Una fractura sexuada

La educación en el mundo feminizado

Las estadísticas hablan. Algunos números tomados al azar: las 2/3 partes de los jóvenes que acaban el sistema educativo sin ninguna cualificación son chicos. En Medicina el 62% de los títulos de doctorado corresponde al sexo femenino. En la Escuela Nacional de la Magistratura el 82% son mujeres. En Veterinaria, en 2012, el 80% de los estudiantes fueron chicas, en el conjunto de la enseñanza superior son el 56%. 86% de mujeres y 80% de hombres de entre 20 y 24 años son titulares de un diploma de segundo ciclo de la enseñanza secundaria. Únicamente en las escuelas de ingenieros, de tecnología o de informática, los chicos son ampliamente mayoritarios… ¿pero por cuánto tiempo? Los informes internacionales Pisa y Eurydice subrayan el retraso de los chicos frente a las chicas. Eurydice habla incluso de crisis de la masculinidad.

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En el recorrido escolar, desde el comienzo, los chicos están retrasados en lectura y escritura y forman la mayoría de los efectivos para alumnos en dificultades o con comportamiento violento. Más a menudo que las chicas, son objeto de una “orientación” en ciclo profesional. Las chicas son mejores en lengua francesa, prácticamente iguales con los chicos en matemáticas. En resumen: el fracaso escolar es asunto mayoritariamente de chicos.

Nos felicitamos, claro está, del éxito de estas señoritas en sus estudios, ¿pero como explicar esta “superioridad” sobre los chicos?

Jean-Louis Auduc, autor de un libro Sauvons les garçons (Salvemos a los chicos) no duda en hablar de “fractura sexuada”, que considera más importante que la fractura social. Según él, en el bachillerato, las chicas provenientes de entornos desfavorecidos obtienen resultados equivalentes a los de los chicos de entornos favorecidos. “Cuando sabemos que hay cuatro veces más suicidios de chicos que de chicas, comprenderemos que es tiempo de hacerse las preguntas oportunas. La tendencia podría invertirse y después de los planes quinquenales para la promoción de la mujer y la igualdad de los géneros podría ser que el feminismo se vuelva del todo pasado de moda y llegue la hora de la promoción de los chicos.

¿Qué sitio queda hoy para los chicos, y más generalmente, para los hombres? Cuando todo es juzgado, pensado y pesado con la mediada de la compasión y del sentimiento, cuando el principio de precaución se ha convertido en norma y que se tiene el riesgo cero por toda ambición, cuando las mujeres quieren ser idénticas a los hombres y que las madres llevan al Estado ante un juzgado porque sus hijos han caído en combate, en resumen, en una sociedad feminizada y castradora, se puede entender que los hombres se sientan de más y se refugien, unos en la homosexualidad, otros en la afirmación de si por la violencia gratuita o incluso en la fascinación de un Islam viril y dominante.

La Comisión Europea admite: “Los investigadores critican la fuerte feminización de la profesión de docente, ya que esa tendencia favorece a las chicas y puede finalmente ser responsable de bajos resultados escolares en los chicos”, pero toma sin embargo distancias: “Tratándose de las ventajas potenciales ligadas al hecho de contar más docentes del sexo masculino en las escuelas, no hay ninguna prueba clara de la influencia benéfica de una repartición más equilibrada de los sexos en términos numéricos entre los docentes sobre los resultados de los alumnos. Únicamente los docentes (hombres y mujeres) que cuestionan su propio papel de género y el de sus alumnos pueden generar un cambio”.

En esta sociedad feminizada, ¿cuales son las figuras del Padre al cual estos adolescentes van a poder identificarse o ser confrontados para “crecer”? El 90 % del cuerpo docente es femenino, los asistentes sociales y magistrados representantes de la Ley, lo que es tradicionalmente el papel del padre, son en su mayoría mujeres. En las familias, muy a menudo el padre está ausente, o reemplazado por un tío o un abuelo. Cuando el padre existe, no se interesa por las tareas escolares y es más bien asimilado al ocio del fin de semana.

