Otros mundos

Compartir en:

Viernes, en el curro. 9.30 horas. Del bocata la hora. La primera parte contratante de tortilla de ajetes tiernos y, la cola, longaniza con tira de pimiento verde frito. Hummmmmm. Todo bien regado con una Mahou (con alcohol). Mesa amplia, lo suficiente como para desenvolverme con soltura con las páginas del Marca. “¡A ver que gol nos cuelan hoy los chicos de Pacogarcíacaridad…!”. Remato con un café largo: estocada hasta la bola. La felicidad es posible. 

Sábado. Alrededor de las 12.45 en la piscina municipal (no, no tengo segunda vivienda con piscina, qué le vamos a hacer…). Un calor del carajo. A la siniestra, el chaval compite en virguerías acuáticas con sus compis. A la diestra las señoras ponen a cien por hora las sinhueso. Una de ellas —con más que evidentes síntomas de tener madera de periodista de las cosas del bidet— se atreve incluso a avanzar la hipótesis del embarazo de la Pantoja. Me sonrío para mis adentros parapetado tras unas gafas oscuras más negras que un zapato negro y bajo una más que oportuna sombra proporcionada por un sauce... La felicidad es posible.

Domingo. Por la mañana, playa. La Malvarrosa. Todavía me pregunto cómo pude aterrizar allí si no cabía un alfiler. ¿Y aparcar el coche? Uffffff… A mediodía, comme il faut, paella (al gas butano). Otro día de suerte. Pero lo mejor estaba aún por llegar. De 15.45 —aproximadamente— hasta las 19 horas siesta nacional. Sin aire acondicionado y, según me dijeron —tras levantarme algo encebollao y restregándome los ojos—, con un fuerte acompañamiento de viento (no lo entiendo: mis amigas jamás de los jamases se quejaron de que este su seguro servidor roncara…). La felicidad es posible. 

Salvador Dalí tenía razón: hay otros mundos, pero todos están aquí. Y muy baratos.

 

Todos los artículos de El Manifiesto se pueden reproducir libremente siempre que se indique su procedencia.

Compartir en:

¿Te ha gustado el artículo?

Su publicación ha sido posible gracias a la contribución generosa de nuestros lectores. Súmate también a ellos. ¡Une tu voz a El Manifiesto! Tu contribución, por mínima que sea, dará alas a la libertad.

Quiero colaborar