Como la mujer biónica, pero en inane

Cristina F. Kirchner: una presidenta artificial para Argentina

Es lo nunca visto: el presidente argentino Kirchner ha designado sucesora a su propia esposa, Cristina Fernández de Kirchner, la cual, con el aparato del Estado a su favor, será probablemente la próxima jefe del Estado. ¿Qué representa “la Kirchner”, políticamente hablando? Estrictamente nada: es un producto artificial, construido por el marketing, armado como las piezas de un mecano. Lo peor es que la sociedad argentina asiste al fraude con una indiferencia y una pasividad totales.

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ALBERTO BUELA
 
Con la restauración de la democracia, en la mal llamada América Latina, allá por los años 80 del siglo que pasó, se inauguró una secuencia de elecciones presidenciales, provinciales, regionales y municipales que casi no nos ha dejado año libre de elecciones. Pero, claro está, los americanos de Suramérica nunca elegimos. Pues padecemos un mecanismo perverso de inducción del voto que prácticamente no nos permite ni siquiera optar por el mal menor. Es terrible lo que nos sucede. Incluso hemos dejado de estar tironeados para un lado o para el otro, para la derecha o para la izquierda, y somos todos orientados y dirigidos para un sólo y mismo lugar y candidato. Tal es el caso de la próxima “elección” presidencial argentina prevista para el 28 de octubre próximo.
 
El dedo de Kirchner
 
La mujer del presidente Kirchner ha sido designada a dedo por su marido para sucederlo en el cargo, y así Cristina Fernández de Kirchner será con seguridad la próxima presidente.
 
El Gobierno creó un coalición plural, progresista y democrática que lleva una candidata que no es plural, que no es progresista y que no es democrática. No es plural porque se opone a todo lo que no coincide con su opinión; no es progresista porque congeló el progreso en ella misma y no es democrática porque llegará al poder gracias al dedo del marido.
 
Ahora bien, ante esta realidad contundente, que ha horadado todo el aparato institucional del Estado, todos aquellos que tienen un mínimo de poder en la sociedad argentina “se hacen la gallina distraída”, como decía mi abuela. Miran para otro lado, como si tamaña anormalidad institucional sucediera en Mongolia, y lo grave es que, en el orden internacional, sucede lo mismo.
 
El pueblo argentino, ante tamaño engaño, viene mostrando una apatía política como nunca mostró. Tan así es que a menos de un mes de las elecciones no hay programas políticos en la televisión de nuestro país. No existe ninguna disputa política en torno a temas y propuestas. La oposición es una nada de oposición, pues no se opone. Existe una diversidad infinita de candidatos y una homogeneidad de discurso que no distingue a unos de otros. Todo lo cual muestra el armado excepcional de la oposición por parte del oficialismo, con todos los dineros del Estado a su disposición.
 
Hablando del perfil de la señora de Kirchner debemos decir en primer lugar que no se llama Férnandez, a secas, sino que el apellido de su padre era “Wilhem Fernández”. Ese Wilhem lo han escondido siempre, salvo para presentarlo ante banqueros y lobbies extranjeros con quienes acuerda previamente qué es lo que le van a preguntar. Así la primera bendición internacional que solicitó es la del Bnai Brit (la liga antidifamatoria judeo-norteamericana). Que encontró en Cristina Kirchner un personaje armado, a suo gusto e piacere. Y esto de ser un personaje fabricado e inflado a gusto del lobby extranjero más importante de Argentina le otorga una ventaja extraordinaria sobre cualquiera de los otros potenciales candidatos a la presidencia.
 
Cristina y yo
 
Pero ello mismo muestra su más grande debilidad. Es un personaje inflado que puede pincharse en cualquier momento. Y esto se ve, porque todo en ella y en torno a ella es forzado. Yo mismo la traté por unos minutos en el almuerzo que siguió al lamentable congreso de filosofía realizado en la provincia de San Juan hace unos meses, bajo el pomposo título “II Congreso Internacional ....”, cuando no fue ningún filósofo en serio. Y allí comprobé, in situ y en acto, aquello que es vox populi : Cristina es un producto armado, un artificio. Así, ante una observación mía ante una opinión me respondió con el lugar común: “Profesor, todas las opiniones son respetables”, a lo que el coro de adulones y alcahuetes que la rodea asintió. Le contesté: “Eso es una tontería, pues desde el punto de vista filosófico, las que son respetables son las personas no las creencias. De lo contrario tendríamos que respetar las ideas totalitarias o xenófobas, que van en contra de los derechos humanos que Ud. tanto defiende”. Imagínese el lector el revuelo que se armó.
 
Se desconoce el proyecto político de “la candidata” y ello es coherente, pues, como afirma el analista Santiago Alonso: “Cristina promete profundizar la gestión de gobierno de su marido, y como ellos no gobiernan ni van a gobernar para los argentinos, sino que continuarán sirviendo al gran capital financiero y usurario internacional como desembozadamente lo han estado haciendo, pese a su pseudo discurso izquierdo-progresista, no necesitan ningún proyecto nacional de gobierno”.
 
El riesgo de una “candidata inflada o fabricada ad hoc”  es que carece de imperio, de autoridad ante situaciones conflictivas límites que pudieran aparecer en el seno de la sociedad que gobierna. Así, temas como los que nos agreden hoy a los argentinos: la inflación creciente, la desocupación simulada, los datos estadísticos mentidos, la corrupción generalizada, pueden rápidamente desestabilizar el futuro gobierno de Cristina.
 
Además, por otra parte, sabemos que hoy por hoy los gobiernos de corte progresista no solucionan los conflictos sino que, en el mejor de los casos, los administran. Y los miembros de la futura administración que se barajan son para huir de pánico.

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