El problema de la inmigración se extiende

Insólito: los suizos se vuelven locos

¿Cómo interpretar los graves disturbios de los pasados días en Berna? Algaradas callejeras, manifestantes a palos, dieciocho policías heridos. Para Suiza, algo completamente insólito. Los hechos fueron estos: el Partido Suizo del Pueblo (derecha nacional y primer grupo político del país) había convocado una marcha a través de la ciudad. Diez mil personas se dirigían a escuchar a sus líderes. Entonces, y según las fuentes policiales, “cientos de enmascarados de extrema izquierda atacaron puestos callejeros y a la propia policía”. ¿La razón de ese ataque? Algo ya común: El Partido Suizo del Pueblo ha anunciado una vigorosa campaña contra la inmigración. Estas son las claves.

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Curzio Malatesta
 
Los carteles electorales que adornan los muros de las ciudades suizas no dejan lugar a dudas: tres ovejas blancas sobre los colores nacionales, una de ellas patea fuera a otra oveja, negra. ”Para más seguridad” es la consigna del cartel. Una gran parte de los suizos se planta ante la inmigración ilegal, sobre todo de origen extraeuropeo. Seguramente, preocupados por la creciente islamización de muchas ciudades de Europa, con la amenaza del integrismo islámico, y por la relación inmigración-delincuencia. Y también, sean o no siempre objetivas las anteriores, una objetiva y absolutamente real pérdida de identidad que parece imparable en el ciudades como París o Londres.
 
La campaña del SVP
 
Esta campaña no es obra de un movimiento marginal, sino del partido más poderoso del Parlamento Federal Suizo y uno de los miembros de la coalición que gobierna actualmente: el SVP (Schweizerische Volkspartei, Partido Popular Suizo) o UDC (Union Démocratique du Centre o Unione Democratica di Centro), según en qué lengua de la federación se lea. La campaña ha llegado a traves de un correo masivo a todos los propietarios de inmuebles suizos, reproducida en periódicos y revistas, y colgada en inmensos carteles publicitarios por todo el país.
 
Mientras los votantes se preparan para los sondeos previos a las elecciones generales, que están a la vuelta de la esquina, el mensaje de la UDC ha polarizado un país conocido -y orgulloso de ello- por su pacífico consenso político, neutralidad en política exterior y tolerancia en las relaciones humanas. Da que pensar, sin duda.
 
La campaña ha abierto el debate a nivel nacional sobre el lugar de los inmigrantes en una de las más antiguas democracias del mundo y sobre qué significa ser suizo. El mensaje del partido resuena con fuerza entre votantes que han visto cómo un país de 7,5 millones de personas se convierte en un paraíso para extranjeros, incluyendo “refugiados políticos” (todos proclaman serlo) de lugares como Kosovo y Ruanda.
 
Los sondeos dan una amplia ventaja a la UDC para ganar asientos en el Parlamento, que ya ganó con el 27% de los votos en 2003. “Nuestros adversarios políticos piensan que el póster es racista, sin embargo lo único que hace es dar un mensaje simple: la oveja negra no es ninguna oveja que no es aceptada por la familia. Es el criminal extranjero que no es de aquí, que no quiere obedecer la ley suiza. Nosotros no queremos ese tipo de extranjeros”, señaló Bruno Walliser, un deshollinador local, candidato del SVP/UDC.
 
Más del 20% de los habitantes suizos tienen nacionalidad extranjera. El SVP/UDC argumenta que un número desproporcionado de entre ellos viola las leyes; muchos de los narcotraficantes son extranjeros y, de acuerdo con las estadísticas federales, aproximadamente el 70% de la población de las prisiones es de origen extranjero. Como parte de su campaña, el SVP/UDC está buscando conseguir las 100.000 firmas necesarias para convocar un referéndum que ponga en vigor leyes con el objeto de deportar a los extranjeros que hayan cometido crímenes serios, una vez que hayan cumplido la sentencia. Se pide también que se deporte a la familia del criminal entera, en caso de que éste sea menor de 18 años.
 
La campaña de la UDC no sólo trata de combatir el crimen relacionado con la inmigración, sino la inmigración masiva en general, pues han llegado a la conclusión de que el sistema de bienestar y la misma identidad del país están en peligro. Los adversarios políticos socialistas y liberales le lanzan el ladrillo nazi-fascista y le achacan la simplificación del problema por la ecuación: inmigrante = carga social y crimen. Relacionando esta ultima sobre todo con los musulmanes, pues es la religión profesada por la mayoría de los inmigrantes, y con connotaciones raciales, pues se trata de magrebíes, africanos y asiáticos.
 
La campaña choca profundamente con los complejos de algunos: en contraposición a una amenaza inmigrante de aspecto no-europeo, la UDC opone una sociedad de trabajadores pulcros y elegantes, en corporaciones multinacionales y laboratorios punteros, cumplidores de la ley, en un país de montañas nevadas, lagos, lugares sagrados milenarios…
 
Al final, el mensaje: mi hogar, mi seguridad.

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