como mejor os parezca. Pero embriagaos.
Y si a veces, la ebriedad ya atenuada o desaparecida, os despertáis en las escalinatas de un palacio, o en la verde hierba de una zanja, en la soledad lóbrega de vuestro cuarto, preguntad al viento, a la ola, a la estrella, al pájaro, al reloj, a todo lo que huye, a todo lo que gime, a todo lo que rueda, a todo lo que canta, a todo lo que habla, preguntadle qué hora es; y el viento, la ola, la estrella, el pájaro, el reloj, contestarán:
“¡Es hora de embriagarse!”
Para no ser los esclavos martirizados del Tiempo, ¡embriagaos, embriagaos sin cesar! De vino, de poesía o de virtud, como mejor os parezca.
Charles Baudelaire,
Le Spleen de Paris, XXXIII,
poemas en prosa.
 
Y después de habernos embriagado con las palabras del poeta, hagámoslo ahora con la del Serge Reggiani que las recita —pero en francés— de manera propiamente excepcional. 
           
 

 

He aquí la versión original del poema :

Il faut être toujours ivre. Tout est là : c’est l´unique question. Pour ne pas sentir l’horrible fardeau du Temps qui brise vos épaules et vous penche vers la terre, il faut vous enivrer sans trêve.

Mais de quoi ? De vin, de poésie, de vertu, à votre guise. Mais enivrez-vous.

Et si quelquefois, sur les marches d’un palais, sur l’herbe verte d’un fossé, dans la solitude morne de votre chambre, vous vous réveillez, l’ivresse déjà diminuée ou disparue, demandez au vent, à la vague, à l’étoile, à l’oiseau, à l´horloge, à tout ce qui fuit, à tout ce qui gémit, à tout ce qui roule, à tout ce qui chante, à tout ce qui parle, demandez quelle heure il est; et le vent, la vague, l´étoile, l´oiseau, l´horloge, vous répondront: « Il est l’heure de s’enivrer ! Pour n’être pas les esclaves martyrisés du Temps, enivrez-vous; enivrez-vous sans cesse ! De vin, de poésie ou de vertu, à votre guise. »

 

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