El Diario Secreto de ZP, II

Zapatero, “Curro en el Caribe” y la Operación Retorno

J. M. AMILIBIA 11 de Julio Le he preguntado a Alfredo (Pérez Rubalcaba) que cómo es posible que yo no supiera nada de que Cuba nos servía de buzón de correos en el diálogo con ETA, o sea, que nosotros enviábamos el mensaje, el gobierno cubano lo redactaba y luego se lo entregaba a Joseba Álvarez, el batasuno que hacía de cartero de la banda armada. Ni John Le Carré inventaría algo tan sofisticado. Alfredo, siempre tan atento, tan amable, me ha dicho que en realidad la idea se me ocurrió a mí, que fui yo el inspirador, como tantas otras veces, de la operación que Interior llamó en este caso “Curro en el Caribe”.

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- Tú no mandas, presidente —me ha dicho Alfredo—, tú inspiras, presidente. Y la inspiración llegó con aquel haiku que me recitaste el verano pasado después de un consejo de ministros: “Si a tu ventana llega una paloma mensajera/ mándala a La Habana/ que Fidel la espera”. Estaba clarísimo tu mensaje. 

La verdad es que yo no recuerdo para nada haber escrito ese haiku, pero si Alfredo lo dice… Él lo archiva todo. María Teresa recuerda el haiku de otra manera: “Se equivocó la paloma/ se equivocaba/ se fue de Ginebra a La Habana y le importó un haba”, o algo así. Para el caso es lo mismo. Me ha explicado Alfredo que nosotros enviábamos los mensajes en clave, sí, y que después Fidel les daba forma literaria (algo que le encanta) y los convertía en cartas de por lo menos seis horas de lectura, y eso haciendo un esfuerzo de síntesis.

- Y ahí comenzaron a enfriarse las relaciones con ETA —me cuenta Alfredo— porque, entre que a los etarras no les gusta mucho la lectura y que Fidel mezclaba largas citas de Hegel y de Chávez con los biocombustibles y las variedades de diarreas producidas por las diversas gastritis caribeñas, pues ya te puedes imaginar, presidente: aquello les empezó a oler mal. Creo que se cansaron de leer y se produjo la ruptura. No aguantan un pelo, ya sabes.

- Lo malo es que si antes Mariano nos pedía las actas —le digo— ahora nos va a pedir las cartas. ¿Y quién tiene las cartas, Alfredo?

- Ellos. Las teníamos nosotros, pero cuando rompimos, no sé si te acuerdas, nos pidieron que les devolviéramos las cartas, las fotos y los mechones de Josu Ternera. Sólo nos queda una grabación de un dúo de Javier Moscoso y Eguiguren cantando el “Maitechu mía”. 

Siento nostalgia de mi Proceso de Paz. Creo que volverá. Me imagino que Alfredo sabe que Josu y yo nos seguimos intercambiando haikus y mensajes de forma supersecreta y sin buzones, claro. Y como cuando me pongo melancólico se me ocurren cosas, y como estoy dispuesto a sorprender constantemente hasta marzo, he decidido adelantar la Operación Retorno. Que ellos recuperan a Rato, yo recupero hoy a Bono y mañana quizá a Maragall, a Rodríguez Ibarra y a Alfonso Guerra, que a lo mejor está un poco cansado de ser tan sólo un referente moral del partido. ¿Y a Felipe? Desde que Carlos Slim le ha pasado en millones de dólares a Bill Gates, con Felipe no puedo ni hablar.

- Presidente —me dice Caldera—, ya puestos, ¿qué te parecería recuperar a Nicolás Redondo Terreros y Rosa Díez?

- Recuerda lo que se dice del Tao: “Él no pretende para sí sus perfecciones/ Ama y nutre todas las cosas, pero no las señorea./ El Tao, sin hacer nada,/ no deja nada sin hacer”, que según mi maestro Zhang Yu quiere decir que “quien da pan a perro ajeno, pierde pan y pierde perro”.

- Si vas a poner a Bono en la presidencia del Congreso —me dice mi hija Laura, que ya no quiere ser monja, afortunadamente, sino voluntaria laica de una ONG—, ¿por qué no pones a Bruce Springsteen en el Senado, a ver si se anima un poco? 

No sé si ha heredado mi sentido del humor o si de verdad sólo conoce al Bono de U2. De cualquier forma, a Pedro Zerolo no le ha gustado mucho mi Operación Retorno. Cree que recuperar sólo barones es discriminatorio. Sonsoles ha iniciado su campaña anual contra la canción del verano, cosa hortera y maligna donde las haya: al que pilla en la Moncloa tarareando lo del carro del Koala le condena a escuchar dos horas de ópera barroca francesa. Yo, por si acaso, ni silbo.

No deje de leer la primera parte del Diario de ZP

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