En un análisis muy severo sobre la feminización de nuestro mundo occidental, La tyrannie de la faiblesse: La féminisation du monde ou l´éclipse du guerrier, Paul-François Paoli muestra como las feministas han llevado a cabo una intensa campaña de culpabilización de los hombres: “Han querido la piel del hombre: la han obtenido. Ahora cosechan la miseria de sus hijos depresivos, perdidos y neurasténicos (3 o 4 veces más suicidios de chicos que de chicas, no lo olvidemos). Se les pide hoy a los hombres que “expresen sus emociones, que tengan menos pelos en el cuerpo, que sean compasivos y que sepan llorar”. ¿Pero quién encarnará la Ley, la fuerza, la virilidad cuando todas esas ideas se hayan vuelto sospechosas? Paoli se preocupa más todavía por los hijos de la inmigración que pertenecen a una cultura que exalta la virilidad y en la cual la autoridad del padre es incontestable. Ve ahí una explicación a la seducción del Islam y a la violencia de una juventud que no sabe ya a qué autoridad referirse.

La escuela mixta no es necesariamente una mala cosa, pero ha sido introducida precipitadamente y por malas razones. Se trataba entonces de problemas de gestión y de demografía escolar. El impacto pedagógico de una educación indiferenciada no fue siquiera tomada en consideración. Sin embargo, pareciera que se haya hecho en beneficio de las chicas frente a los chicos.

¿Cuantas veces oímos decir: “La presencia de las chicas “suaviza” a los chicos y los obliga a comportarse más correctamente”? ¡Pero nunca se oye decir: “La presencia de chicos “endurece” a las chicas y las vuelve menos arpías”! Una vez más, ¿a quienes les pedimos cambiar y adaptarse? Solamente a los chicos. En realidad, se espera de ellos que sean menos… chicos. El informe Eurydice reconoce que el punto débil de las medidas actuales residiría en el hecho de que se concentran esencialmente en las chicas. De tal manera, mientras el interés de las chicas por la tecnología suscita mucha atención, nos interesamos menos a los chicos y a su eventual acceso a las profesiones relacionadas con los cuidados médicos. Sin embargo, los roles de género no pueden ser puestos en cuestión de manera eficaz más que si el cambio se hace en los dos sentidos. Pero: “Las iniciativas de orientación sensibles a la dimensión de género tienen tendencia a centrarse más a menudo en las chicas que en los chicos”.

Las mismas exigencias escolares, cuando son demasiado indiferenciadas para convenir a los dos géneros aventajan más a las chicas que a los chicos. A diferencia de madurez desigual se les pide lo mismo a ambos (las chicas maduran antes). Los chicos puestos públicamente en estado de inferioridad compensarán esa situación en el terreno que la naturaleza les deja: la fuerza física, pero utilizada de mala manera porque estará movida por el resentimiento, ámbito muy favorable a la marginalización y a la delincuencia. En el mejor de los casos, la escuela se convierte para ellos, en “un asunto de chicas”, entonces se desinteresan y su desasosiego acerca de su identidad no hace más que agravarse.

La búsqueda ansiosa y constante del riesgo cero (riesgo físico claro está, ya que el riesgo sicológico y moral nunca es tenido en cuenta) conduce a los chicos, que tienen, a diferencia de las chicas, necesidad de probar sus fuerzas físicas hasta sus límites en el desafío, la competición, la aventura y el riesgo calculado, a frustraciones peligrosas.

A fuerza de querer la igualdad de los sexos entendida en el falso sentido de “uno puede estar en el lugar de otro y viceversa” (o bien: “intercambiabilidad”), poco a poco los hombres se borran discretamente y dejan completamente el lugar a las mujeres. Eso es un hecho en las pequeñas como en las grandes cosas. En el campo de la moda se puede verificar esa tendencia: antaño los hombres llevaban pecheras de encaje, mientras que las mujeres lucían sus vestidos con cintas y demás perifollos. Después las mujeres se pusieron a copiar a los hombres y a llevar ellas encajes. Entonces los hombres renunciaron a los encajes y apareció la corbata. Cuando en las iglesias fueron admitidas las niñas como monaguillos, poco a poco los sirvientes de la misa se fueron y pronto no hubo más chicos como monaguillos. Hoy en día no vuelve a haber monaguillos más que ahí donde no hay más que chicos. Pasa lo mismo con los oficios. Los chicos se alejan de la función pública ya que para ellos es un trabajo de mujeres. En la lista de profesiones feminizadas, cuando la cantidad de mujeres sobrepasa el de los hombres, gracias a la política de igualdad de sexos, de cuotas y demás, el movimiento no ha podido pararse y los hombres se alejan de esas ocupaciones.

