Un nuevo libro sobre Alain de Benoist

Elogio de la disidencia

Acaba de aparecer, publicado por Ediciones Fides, el libro colectivo titulado "Alain de Benoist. Elogio de la disidencia".

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Acaba de aparecer, publicado por Ediciones Fides (edicionesfides.com), el libro colectivo titulado Alain de Benoist. Elogio de la disidencia. Se trata de un volumen con variadas colaboraciones en forma de anécdotas, experiencias personales, críticas, estudios, recuerdos, síntesis, bibliografías, premoniciones, propuestas… Lo único importante era escribir sobre él. ¿Para qué? Para restaurar el interés por su obra. Para animar a los espíritus inquietos de la periferia del sistema a iniciar un viaje en búsqueda de un pensamiento iconoclasta, disidente, rebelde, radical, en definitiva, una cosmovisión diferente.
 
En la gestación del libro han participado veintiséis autores, algunos de ellos próximos al pensamiento benoistiano, otros no tanto, otros, incluso, desde posiciones críticas pero siempre sabias y ponderadas. La lista es larga: Javier Ruiz Portella, Pedro Carlos González Cuevas, Rodrigo Agulló, José Javier Esparza, Jeónimo Molina, Primo Siena, Manuel Quesada, Néstor Luis Montezanti, Carlos Javier Blanco Martín, Horacio Cagni, Jordi Garriga, Rubén Expósito, Ernesto Milá, Alberto Buela, Michel Lhomme, Carlos Martínez-Cava, Carmen Martín Padial, Pascual Tamburri, Luis María Bandieri, José Vicente Pascual, Juan Pablo Vitali, Diego Luis Sanromán, José Alsina Calvés, Eduardo Basurto, Jesús J. Sebastián Lorente y Juan Antonio Llopart Senent.
 
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Y la clásica cuestión: ¿Por qué un libro sobre Alain de Benoist?
 
Ante los progresivos estragos de la sociedad mercado-céntrica, muchos sectores de la sociedad europea reconocen la urgente necesidad de un giro antropológico radical hacia formas alternativas de organización política, social y económica. Desde hace tiempo se está reconociendo que es imprescindible proponer nuevos paradigmas que trasciendan las disciplinas que han respaldado el sistema actual, con su énfasis en el individualismo, la transformación de la naturaleza y las relaciones sociales en mercancías, la subyugación de todo al mercado y la centralidad de la propiedad y el dinero. En los pensadores de la Nouvelle Droite, agrupados en torno a la monumental obra de Alain de Benoist, podemos encontrar numerosos principios y paradigmas heterodoxos que deben ser analizados e incorporados a un conjunto teórico por los intelectuales comprometidos.
 
El debate actual en torno a la forma de superar las contradicciones que se evidencian en esta crisis global ocupa una parte importante de las discusiones en las esferas políticas, pero las recetas socioeconómicas están mostrándose inadecuadas para atender las prioridades y necesidades del momento. Para superar este impasse ideológico, será necesario entender las limitaciones de los paradigmas vigentes e identificar los caminos alternativos ofrecidos por otros paradigmas, otras epistemologías. La necesidad de aprovechar otros paradigmas, de replantear nuestros análisis, sugiere un profundo cuestionamiento respecto a la responsabilidad de los intelectuales y de nuestros políticos. ¿Hasta qué grado contribuimos o somos cómplices en nuestra práctica actual de la malevolencia del tipo de modernidad emanada del proyecto civilizatorio occidental, de una globalización que está construyendo mayores injusticias cada día, intensificando los métodos de la violencia institucionalizada, destruyendo las propias bases naturales de las que depende nuestra existencia?, ¿con qué instrumentos podemos evaluar nuestras ideas y proyectos para no reproducir y extender el sistema vigente, para criticarlo, para regenerarlo, si sus raíces igualitarias están extendiéndose universalmente para ampliar y profundizar su malignidad?
 
Ciertamente, no contamos con las instituciones o con la capacidad colectiva para exigir a nuestros supuestos “líderes” el cumplimiento de una nueva normatividad; pero desde nuestras conciencias atrincheradas nos dedicamos a la búsqueda de verdades y a la definición de los más altos valores políticos, sociales, humanos, porque aquellas carencias no nos absuelven de la responsabilidad de insistir en nuestros valores.
 
