El gigante tiene problemas de identidad

Una idea para Rusia antes de morir

Desde que se vio crecer, Rusia se preguntó por el sentido de su existencia en la historia universal. La respuesta estuvo siempre vinculada al cristianismo ortodoxo. Pero al final no fue una misión religiosa, sino ideológica, la que encumbró a Rusia entre las naciones. La Rusia bolchevique suplantó a la Santa Rusia. No se trataba ya de unir a toda la humanidad junto a la cruz, sino bajo el ateísmo. El ideal se ahogó en sangre, y hoy Rusia vuelve a buscar su misión. Más allá de las pugnas entre occidentalistas y eslavófilos propias del s. XIX, parece que hoy los rusos aceptan las tesis de la escuela euroasiática de historia, fundada en EEUU por intelectuales exiliados y encabezada por Vernadski: Rusia no sería ni Asia ni Europa, sino un mundo geográfico e histórico propio.

Compartir en:

GUILLERMO ELIZALDE MONROSET
 
Desde esta perspectiva, Rusia debería rechazar las influencias occidentales que dirigieron su política en tiempos de Yeltsin y parasitan hoy su economía mediante el Fondo de Estabilización, y convertirse en contrapeso de la “agresiva” política de EEUU y sus aliados.
 
 Ahora bien, la idea de Rusia como entidad geopolítica única tal vez no pueda sostenerse durante mucho tiempo. Aunque el país ocupa el 12% de la superficie terrestre, sus habitantes sólo representan el 2’5% de la población mundial. Y pronto quizá mucho menos: en 1992 la población de Rusia llegó a 148 millones, pero se prevé que se reduzca a 123 millones en 2016. El fenómeno es inverso entre los vecinos musulmanes de Asia central, los antiguos estados de la URSS, cuya población es la mitad de la rusa, pero será el doble en 2050. Dentro de Rusia también crece a doble dígito la población de las regiones islámicas del Cáucaso norte, Tatarstán, Daguestán y Bashkiria, de modo que hacia 2030 la mitad del ejército ruso alistará jóvenes musulmanes. No es extraño que algunos políticos rusos hablen de la futura sustitución del “imperio ruso” por un “imperio musulmán euroasiático”.
 
La realidad y el sueño
 
La catástrofe demográfica se refiere también al peligro chino. Es sabido que la línea que va de Arcángel a Jabárovsk divide Rusia en 2 mitades. El 96% de la población vive en la parte occidental de esta línea. Al oriente, donde queda más de la mitad del territorio ruso, viven 5 millones de personas, apenas el 4% de la población rusa. Algunos calculan que al sur de ese territorio, en una superficie similar, se apiñan 1.200 millones de chinos. Si a esto se añade que la política antinatalista china provocará que entre 2015-2030 haya 25 millones de hombres más que de mujeres, no es impensable una explosión nacionalista china que conduzca al expansionismo territorial y a la guerra.
 
La redescubierta riqueza de Rusia agrava la situación. Siberia es hoy la región más rica del mundo, con el 40% de la extracción mundial de platino y afines, el 15% del petróleo, el 27% del gas natural, el 20% del níquel y cobalto, y el 20% de todos los bosques del planeta. China está en plena expansión y necesita recursos que aseguren su crecimiento. No sería extraño que aprovechara cualquier debilidad rusa para reclamar sus derechos territoriales sobre el oriente ruso. En semejante contexto, se entiende que no gustaran en Rusia las declaraciones de la ex-Secretaria de Estado norteamericana, Madeleine Albright, en diciembre de 2005: “Es injusto que un solo país posea territorios tales como Siberia y el Lejano Oriente ruso, en los cuales pueden instalarse unos cuantos estados”. Muchos rusos creen que EEUU ambiciona repartirse este “espacio ruso” con China y Japón.
 
El análisis anterior puede echar nueva luz sobre el discurso de Putin el pasado febrero contra la unipolaridad y la expansión de la OTAN, sobre la renovada iniciativa militar y las ambiciones rusas en el Polo Norte. Tal vez Rusia esté riñendo al sacristán para que se entere el cura, y con ello Moscú no sólo rechace el escenario de occidentalización neocolonialista, sino que se esté preparando para repeler una posible sinización o islamización de su país. Ahora bien, ¿en qué reside la misión de Rusia? ¿Quizás en ser el “garante energético global”, al rebufo de Gorbachov y su gnóstica Carta de la Tierra? Cabe esperar que pronto se encuentre una idea rusa válida. A mi me parece que la de San Vladimiro sigue siendo buena.
 

Todos los artículos de El Manifiesto se pueden reproducir libremente siempre que se indique su procedencia.

Compartir en:

¿Te ha gustado el artículo?

Su publicación ha sido posible gracias a la contribución generosa de nuestros lectores. Súmate también a ellos. ¡Une tu voz a El Manifiesto! Tu contribución, por mínima que sea, dará alas a la libertad.

Quiero colaborar