Figura señera del carlismo superviviente

En la muerte de Javier Lizarza, linaje requeté

El 12 de octubre de 2007 fallecía en Madrid, Francisco Javier de Lizarza Inda. Hijo de Antonio Lizarza, figura decisiva en la preparación del Alzamiento Nacional en Navarra, soporte básico para su extensión en España. Javier Lizarza no se limitó a ser fiel y rememorar la memoria del pensamiento y de labor política e ideológica de su padre, con lo que ya habría hecho bastante, más todavía en época pletórica y repleta de olvidos e ingratitudes, sino que a lo largo de su vida desempeñó una actividad continuada y constante al servicio de España. En el servicio del carlismo desempeñó un papel que no puede por menos de calificarse de extraordinario. Fue un soporte fundamental del mismo.

Compartir en:

ÁNGEL MAESTRO

En lo profesional abogado en ejercicio, con un despacho próspero que le permitía por su eficaz trabajo disponer de una situación económica holgada, Lizarza se volcó a lo largo de los años en el mecenazgo y patrocinio de cualquier actividad relacionada con el carlismo. 

A lo largo de muchos años y hasta poco antes de su fallecimiento, sufragó folletos, publicaciones, actos religiosos llenos de solemnidad en los que como ferviente católico participaba activamente, actos políticos, culturales, reparación a sus expensas de los destrozos del vandalismo separatista como la del vía crucis de Isusquiza, o favoreciendo la labor de diversos eruditos en su afán investigador, tantas veces a sus expensas. Desde exposiciones de pintura y de recuerdos históricos, hasta calendarios de bolsillo representando momentos históricos o sentimentales del carlismo, y por tanto de la Historia de España. Y como verdadero idealista, ayuno de aspiraciones materiales; entregado a esa labor con sencillez, con modestia, con discreción y sin alharacas de ningún tipo.  Discreción y sencillez, dos de las características básicas de la personalidad de Javier Lizarza.

Se dice ante la ausencia de una figura señera en cualquier campo de la actividad humana, que es una pérdida irreparable. Pués bien, con rotundidad la pérdida de Javier Lizarza para el carlismo, sí puede ser irreparable. Con Javier Lizarza ha muerto no sólo un carlista, sino una de las figuras más representativas del carlismo, y quién sabe si una de las piezas fundamentales para su supervivencia. 

Mas la labor de Javier Lizarza trascendió la actividad meramente relacionada con el entrañable mundo carlista. Puedo dar fe de su actividad y su esfuerzo con acciones calladas y silenciosas en su lucha contra el totalitarismo euzkadiano, en la lucha contra la degradación de España, de la almoneda de su rico tesoro histórico. Javier Lizarza no fue sólo un esforzado defensor de la verdadera memoria histórica, del legado carlista de su padre, sino que era un hombre con perspicacia y procurando la aplicación de medidas concretas en la lucha contra el nacional socialismo separatista. Tal se puso de relieve en actuaciones precisas, aun con medios forzosamente limitados, gestadas en reuniones en su despacho, y también en amenísimas comidas, con un historiador de tremendo éxito por su defensa a ultranza del rigor y de la verdad, pero a la vez maestro en el campo de la agitación y propaganda, Pío Moa.

Por Gonzalo Fernández de la Mora, figura señera del pensamiento español, sentía Javier Lizarza en lo intelectual una admiración sin límites, y desde luego por la obra colosal de Francisco Franco, de cuya Fundación era patrono, aún reconociendo de común acuerdo con Fernández de la Mora en sustanciosas conversaciones, que el error en la designación en la sucesión a favor del actual Jefe del Estado, sería la más eficaz arma en la destrucción del régimen del 18 de Julio. Esa admiración por Franco despertaba algunas críticas de ciertos intransigentes, con los que se había de estar de acuerdo al 105 %, pues al 90 %, se convertía uno en sospechoso. 

Y por último, mi recuerdo al amigo, generoso, abierto, entrañable, en asuntos concretos, en temas confidenciales y en conversaciones amenísimas, donde florecían las anécdotas históricas de un tiempo tan importante y pasado.

Dios, que nos concede el privilegio de conocer a personas con las que llegamos a mantener una entrañable amistad, nos arrebata también a los amigos a los que queremos.

Todos los artículos de El Manifiesto se pueden reproducir libremente siempre que se indique su procedencia.

Compartir en:

¿Te ha gustado el artículo?

Su publicación ha sido posible gracias a la contribución generosa de nuestros lectores. Súmate también a ellos. ¡Une tu voz a El Manifiesto! Tu contribución, por mínima que sea, dará alas a la libertad.

Quiero colaborar