¿Cómo no caeríamos en la degeneración?

Carecemos de normas sociales

Alguien noble y bravo deberá neutralizar este desaguisado. Alguien inconformista y selecto habrá de agrupar a la adocenada población española dispersa y desorientada.

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Cuando a los socialistas les dio por apoyar a candidatos de Podemos para que ocuparan alcaldías de grandes ciudades (Madrid, Barcelona, Valencia, Zaragoza, Cádiz, etc.) prestaron un flaco favor a la democracia y a la convivencia entre españoles, como se demuestra por el conjunto de barbaridades que cometen las hordas demagogas y revolucionarias que se amparan bajo el paraguas del neocomunismo
podemita que intenta asaltar el poder total en España.
No se ha comprobado reflexión alguna por parte del PSOE, ni mucho menos arrepentimiento, por haber permitido que fenómenos como Carmena, Colau, Kichi y demás perlas agitadoras hayan copado cargos de poder mediante un infecto plan de autocolocación de amigos y leales a la causa, sea esta la que sea, del extremo siniestro del arco parlamentario.
Configuran esas tribus una amalgama de concejales que hasta llevan tatuada la palabra odio en la mano (en este caso de la CUP, en Cataluña), o que llevan a cabo chistes execrables sobre judíos y ceniceros de coche, o sobre almacenes de recambios de extremidades corporales ubicadas en el cementerio donde reposan los restos de las asesinadas niñas de Alcacer;  o las configuran concejalas que mean en plena calle o que asaltan iglesias –católicas, claro, pues contra las mezquitas ni mueven una ceja-, tribus de chusma que permanece ahí apoltronada y cobrando del erario público un sueldo que en su perra vida privada no hubieran soñado que se les abonara por su categoría profesional, experiencia laboral y capacidad intelectual,  dado que la mayoría proviene de la marginación social (borrokas, okupas, pandilleros, extremistas y antisociales varios) o consiguieron alguna plaza como profesores sustitutos a base de cubrir ausencias de titulares.
Sí. Es alarmante que semejantes botarates sectarios están entre nosotros con mando en plaza, ordenando actuaciones nefastas para la ciudadanía al excitarla y despreciarla al permitir abusos contra ella y contra la libertad y seguridad, contra los valores que nos son propios y contra el sentimiento identitario y patriota español. La cuestión es contaminar las mentes y fundir los fundamentos que identifican a nuestra personalidad identitaria y a los usos y costumbres culturales y populares que nos son propios desde hace cientos de años.
Hablamos de gente perfectamente compinchada y aleccionada desde centros de influencia internacionales que mediante sus peones, autores necesarios de tanto desasosiego y perversión, desde los púlpitos universitarios y medios de comunicación inexplicablemente en manos de ultraizquierdistas y anarquistas han incidido en política activa y remunerada aprovechando el vacío de poder que causa la crisis económica, el cambio de paradigma empresarial-laboral, y la disolución de las referencias morales que deberían imperar para que nuestra sociedad fuera más justa.
Estamos hablando de una financiación ilegal desde Venezuela o Irán, del cobro de trabajos que no se han efectuado, de nombramientos a dedo y de nepotismo atroz y omnipresente y, sobre todo, de un odio visceral al adversario político;  todo ello convertido en el factor principal que identifica el grave problema que se arrastra desde que erupcionó el funesto fenómeno que lidera Pablo Iglesias (con Monedero, Vestringe y Carrillo hijo en la oscuridad fáctica de la Complutense de Madrid).
Añadamos la irresponsable querencia que tiene toda esa ralea para que España sea laminada mediante la invasión descontrolada de millones de foráneos que sin haber sido llamados ni reclamados arriban y violan ilegalmente nuestras fronteras y se asientan en nuestro territorio (que lo es de la Unión Europea y del Tratado Schengen), erosionando nuestro ya paupérrimo y frágil sistema de bienestar y de asistencia social a la población natural española, entendiendo como tal a la que tiene sus raíces europeas.
De ahí que podamos colegir que vivimos en una anomia –ausencia de la Ley- en una carencia de normas sociales y en una galopante degradación de todas nuestras pautas de comportamiento civilizado. De que los ciudadanos honrados y bienintencionados trampeamos en un marasmo de corrupción e incompetencia a todos los niveles. De que nos ahogamos y hundimos en la miseria, mientras los pujoles de turno escapan a la justicia, y sus acólitos y paniaguados siguen medrando y viviendo del presupuesto estatal, aunque bochornosamente lo hagan mediante patéticos cambios de siglas y maquillajes diversos para que el populacho no atine a deducir que votar a Artur Mas y su mareante subproducto ‘democrático catalán’ es apoyar y reforzar que los sinvergüenzas convergentes –y de ERC- que han manejado el cotarro durante cuatro decenios, han saqueado las arcas públicas y han perpetrado el enfrentamiento separatista entre catalanes buenos y catalanes malos –según su infecto patrón de división fratricida de Cataluña entre secesionistas golpistas antiespañoles y leales constitucionalistas españoles–, a la vez que enfrentaban la Comunidad autónoma contra el resto de la Nación.
Alguien noble y bravo deberá neutralizar este desaguisado. Alguien inconformista y selecto habrá de agrupar a la adocenada población española dispersa y desorientada a la hora de elegir unas siglas electorales.
De momento no ha aparecido un personaje axiológico de semejante categoría. Urge que emerja y dé señales de vida.
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