Si una nueva derecha hubiera presentado un "pabloiglesias", otro gallo cantaría

¿Se imaginan si en esta cita electoral hubiera existido un partido llamado, por ejemplo, Hacemos, cuyo líder hubiera nacido en 1978, dispusiera de un excelente currículo académico, fuera inquieto y razonablemente culto, didáctico, buen orador, inteligente, emocional, y un toque estético de tipo informal? ¿Y que además hubiera "tocado" temas sensibles a la sociedad, como...?

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Como reflexión posterior a las elecciones europeas 2014, posiblemente, las dos noticias más excitantes provienen de España y de Francia (y del resto de Europa, en realidad).
Aquí en el país, además de mil valoraciones respecto al auge o a la caída de diversas propuestas partidistas, al desgaste del bipartidismo y a la presión secesionista, lo que ha irrumpido sin que nadie lo esperara es el fenómeno Podemos y de su líder Pablo Iglesias.
En el extranjero, es el Front National francés el que acapara la atención de todo el mundo y frente al cual se ha desatado el desafuero histérico de la izquierda y la extrema izquierda, que ven cómo un movimiento al que tildan estúpidamente de nazi, fascista, racista, xenófobo, y el diablo con cuernos, les arrebata millones de votos provenientes de la agotada y humillada clase trabajadora, de los arruinados profesionales autónomos, de los “tocados y hundidos” pequeños y medianos empresarios, e incluso de los muchos funcionarios a los que se han comprimido los ingresos. Mientras tanto, la oligarquía, los rentistas y la burguesía acomodaticia y clasista sigue viviendo de lujo y prefiriendo votar a la UMP (Union pour un Mouvement Populaire: la de Sarkozy).
Pero volvamos a Pablo Iglesias. Ese joven abogado y profesor, especialista en Filosofía de los medios de comunicación [¿existe semejante engendro? Seguro que sí. Nota de la Red.], apostó inteligentemente por concentrar su promoción en la rampa de lanzamiento mediática de las tertulias y los debates televisivos, hasta el punto de que se fue puerta a puerta a pedir a las cadenas de televisión que lo incluyeran en sus corros de aquelarres dialécticos y en los demás gallineros de controversias y ataques; objetivo que alcanzó con notable éxito.
Curiosamente, fue Intereconomía TV (¡la que etiquetan de “facha”!) la primera que le abrió las puertas y permitió que el público (y la competencia catódica) descubriera el potencial de Iglesias como objeto de atención y como animal político de entretenimiento, pues no en vano estamos ante un hábil polemista que usa todo el catálogo de tópicos de manual marxista y no rebate nunca ni un dato estadístico ni un hecho concreto. Prefiere emplear el viejo truco de aludir o recordar agravios pasados o situaciones penosas que nadie osaría discutir en público: desahucios, pobreza extrema, precariedad laboral, violencia de género, etc.
Pablo Iglesias, surgido del magma del 15-M (nos moriremos sin saber quién movió los hilos de este tinglado, aunque algo sospechamos), ha conseguido que le sigan y voten los jóvenes que –mientras lo son– no apostarían jamás por la derecha, a la vez  que no comulgan con la gerontocracia que manda en el PSOE o en IU.
Además, Podemos también ha empleado con soltura y estratégicamente Twitter, Facebook, Google+, los SMS y Whatsapp, junto con la difusión viral de consignas, citas, mensajes a través de la telefonía móvil (el arma perfecta) o vídeos vía YouTube. Y por si ello fuera poco, también ha sabido usar sus sencillos pósters de “combate”, con un mensaje conciso que han ubicado al partido en la línea de la movida 15-M.
Y como guinda final, Pablo Iglesias apareció con su fotografía de primer plano en las papeletas de Podemos, muy al estilo de los comicios en países con bajo índice de alfabetización, en donde un partido se representa por un rostro o incluso por un pictograma o una silueta de un animal, mientras que el voto se certifica mediante la impresión de la huella digital.
Y así estamos. Y lo estamos porque a nadie de otras latitudes políticas se le ocurrió detectar, preparar y lanzar un recambio generacional similar al de Iglesias. Ni parece que nadie esté por tal labor.
¿Se imaginan si en esta cita electoral hubiera existido un partido llamado, por ejemplo,  Hacemos, cuyo líder hubiera nacido en 1978, dispusiera de un excelente currículo académico, fuera inquieto y razonablemente culto, didáctico, buen orador, inteligente, emocional, y un toque estético de tipo informal? ¿Y que además hubiera “tocado” temas sensibles a la sociedad, como el desempleo, las pensiones, la cobertura sanitaria o escolar, la corrupción, el despilfarro, el nepotismo, la connivencia o el nihilismo materialista?
¿Y si Hacemos hubiese utilizado con excelencia las redes sociales, mediante una estrategia bien dirigida por un community manager experimentado, ágil y asertivo?
¿Y si, para distinguirse, el líder candidato hubiese introducido en su discurso el problema inmigratorio extracomunitario, como hacen los partidos que han acaparado una cuarta parte de los votos europeos?
¿O es que a nuestro pueblo no le preocupa ver mermado su bienestar y amenazada su supervivencia e identidad, a partir de lo que representa un fenómeno invasor tan descontrolado y ajeno cultural, religiosa y sociológicamente a nuestra identidad?
Pues eso.

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