Debemos comenzar reconociendo la importancia de la solidaridad como factor fundamental en la evolución de nuestra sociedad. Podríamos remontarnos a las aportaciones de diversos antropólogos, quienes identificaron la centralidad de la reciprocidad del intercambio en la formación de sociedades en cualquier momento de la historia. Asimismo, podríamos reconocer la originalidad de las aportaciones de algunos economistas que han identificado la importancia del carácter institucional de un “mercado universal”. Podríamos destacar también la emergencia de la asociación comunitaria o comunitarismo, con sus formas de democracia directa o participativa reconfiguradas como un mecanismo alterno a las funciones desempeñadas por el Mercado y por el Estado en la asignación de los recursos y en el desarrollo de capacidades tecnológicas. Este planteamiento supone la posibilidad de desarrollar procesos de innovación y construcción de otras racionalidades, asumir que otros mundos son posibles, guiados por principios de justicia y equidad social, con una reorientación hacia lo colectivo (en oposición a lo individual), al desarrollo del bienestar (en oposición al crecimiento) y el respeto a la explotación de los recursos naturales (en oposición al capital). En definitiva, construir nuevos entornos autónomos y soberanos para combatir las prácticas salvajes del neoliberalismo.
 
La construcción de nuevos paradigmas –políticos, sociales, económicos– para “otros mundos mejores” no es algo nuevo. Pero a diferencia de las propuestas interdisciplinares y multiculturales, el diálogo de ideas que presentan pensadores como Alain de Benoist incorpora de manera explícita el rechazo del poder unívoco frente al pluralismo del debate, la negociación y la democratización del conocimiento. Representa, entonces, el reconocimiento de los saberes –autóctonos, tradicionales, locales– que aportan sus experiencias y se suman al conocimiento científico y técnico, pero implica la ruptura de una vía homogénea hacia la sustentabilidad, la apertura hacia la diversidad que rompe la hegemonía de una lógica unitaria y va más allá de una estrategia de inclusión y participación de visiones alternativas y racionalidades diversas… La construcción de otros mundos está en proceso.
 
En fin, Pascual Tamburri recuerda cómo Alain de Benoist nos ha explicado que la oposición activa y no meramente mercantil al liberalismo, al marxismo y sus derivados no tiene por qué pasar necesariamente por "el fundamentalismo religioso, el atlantismo occidental, la defensa del capitalismo y el apoyo a la ideología de mercado", ni por "una mezcla de nacionalismo y xenofobia", ni por la "ideología de la igualdad", ni por el universalismo, ni por el progresismo, ni por la simple democracia formal. El hecho que no todos ven, pero que todos padecemos, es que «el mundo que ha prevalecido desde el fin de la II GM ha terminado…. estamos asistiendo al fin de un gran ciclo histórico de la modernidad. Hemos entrado en la era de la posmodernidad».
 
¿Qué hacer?, se pregunta Rodrigo Agulló: «Toda propuesta disidente que se precie debería aspirar, en primer término, a eliminar esa brecha creciente entre el pueblo y sus gobernantes. Un problema sobre el que la ND ha venido alertando durante décadas y en torno al cual ha venido articulando vías de reflexión alternativas: la reactivación de la idea de ciudadanía, frente a la oligarquía político-mediático financiera en plaza; la reivindicación de la política, frente al dogma tecnocrático en curso; la defensa de las identidades y las culturas, frente a las tendencias homogeneiza-doras de la globalización; el fomento de un auténtico pluralismo, frente a la tiranía del pensamiento único; la promoción de una democracia participativa que implique a todos en una comunidad de destino. Y partiendo de un hecho no siempre a primera vista evidente: democracia y liberalismo no son términos sinónimos. En aspectos importantes, pueden ser incluso nociones opuestas. Una reinvención de la democracia, en suma. Pero que en cualquier caso se inscriba -valga la redundancia- en un horizonte inequívocamente democrático A pesar de la fuerte crítica a la que somete al liberalismo, la ND no ha tenido empacho en asumir lo mejor que esta doctrina puede ofrecer: la idea de libertad […]».
 
¿Qué hacer?, se preguntaba también Dominique Venner. ¿Habrá servido todo esto de algo?, se cuestionaba Michel Marmin. Parece más que probable la aparición de “nuevas” derechas e izquierdas, o bien de movimientos sociales que combinen elementos de ambas, tendencia en la que Alain de Benoist ha sido un auténtico “precursor”, porque –continúa Agulló‒ «más que situarse en una posición de exclusión (ni de derechas ni de izquierdas) o de extrañamiento (más allá de la derecha o la izquierda), lo que ha hecho es adoptar un enfoque inclusivo (de derecha y de izquierda) y ensayar posibles fórmulas conciliatorias: ideas de izquierda más valores de derecha». El valor añadido y el mérito principal de Alain de Benoist «no ha sido tanto la originalidad o un despliegue de hallazgos novedosos, sino la voluntad de síntesis, la capacidad de ensamblaje en un sistema coherente, la ambición de proponer una visión global» durante las últimas décadas, con un espíritu enciclopédico, no exento de genialidad, pero, sobre todo, de buena fe. Rodrigo Agulló le pone título: la disidencia perfecta.
 

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