El sueldo público y el coche oficial acaban con el separatismo vasco

Una de las preocupaciones del Gobierno de Mariano Rajoy respecto a la ´cuestión´ catalana es el posible efecto de contagio en otras regiones con pálpitos separatistas, en especial el País Vasco. Para alegría de la calle Génova y de los españoles, esta situación no se producirá.

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Aunque todos ellos comparten su odio irracional a España –a la que, por supuesto, pertenecen–, existen notables diferencias entre los separatismos que anidan en la Piel de Toro. Mientras que el catalán se ha articulado en torno a la economía –y, más concretamente, en la defensa de los ahorros de ciertos prohombres obtenidos de formas que distan mucho de la legalidad–, el vasco lo ha hecho en torno a la violencia terrorista e ideológica de ETA, y el muy minoritario gallego como una copia low cost de los dos anteriores.
ETA no ha conseguido sus objetivos políticos
Tras cuarenta años de tiros en la nuca y bombazos en centros comerciales, ETA no ha conseguido sus dos principales objetivos políticos: la independencia y el socialismo. Es cierto que la política soft mantenida por los ejecutivos socialistas y populares ha permitido,sin embargo, que muchos –demasiados– asesinos hayan salido a la calle sin haber purgado debidamente sus delitos y que Bildu, tras su legalización, sea la fuerza hegemónica en el interior de las provincias vascongadas.
ETA ha perdido la batalla contra Bildu
Que Bildu ocupe alcaldías y diputaciones forales produce un lógico escalofrío en todo aquel que ame a España y considere que debe seguir siendo –como siempre ha sido– una nación. Habrá quien piense que con Bildu en las instituciones ETA ha ganado. Sin embargo, la realidad es  a veces un poco maquiavélica. La impronta del separatismo vasco ha sido la de echarse al monte y liarse a tiros.
La contradicción del separatismo vasco
Ni en esto han sido originales los hijos de Arana, ya que el carlismo lo hizo años atrás, entre otras, en las tierras del País Vasco y Navarra para defender, precisamente, a Dios, la Patria, la Tradición y los Fueros. La genuina inconsistencia ideológica e histórica de ETA obligó a sus diferentes asambleas a optar por lo único que les quedaba, es decir, el socialismo. Y ya ni eso, porque en el preciso momento en que Bildu entró en las instituciones, comenzó la lucha por conseguir ser nombrado tal o cual asesor, el disfrute de onerosos salarios públicos y los cómodos desplazamientos en vehículos de lujo con chófer. La ‘lucha armada’ para conseguir la independencia y el socialismo en el País Vasco sólo ha servido para que los matones de ETA estén, en su mayoría, en la cárcel, mientras que los cargos políticos de Bildu disfrutan de la beautiful life. ETA ha perdido su batalla interna frente a los ‘acomodaticios’ de Bildu. Y lo saben.
Bildu no seguirá la ‘hoja de ruta’ catalana
Por esta razón, Bildu no va a plantear ningún escenario de confrontación como la Generalidad catalana. Es cierto que, de vez en cuando y para consumo propio, se verán obligados a lanzar algún irrintzi en favor de la independencia, pero poco más. Ahora los Garitano, los Eizaguirre y toda su troupe  se han decantado por la buena vida como cargos políticos, y el separatismo sólo hará acto de presencia en las campañas electorales. La única pregunta es si terminarán aburriéndose a medio o largo plazo de esta nueva pero confortable vida, y si se plantearán el retorno al escenario de la ruptura con el consiguiente riesgo de perder lo ganado y volver a ser inquilinos de los presidios a centenares de kilómetros de Euskal Herria. Por el contrario, Mas, Pujol y otros tantos compadres no tienen nada que perder y sí mucho que ganar –como, por ejemplo, evitar la cárcel– con un referéndum.
El Audi que acabó con ETA
Y, por curioso que resulte, al final, la derrota ideológica última del separatismo vasco no será mediante detenciones sino gracias –quién lo diría– al sueldo público de asesor y al Audi como coche oficial. Sólo los locos y los obtusos sin remedio del mundo abertzale volverán a empuñar un arma. La mayoría estará muy ocupada en hacer política –que, a día de hoy, se trata de un actividad consistente en apuñalar por la espalda al supuesto aliado, y todo por una prebenda– y en intentar mantener los no pocos privilegios de los que los representantes públicos disfrutan en España en general y en el País Vasco en particular.
 

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