¡Ay de los vencidos!

Todo un país aterrorizado, todo un París convertido en Ciudad Oscura y toda la Unión Europea en estado de shock. Los yihadistas buscaban un impacto mundial. ¿Alguien osará decir que no lo han conseguido?

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No se dejen engañar por las pomposas declaraciones de los líderes europeos que el domingo se pasearon por París. Todos ellos trataban de convertir el triunfo por goleada del ejército yihadista en pírrica victoria de cuanto Europa, según ellos, representa. Si en los sanguinarios sucesos de la semana anterior hubo una derrota, y vaya si la hubo, no fue la de los jenízaros del califa de Mosul ni la de los sicarios de la reencarnación del Viejo de la Montaña, sino la del multiculturalismo, el garantismo y la filosofía (llamémosla piadosamente así) de ese delirio, hoy mohoso, que fue la Alianza de Civilizaciones. Spengler tenía razón: las culturas no son porosas... Se mezclan, pero no se combinan.
¿Qué tal si nos dejamos de cencerros solidarios −lo siento, pero sólo son Charlie los miembros de la redacción de la revista masacrada− y enarbolamos la implacable razón de los hechos y los números frente al voluntarismo amorfo de quienes confunden la realidad con el deseo?
Resultado del lúgubre partido: 17 muertos, además de 12 heridos, en el marcador del equipo pluralista, y tan sólo 3 en el integrista. Todo un país aterrorizado, todo un París convertido en Ciudad Oscura y toda la Unión Europea en estado de shock. Los yihadistas buscaban un impacto mundial. ¿Alguien osará decir que no lo han conseguido? 88.000 policías desplegados por Francia. ¿No es eso un ejército? Terrorismo, nos dicen. ¿No es eso una guerra? Atentado, aseguran, contra la libertad de expresión. Sí, pero sólo de pasada, pues no era ése el objetivo, de igual modo que no lo fue ni el 11-S, ni el 11-M, ni el 7-J, ni... También podían haber volado la catedral de Notre-Dame o inoculado cianuro en las barricas del champagne de Reims, en las ostras de Bretaña y en las pezuñas del pied de cochon. El objetivo era Francia, el objetivo era la Cristiandad, el objetivo era la Hélade, el objetivo era Occidente. Pero lo gordo es que, incluso así, de pasada, también se han llevado por delante la libertad de expresión: Houellebeck escondido, suspendida (supongo) la promoción de su última novela, acojonadita la práctica totalidad de la prensa norteamericana, pixelado en el Telegraph el rostro de la caricatura del Profeta y puestas entre nosotros a parir las televisiones que han emitido las imágenes del policía rematado en la acera...
Descanse ese buen hombre en paz. La misma que nosotros no vamos a tener.
© El Mundo

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