¿Qué hacer entonces? ¿Hay que resignarse y contentarse con calmar el resentimiento, la depresión o la agresividad (reprimida o no) de nuestros hijos a golpe de Ritalin (metilfenidato, también abreviado como MFD, es un medicamento psicoestimulante aprobado para el tratamiento de trastorno por déficit de atención con hiperactividad) cuyo uso empieza a banalizarse​​? ¿Seguir constituyendo “cursos de apoyo” y estructuras ad hoc únicamente poblados de chicos, lo que refuerza todavía más su sentimiento de inferioridad? ¿O cómo pretenden algunos, ya que los chicos no están adaptados a la escuela, adaptar la escuela a los chicos? ¿En otras palabras, aceptar poner en tela de cuestión una cierta cantidad de ideas recibidas sobre el informe entre la mixidad o la diferencia de sexos y la igualdad?

Jean-David Ponci, doctor en filosofía de la biología, experto en educación acerca de las organizaciones internacionales y delegado de la European Association Single Sex Education, comenta así estas cuestiones: “La influencia de la escuela sobre la fundación de una sociedad igualitaria no depende de la separación física de los chicos y las chicas, sino del contenido de la enseñanza. Asociar la mixidad a la igualdad y la no mixidad a la desigualdad es una simplificación desastrosa”. Sin embargo, aunque la no mixidad no resuelve todos los problemas, sobre todo si no está mejor pensada que la mixidad, sin embargo podemos decir que en términos de igualdad de los sexos” la mixidad escolar ha fracasado. (…). En nombre de la neutralidad laica, el sistema educativo no deja ningún lugar a las diferencias”.

El primer remedio sería reconocer de una vez por todas que un chico y una chica, un hombre y una mujer, serán iguales pero no son similares. ¡Basta de teoría de género! Si una vez llegados a la edad adulta, los hombres quieren jugar a ser mujeres y a las mujeres creerse hombres, es su asunto, pero dejemos por lo menos a nuestros hijos la oportunidad de crecer de acuerdo a las reglas que la naturaleza ha otorgado a la diferencia. Eduquémoslos, ayudémoslos a crecer y a construirse conforme a lo que son y lo que está inscrito en el código genético de cada una de los miles de millones de células que lo componen. ¿Estudios de género? Si, pero estudios realistas no ideológicos. Si es para estudiar la naturaleza del hombre y la mujer, sus talentos y sus necesidades, tanto en la historia como en las sociedades contemporáneas, para que todos encuentren su lugar en una sociedad más armoniosa y más justa posible, entonces SI. Pero si es para oponer a los unos contra los otros en una carrera para los cargos y los poderes, mediante cuotas artificiales, o para negar su diferencia y su naturaleza y mezclar una humanidad cada día más anónima y estéril, entonces decimos NO. No nos dejemos seducir, bajo el pretexto de la igualdad de los géneros, por una lucha estéril contra la masculinidad.

No es necesario, a estas alturas, demostrar la importancia del papel del padre. Todos los grandes sociólogos, pediatras, siquiatras y filósofos han demostrado como el padre, al estar presente al costado de la madre, despega al niño de las faldas de su madre y le hace tomar conciencia, a la vez de sus límites y de su individualidad. el padre encarna la Ley, lo que es externo y que se impone en oposición a la afectividad subjetiva de la madre. Al llegar como un tercer elemento en la relación inicial entre la madre y el niño, el padre le abre a este el camino a la alteridad. Esa etapa permite la relación con el mundo y los demás Para el chico, el padre vuelve posible el proceso de identificación que necesita para crecer. El padre confirma al niño en su masculinidad y revela a la niña su feminidad.

Los adolescentes tienen necesidad de modelos masculinos para convertirse en hombres. Pero estos ya no existen más que en el mundo del deporte. Y no siempre. Según Eric Zemmour, estos deportistas magnifican los “nuevos hombres feminizados”: pendientes en las orejas, ropa refinada, productos de belleza, culto femenino de la apariencia, mucha depilación… En su ensayo “El primer sexo”, Zemmour hace el retrato robot del “papá moderno”: “Los hombres modernos son papás gallinas que “empollan”, que cambian pañales, mecen la cuna, dan el biberón… Ellos también quieren ser portadores del Amor y ya no sólo de la Ley. Quieren ser madres en lugar de padres, mujeres en lugar de hombres”.

Es urgente volver a dar al hombre el lugar que le corresponde, aunque eso les disguste a las feministas que no ven en él más que a un macho y un competidor. Para eso, volvemos al punto anterior: subrayar las diferencias ontológicas entre el hombre y la mujer, no para oponerlos sino para acoplarlos, y también animarlos a retomar su lugar en las profesiones de autoridad sobre los niños: la enseñanza, la justicia (por lo menos la de los menores), profesiones sociales y educativas diversas, y revalorizar la autoridad paterna.

