Juan Latino: un africano... europeo y español

Entrevista sobre la novela "Juan Latino" publicada en la web y página de facebook de la editorial Transbooks.

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 En tono muy distendido, Transbooks ha entrevistado al autor de Juan Latino, la novela recientemente publicada por esta editorial en formato digital. Aunque nacido en Madrid, José Vicente Pascual (1956) se hizo pronto, y por imperativos del destino, granadino de adopción. Luego, su inquieta personalidad le ha llevado a vivir en diferentes lugares y actualmente reside en La Coruña. Prolífico y agudo articulista de prensa es, sobre todo, como lo calificó el también escritor Gregorio Morales, un narrador nato, que sabe sacar siempre el mejor partido a sus personajes y hacerse perfectamente con las épocas en que desarrolla sus fabulaciones. Es el caso de la novela que ahora nos ocupa, una narración sugerente que se lee de cabo a rabo sin pestañear, centrada en el siglo XVI, en Granada, que tiene como protagonista a un personaje que hizo historia: Juan Latino, el primer hombre negro que accedió a una cátedra universitaria, literato también y consejero de grandes personalidades de su época que influyeron en la política del imperio español.

Transbooks: Sin duda, Juan Latino es uno de los personajes más interesantes de su época: de raza negra, no sólo supo sortear los prejuicios racistas sino también encumbrarse en la sociedad granadina. ¿A qué crees que se debió su insólita carrera?

José Vicente Pascual: Juan Latino es el paradigma del hombre renacentista, el nuevo ciudadano (súbdito en aquellos tiempos), que sin pertenecer a la nobleza ni medrar al amparo de la iglesia o la milicia reclama su espacio, su propia voz y la autoridad de su criterio en una sociedad aún muy compartimentada en clases sociales impermeables. Es evidente que los medios de que se valió para convertirse en una persona importante, influyente en su época, fueron el estudio y la constancia. Hay algo que el oro y la gloria de las armas no pueden comprar: el talento, la sabiduría y el prestigio de la  cultura y el arte. Juan Latino era muy consciente de ello, cual si practicase el “arte de la prudencia” de Gracián: se hizo imprescindible y nunca dejó que acabase “la dependencia” de los poderosos respecto a su persona. Su condición de hombre de raza negra subraya más todavía esa perseverancia en el conocimiento, el cultivo de “las artes liberales” y el modo “prudente” de vida. A su manera, fue un genio. Y como todos los genios se anticipó muy mucho a su época. Tenemos que esperar hasta el siglo XIX para encontrar personas de raza negra que alcanzasen el prestigio intelectual y artístico que él tuvo en su tiempo.

TB: Por qué crees que un hecho histórico como el de que un negro se convirtiera en catedrático sucedió en España y más concretamente en Granada y no en otro lugar del Mundo?

JVP: Casi todo el mérito es de Juan Latino. Granada reconoce su valía (la universidad, el colegio catedralicio, la misma Chancillería...) y no tienen objeción en otorgarle la distinción que merece. Digo que “casi” todo el mérito es suyo porque hay otro elemento fundamental en su vida: la protección, aliento y apoyo que siempre recibió de su antiguo amo, Gonzalo Fernández de Córdova, duque de Sessa y sobrino-nieto de El Gran Capitán. Juan Latino, durante muchos años, fue orgullo de la casa ducal de Sessa y, en este sentido, reconocer sus méritos significaba rendir honores a la que fue más importante estirpe aristocrática en España durante el siglo XVI.

TB: El estilo de la obra, bastante ameno, recuerda muy acertadamente de tanto en tanto a la prosa del Siglo de Oro. ¿Fue algo consciente o simplemente resultaba lo más natural y como tal surgió?

JVP: El estilo de la obra está marcado por el propio estilo de Juan Latino, en las apenas cinco líneas escritas en castellano que se conocen de él, redactadas a modo de sucinta biografía (él escribía en latín, como es sabido). Una novela necesita un tono, una música especial que recorra su prosa. Y el tono, sin duda, lo dieron esas líneas a las que me refiero. Fue un efecto buscado, desde luego; aunque inmediatamente la misma prosa fluyó de manera muy natural. Apenas hay artificio en el texto, ni tentación hacia el manierismo (eso espero, al menos); la narración se desarrolla en primera persona, metido en autor bajo la piel del negro. Es una cuestión, por tanto, de imaginación. ¿Cómo hablaría, cómo se expresaría Juan Latino? El resultado es la novela.

TB: ¿Qué lugar ocupa el libro en tu trayectoria literaria?

JVP: Ciertamente, aunque no es la novela que más éxito comercial ha tenido (al menos hasta la fecha), es la que más satisfacciones me ha dado. Sobre todo por las personas que se encuentran vinculadas entrañablemente a la época en que la escribí (Felipe Romero, quien me dio muy buenos consejos al respecto; el profesor José Antonio Sánchez  Marín, el editor José Antonio García Sánchez...). Bueno, fueron tiempos hermosos. Qué decir de la oportunidad de conocer y trabajar con Tito Junco Martínez, aquel actorazo que llevó la obra a los escenarios de España e Hispanoamérica. Por otra parte, Juan Latino es mi primera incursión en el género de la “novela histórica”. Que el resultado me animó mucho, a la vista está.

TB: ¿Crees que se puede extraer alguna conclusión de la insólita trayectoria de Juan Latino, de su extraordinaria tenacidad, en estos precisos momentos que vivimos?

JVP: La pregunta se responde sola. Si un hombre nacido en África, hecho prisionero por los mercaderes de esclavos, vendido como tal en Moguer y más tarde en Sevilla, mozo de mulas en una hacienda de Baena, puede redimir su condición, superarse, alcanzar todos sus objetivos, afanes e ilusiones, casarse con una mujer blanca, bella y de distinguida familia, y tener once hijos con ella (y alguno más que por ahí bastardeaba); y llega a convertirse en catedrático de latín y a ser consejero de Juan de Austria... Parece claro que nosotros, que no vivimos en el siglo XVI ni somos esclavos (al menos no deberíamos), podemos hacer exactamente lo que nos parezca mejor para nuestras vidas. Lo que queramos. Nuestra soberanísima voluntad. Otra cosa es que la gente se convenza de ello. Hay un dicho medieval que me parece de una lucidez aplastante. “Dile siempre al rey lo que debería hacer, no lo que puede hacer, porque entonces nadie podrá contener su poder”. Pues traslademos el aserto a los tiempos actuales y cambiemos la palabra “rey” por “ciudadanos”. La gente está saturada y bastante cansada, muy agobiada por “lo que debe hacer”. Hora es de que pensemos en “lo que podemos hacer”. La respuesta es axiomática: TODO. El día que nos demos cuenta de ello, la historia cambiará para siempre.
 

Para obtener la novela en formato digital

 

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