Aula de Economía para discretos

El euro impedirá siempre el retroceso europeo

La famosa Dama de Hierro, Margaret Thatcher, cuando se planteaba el ingreso del Reino Unido en la Unión Monetaria, dijo en la Escuela Europea de Brujas: "Sustituir la libra por el euro sería hacernos entrar en la Europa federal por la puerta de servicio". La Dama captó desde el primer momento la enorme trascendencia política de la Unión Monetaria, la veía como base de una Europa Federal de hecho y, en efecto, la fuerza unitiva de la moneda única supera a la de cualquier acuerdo político, incluso a la propia Constitución Europea en debate y en ciernes.

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MANUEL FUNES ROBERT

Carecen, pues, de sentido los temores a que la Unión Europea se estanque o retroceda en su misión trascendente por la falta de acuerdo sobre la duración de mandatos o sobre las condiciones para la validez de los acuerdos comunitarios. El euro, como en tiempos pasados la peseta, hace más y de modo irreversible que cualquier acuerdo sobre las relaciones entre los miembros. 

Ha sido sorprendente la facilidad y prontitud con que los países han aceptado y se han adaptado a hacer todas las transacciones en la nueva moneda. Se ha hecho posible gracias al euro la vigencia de la tercera libertad que aparece proclamada en el artículo primero del Tratado de Roma de 1957: libertad de movimientos de personas, mercancías y capitales.

Las diversas monedas europeas impedían la imposición y vigencia de la libertad de movimientos de capitales, pues dicha libertad, al imponer la volatilidad de los tipos de cambio de las monedas comunitarias, privaba de sentido la libertad de movimiento de mercancías, al quedar los precios internacionales de las mismas viciados por un hecho nuevo ajeno a la demanda y oferta de las mercancías en cuestión. Y así la eliminación de aranceles intracomunitarios quedaba anulada por la alteración de los precios de unas monedas en otras. De ahí que todos y cada uno de los gobiernos comunitarios estuvieran de acuerdo en no imponer la libertad de movimientos de capitales hasta la llegada de la moneda única, llegada que suponía la desaparición de los tipos de cambio. 

Síguese de ello que el euro ha sido, y de una vez por todas, la culminación de la aplicación completa del artículo básico de la Unión Europea. En ninguna parte de la zona regida por el euro surgen dificultades, protestas o recuerdos del pasado monetario. Todos lo aceptan y en ello está el cimiento de la modalidad más perfecta para la Unión Europea, que sería la de un Estado Federal Multinacional.

La única desgracia que conlleva este triunfo político de primera magnitud, ante cuya importancia palidece cualquier discrepancia o discusión, es haber puesto en manos de la administración de esa unidad monetaria a gentes doctrinalmente infectadas por el virus de que el euro debe administrarse como arma antiinflacionista, y ello no por el procedimiento normal e incruento de aumentar la oferta de las cosas, lo que supondría aumentar la oferta de euros, sino a través de la reducción de la demanda y encarecimiento para toda el área del medio de producción más importante, que es el dinero. 

Pero bien o mal administrado, el euro y su mera existencia es un seguro para la permanencia para siempre de la unidad política continental. Podía quedarse todo como está, podría no alcanzarse acuerdo alguno sobre la Constitución Europea, y el euro por sí sólo habría logrado para siempre el ideal que ni el Papado, ni Carlomagno ni siquiera Roma habrían podido soñar.

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