Ni Lampedusa ni Bruselas: ¡ser europeo!

Ser europeo no es ser un africano rico y de piel blanca…, como deben de imaginarse quienes cruzan a miles el Mediterráneo. Y como se imaginan —pero ya empiezan a disminuir— los desventurados que los acogen jubilosos y con los brazos abiertos.

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Ser europeo no es ser un africano rico y de piel blanca…, como deben de imaginarse quienes cruzan a miles el Mediterráneo. Y como se imaginan —pero ya empiezan a disminuir— los desventurados que los acogen jubilosos y con los brazos abiertos. Ser europeo tampoco es ser súbdito (“ciudadano”, dicen) del “engendro ese” de Bruselas, como lo llamaba el general De Gaulle: ese engendro burocrático y tecnocrático que ni siquiera sabe qué es un alma. Aún menos una patria.
 
Ser europeo es tener una patria: “una unidad de destino”, decía aquél. Ser europeo es tener el destino de pertenecer a algo grande, noble, poderoso: algo que va mucho más allá del “terruño” en el que se nace, agregaba el mismo; algo que todavía va muchísimo más allá de la suma de átomos, individuales y gregarios, a la que nos intentan reducir. Ser europeo es estar marcado por todo un destino, por toda una civilización: la más alta que vieran los siglos: esa inaudita conjunción de arte (todas las artes sin excepción), de pensamiento, ciencia, espíritu crítico, res publica… que, sin demérito de las demás civilizaciones, en ninguna ha llegado tan alto.
 
Ser europeo es pertenecer a una civilización —implantada en esta orilla del Atlántico y proyectada a la otra— cuyos pueblos han tenido, sin embargo, la desgracia de enfrentarse despiadadamente entre sí durante siglos: desde que se quebró la unidad política y de lengua del Imperio que, junto con Grecia, la forjó.
 
Ser europeo es, sin embargo, saber sobreponerse a nuestros propios demonios, luchar contra ellos. Contra los de ayer… y los de hoy, cuando, olvidadas nuestras luchas fratricidas, parecemos haber perdido alma, arraigo e identidad.
 
Ser europeo es, en definitiva, ser todo lo que se explica en este video que, editado por el Institut Iliade y subtitulado por Pere Serrat, está destinado a ser ampliamente difundido a lo largo y ancho de toda Europa.
 
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