"Podemos" no puede con lo sagrado

Por obra y gracia de la Muy Noble, Ilustre y Venerable Hermandad de Podemos, se ha obrado un milagro: las celebraciones de la Semana Santa se han convertido en...

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Ya conocen ustedes el lío que ha montado y el batacazo que se ha pegado la señora o señorita Begoña Gutiérrez (perdón por lo de “señorita”, término machista que vetado está). Esta tía (así hablan ellos, y así me salgo yo del aprieto) es la lideresa de Podemos en Sevilla a quien se le ha ocurrido la genial idea de que se debería prohibir esa rancia y casposa tradición que es la Semana Santa, siempre que “el pueblo democráticamente lo decidiera”. Por supuesto, por supuesto, faltaría más.
¡Quién lo iba a decir! Por obra y gracia de la Muy Noble, Ilustre y Venerable Hermandad de Podemos, se ha obrado un milagro: las celebraciones de la Semana Santa se han convertido, en pleno mes de enero, en trend topic de Twitter. Inundando las redes sociales (esos “instrumentos del Maligno”, como diría Dragó, pero que a veces pueden resultar bastante útiles), miles y miles de sevillanos y andaluces han reaccionado airados o sarcásticos ante las intenciones de la damisela. Lo más probable es que ésta le haya dicho al Hermano Mayor de la Cofradía: “Oye, Iglesias, mi arma, deberías limpiarte el apellido. Si el Pueblo, tío, lo decide, debemos y Podemos acabar con esa gansada de la Semana Santa”.
(Ahora intentan rectificar, desdecirse, afirmar lo contrario de lo que ha dicho la dirigente sevillana. Imposible: ha dicho lo mismo que, a escala nacional, Podemos ya había proclamado en otras ocasiones. Vean la ilustración de este artículo: el Ramadán islámico se felicita; a nuesta Semana Santa se la intenta prohibir.)
Muchos lo han insinuado en sus comentarios, pero nadie lo ha pensado de verdad: debajo de tanta sandez, lo que late es… toda una profunda cuestión política y filosófica. Una cuestión que da al traste nada menos que con toda la ideología derechohumanista, liberal y pueblerina. Perdón, populista quería decir.
Sucede que, en estricta lógica liberal-pueblerina, lo que la prenda esa ha soltado no hay Cristo que lo pueda rebatir. No hay más remedio que darle la razón. Lo digo muy en serio: según la lógica democrático-lliberal, si el Pueblo decidiera acabar con ella, ¡adiós, Semana Santa, adiós! En efecto, si la Voluntad Popular es Dios, si constituye el fundamento último de todo, si nada está por encima de lo que nos venga en gana, tío, decidir, ¿quién es el guapo; perdón, guap@ que pueda objetar lo contrario? Se puede objetar, claro está, que es una colosal majadería emprenderla contra algo que no plantea ninigún problema; algo, sobre todo, a lo que el Pueblo Soberano apoya tan masiva como ardientemente. Por supuesto. Pero… ¿y si acaso un día —especulemos un instante— ese mismo Pueblo (Él o sus representantes) dejara de apoyarlo?
¡Pues tampoco! De ninguna manera. ¡Es nuestra tradición de cinco siglos, y con las tradiciones no se juega!, exclaman con más razón que un santo los twiteros. Es una tradición, la nuestra… ¿Qué significa esto? Significa que la tradición no es esa cosa vetusta (“casposa”) que se imaginan los progres. Es exactamente todo lo contrario. “La tradición no es lo que pasó sino lo que no pasa, lo que se mantiene, lo que funda” (lo dice, por cierto, un señor que se llama Dominique Venner y que tuvo a gala sacrificar su vida, en plena catedral de Notre-Dame de París, en pro del despertar de nuestra moribunda civilización).
Lo que funda, lo que da sentido, lo que marca el ser de un pueblo (ahora sin la mayúscula pueblerina), lo que nos da arraigo, lo que imprime al mundo aliento noble, grande, “sacro” (así se trate de una sacralidad como la de la Semana Santa, esa cosa medio “pagana”, más simbólica y ritual que estricta, devotamente religiosa): he ahí algo que está totalmente por encima de nuestros caprichos y decisiones. Algo sobre lo que no se vota ni cabe votar.
Algo… que es exactamente lo contrario de lo que pretenden tanto los unos como los otros. Tanto los de la Casta como los de Podemos: gentes ambas que, cuestiones económicas aparte,[1] viven estrictamente dentro del mismo horizonte de pensamiento —el de nuestra decrépita decadencia.


[1] Cuestiones económicas planteadas por Podemos que —ateniéndome a lo que dicen sus papeles y sin hurgar en sus intenciones— ya saludé aquí el otro día.

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