En este mundo asexuado, ¿qué les queda a los chicos obsesionados por la necesidad de afirmar su virilidad? Las experiencias sexuales y la violencia o la delincuencia. A los chicos, por naturaleza les gusta el riesgo y experimentar sus límites. De ahí la necesidad de actividades físicas intensas, de aventuras en las que todo no está sistemáticamente previsto hasta en el menor de los detalles, bordado y organizado. Tienen necesidad de estrés y de competición. El exceso de reglamentación y la judicialización del mundo ñoño actual impide el acceso a la responsabilidad a los jóvenes y desmotiva sus monitores que no saben como entretenerlos de otra manera que no sea poniéndolos a ver un partido de fútbol…en la televisión.

Jean-Louis Auduc, director adjunto de la IUFM (Insitutos Universitarios de los Maestros) cita un estudio que demuestra que cuanto más estricta es la gestión de la actividad en los patios de recreo (prohibición de juegos de pelota, prohibición de saltar y correr), más altos son los riesgos de comportamientos extremos como las paradas voluntarias de respiración o los episodios de juego de la asfixia entre los chicos. Mejor una buena lucha infantil entre equipos rivales, con su violencia contenida, sus reglas y la consciencia clara de que se trata de un juego, antes que hacer solo o en banda el aprendizaje de la violencia.

Por otra parte, es necesario que esa virilidad dentro de una violencia autorizada sea acompañada de una condición que la atempere: hay que desarrollar al mismo tiempo el sentido del honor, la rectitud, la sumisión a la ley y a la autoridad y la atención al más débil. Pero los chicos no son solamente seres llenos de energía para gastar, también son grandes tímidos. Por ejemplo: en la escuela siempre están pendientes de la mirada de las chicas. Muy raramente se atreverán a integrarse en los grupos de teatro o en los talleres de arte si no están entre ellos.

Como vemos, no se educa a un chico de la misma manera que una chica. Y eso no significa “reproducir los estereotipos sexuados”, como se suele decir, sino demostrar simple realismo.

Para concitar la atención de los chicos y hacerlos progresar, hay que tener en cuenta sus gustos, sus aptitudes y su madurez. Eso también vale par las chicas, claro está, pero en realidad la escuela mixta se ha convertido en una escuela para las chicas.

No se puede exigir lo mismo al mismo tiempo a ambos. Puede haber un desfase en el tiempo, una manera de abordar los temas, exigencias diferentes. El Instituto Libre de los Maestros organizó en 2011 una formación sobre la educación diferenciada chicos/chicas. Los distintos intervinientes demostraron uno tras otro, apoyándose tanto en datos científicos como sobre la experiencia, que no se estimula a los chicos y a las chicas de la misma manera. Por ejemplo: se logra captar la atención de los chicos privilegiando el movimiento, la acción en Historia (las batallas, los acontecimientos) en Literatura la aventura, en Ciencias la electrónica la mecánica, mientras que las chicas son más sensibles a la vida cotidiana, a la evolución de las sociedades, a la descripción de los sentimientos, a los colores (mapas de geografía). Los chicos son estimulados por el estrés de los exámenes, las chicas son más bien inhibidas por el estrés pero más regulares en su trabajo, teniendo más éxito en control continuo. Y muchas más cosas que son necesarias a todos pero presentadas y abordadas bajo un ángulo diferente según el sexo para permitir a cada cual progresar según sus talentos.

La mixidad no es un valor absoluto y un mínimo de pragmatismo debería levar a diversificar la oferta. Sin llegar al extremo de denunciar sistemáticamente la mixidad de las aulas, que puede ser provechosa si está bien planificada, parece realista concebir al menos unos tiempos separados en algunas materias, cursos de apoyo que perderían su nombre con connotación peyorativa para convertirse en tiempos de chicos y tiempos de chicas, actividades extra o paraescolares ente iguales, listas de libros aconsejados que hagan la distinción entre los libros dirigidos más a las chicas que a los chicos. Mixidad o no mixidad, sea lo que sea, habría que tomar ejemplo de muchos otros países que han procedido sobre esta cuestión con resultados alentadores. Tal vez dejaríamos de descender, peldaño a peldaño en las calificaciones internacionales. Pero yendo mucho más allá de los concursos y las notas, de lo que se trata en primer lugar es del porvenir, del equilibrio de nuestros hijos y de nuestra sociedad entera.

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