CasaPound. Los "fascistas del tercer milenio"

CasaPound no quiere a un solo inmigrante en Italia, excepto a los chinos, justo a quienes tienen de vecinos de su sede en Roma. Su vicepresidente justifica el porqué: "Los chinos no intentan integrarse. Mantienen su identidad, desarrollan su economía y no se sienten ciudadanos de clase B".

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Todas la tiendas de la vía romana Napoleone III están regentadas por chinos y la mayoría de sus viandantes son también extranjeros. Y justo ahí, en esa calle, tiene la sede CasaPound, un grupo fascista italiano que defiende el cierre de las fronteras y que se devuelva a los inmigrantes a sus países de origen.
 
CasaPound tiene un centenar de sedes en toda Italia, y veinticinco las abrió en tan sólo el año pasado. Algunas, en localidades de especial concentración de inmigrantes, como Udine o Gorizia, cerca de la frontera con Eslovenia. Es el colectivo europeo de ultra derecha que se está extendiendo con mayor rapidez.
 
La sede de CasaPound en Roma es un gigante de seis plantas que sus militantes ocuparon en 2003 y se han apropiado desde entonces. Una bandera con su logo preside la fachada. En el interfono hay sólo un timbre, así que es difícil equivocarse. Un joven asoma la cabeza desde una ventana del primer piso para comprobar quién es, antes de abrir la puerta.
 
El vicepresidente de CasaPound, Simone di Stefano, asegura que ellos son "fascistas del tercer milenio". O sea, defienden las ideas de Mussolini, aunque reconocen que en el pasado se cometieron "errores".
 
"Que haya o no inmigrantes en una localidad no es determinante para que nosotros decidamos abrir una sede", afirma Di Stefano. Según dice, aquello que hace decantar la balanza es la demanda de los jóvenes. "Para ellos, nosotros somos su única esperanza", asegura convencido. De hecho, ésa es la fuerza de CasaPound, según el sociólogo Emanuele Toscano, que junto al investigador Daniele di Nunzio publicó en 2011 el libro Dentro y fuera de CasaPound, tras hacer un seguimiento de sus militantes durante un año y medio. Es decir, los acólitos de CasaPound no son cuatro trasnochados nostálgicos del pasado, sino jovencitos de entre 16 y 30 años que apenas han visto un retrato de Mussolini.
 
"La música juega un papel crucial", argumenta Toscano. "CasaPound tiene un grupo de música, Zetazeroalfa, y utiliza códigos culturales e incluso la misma música que la izquierda", sigue relatando el sociólogo. "Muchos jóvenes van a sus conciertos no porque sean fascistas, sino porque simplemente les gusta el ambiente", añade.
 
Las letras de las canciones de Zetazeroalfa podrían gustar a cualquiera. Por ejemplo, el estribillo de su conocida canción Amor desesperado dice así: "Te sientes solo en este camino, pero no hay noche sin mañana, ¡porque luchar es un destino!". O su canción Kriptonite, con un ritmo pegadizo que haría bailar al más apático, habla así de la propaganda política: "Somos aquellos que encontramos demente tu continua propaganda de mierda". En definitiva, son canciones reivindicativas que encantarían a cualquier inconformista.
 
Pero CasaPound va mucho más allá. Es todo un entramado: tiene pubs, gimnasios, un club de motos, un grupo de protección civil, una emisora de radio, e incluso una ONG que antes trabajaba por una minoría en Birmania. "Los jóvenes empiezan a servir birras en el pub, después van a la radio... Poco a poco se van implicando", resume Toscano.
 
Así CasaPound ha construido su red. Ha ocupado el vacío dejado por los antiguos centros sociales. Eso unido al hecho de que ha roto esquemas. Por ejemplo, con la ocupación de casas, algo normalmente vinculado a colectivos de izquierda. Pero eso sí, las casas que ha ocupado han sido siempre para familias italianas. Ni una extranjera.
 
"En este edificio viven dieciocho familias", afirma el vicepresidente de CasaPound en referencia a la sede de la asociación en Roma. "La mitad son nuestras familias, y las otras, personas que no tenían dónde vivir", detalla. Según asegura, las propias familias necesitadas recurren a ellos. "El fascismo en Italia no es un obstáculo para la gente como en el resto de Europa. Aquí todo el mundo sabe que, por ejemplo, el sistema de pensiones fue creado por Mussolini. Hay una buena concepción del fascismo, se vincula a obra pública y Estado social", declara.
 
Se trata de verlo todo a su manera. "Un fascismo a la carta", como dice Toscano. "Cojo sólo los aspectos del fascismo que me interesan, y los otros, hago como si no existieran". Otro ejemplo: CasaPound no quiere a un solo inmigrante en Italia, excepto a los chinos, justo a quienes tienen de vecinos de su sede en Roma. Su vicepresidente justifica el porqué: "Los chinos no intentan integrarse. Mantienen su identidad, desarrollan su economía y no se sienten ciudadanos de clase B".
 
CasaPound se identifica en la actualidad con el partido de la Liga Norte, de Matteo Salvini, aunque lo considera demasiado "moderado" en algunos aspectos porque se acerca demasiado a la "ideología de centroderecha de Berlusconi", según declara Di Stefano. Aun así, el grupo fascista también tiene su propia formación política, Sobranità, con representantes en algún ayuntamiento.
 
El sociólogo coautor de Dentro y fuera de CasaPound considera que este colectivo es mucho más peligroso que grupos de ultraderecha más violentos. "Esos grupos son minoritarios. CasaPound es una mancha de aceite cada vez más grande", advierte. En su opinión, la solución no es ilegalizar CasaPound, sino crear alternativas políticas que atraigan a los jóvenes.

© El Mundo

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